En medio de gran fervor y devoción, nuestra Arquidiócesis vivió la Fiesta de la Virgen del Carmen junto a los obispos de la Iglesia de Lima, nuestras comunidades parroquiales y hermandades. En distintos puntos de la ciudad, miles de fieles se congregaron masivamente para acompañar en procesión a Santa María del Monte Carmelo.
Este 16 de julio se celebró la Solemnidad de la Virgen del Carmen. Desde muy temprano, cientos de fieles acudieron al Santuario Arquidiocesano de la Virgen del Carmen para participar de la Eucaristía presidida por el arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo. En su homilía, el prelado hizo un llamado a seguir el ejemplo de María, que acoge los designios de Dios en la historia para salvar a la humanidad.
«María nos enseñó a acoger al Señor en las situaciones difíciles para transformarlas. Encomendémonos a María para que ella nos de su paz, habite en nuestras vidas y seamos testigos del amor de Dios», afirmó el Primado del Perú.
Como devotos de la Virgen del Carmen, necesitamos irradiar el sentido pacífico del Carmen para ser fuente inagotable de anuncio del Evangelio.
Más adelante, en Catedral de Lima, Monseñor Castillo recibió la sagrada imagen de la Virgen del Carmen y señaló que su paso en procesión por nuestra ciudad «nos ayuda a comprender cómo la vida cristiana se puede desarrollar siempre que nosotros tenemos las actitudes de María, porque ella sabe acoger la Palabra de Dios para hacer reverdecer el mundo a través de la entrega de su Hijo».
Monseñor Salaverry: una advocación que nutre nuestra fe durante tantos años
Por su parte, Monseñor Juan José Salaverry, obispo auxiliar de Lima, presidió la Eucaristía en la Parroquia San José, ubicada en Jesús María. «De la noche a la mañana cada 16 de julio, hay del Jolgorio un diluvio frente a la Carmelitana, dice un conocido vals criollo. Y es verdad, porque en todo lugar donde está presente la Virgen del Carmen hay alegría, hay oración, hay fe que va creciendo», dijo emocionado.
Acompañado de los padres carmelitas, Monseñor Salaverry aseguró que la Fiesta del Carmen «mueve los registros más queridos de nuestra fe y nos hace sentir la presencia de la Madre amorosa».
En alusión a la Liturgia del día, el obispo auxiliar de Lima tómo como inspiración la Primera Lectura de 1 Reyes (18:41-46) para explicar que el sentido de nuestra oración debe ser como la del profeta Elías, «una oración insistente y verdadera, llena de esperanza», para que el Señor «pueda llenar del rocío de la gracia las sequedades que sentimos en la vida».
¿Cuántas veces sentimos que hay sequedad en nuestra vida? Esta sequedad, argumentó Monseñor Juan José, ocurre porque hace falta la gracia y la presencia de Dios. «Cada uno de nosotros sabe qué va sembrando en nuestra vida, qué cosa es lo que nos hace infecundos. Que el rocío de la gracia rompa esa barrera para que, realmente, florezcamos en esa fecundidad que nos presenta María», reflexionó.
La historia del profeta Elías y de la comunidad del profeta en el Monte Carmelo no puede ser una historia pasada, tiene que ser la historia actual de todo creyente que, con oración ferviente, sabe que María cumple su promesa, nos acompaña y es mediadora de la paz.
En tanto, la Segunda Lectura tomada de la carta de san Pablo a los Gálatas (4. 4-7), nos regala «el primer texto del Nuevo Testamento donde se confiesa a María como Madre de Dios», pero, también, a «María como humana» para rescatarnos y ponernos bajo la gracia.
«María es mediadora de la redención. Quienes llevamos con cariño el escapulario de Nuestra Señora del Carmen y la tenemos como Patrona de nuestra ciudad, tenemos que vivir bajo la ley de la gracia, es decir, como verdaderos hijos», añadió el obispo.
Monseñor Elías: Dejarnos fecundar por la Palabra
Finalmente, Monseñor Guillermo Elías visitó el Monasterio de San José y Santa Teresa de Manchay y la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de San Miguel. En su homilía profundizó la parábola del sembrador que narra el Evangelio de Mateo (13, 1-23) en el domingo XV del tiempo ordinario. A los pies de la Virgen del Carmen, el obispo auxiliar de Lima precisó que la Palabra del Señor es como una semilla que no basta con escucharla, también hay que saber acogerla en el corazón.
«Cuántas veces oímos, leímos esta Palabra, pero no la acogemos, no la recibimos. Jesús siempre es el buen sembrador y no se cansa de sembrarla con generosidad, porque Él conoce nuestro terreno y sabe que las espinas de nuestros vicios pueden sofocar la palabra. Y, sin embargo, Dios siempre espera que nosotros podamos dar fruto abundante», agregó.
Monseñor Elías reiteró que el poder de la Palabra nos permite profundizar, sembrar y transformar toda la multiforma de hermosura que tenemos como país. «Qué distinto fuera de nuestro país si, realmente, nosotros, los católicos, sembráramos esperanza, alegría en un país tan rico en diversidad, de culturas, de lenguas y de formas de vivir la fe», acotó.
Hoy reconocemos, en la Virgen del Carmen, el poder que esta Palabra hizo en ella. “Hágase en mi según tu palabra”, dice María, que se dejó fecundar y transformar por la Palabra.