¿Hemos sabido en estas semanas “apagar el ruido que hay en nosotros” para ir al encuentro de quien está a nuestro lado y preguntarle por aquello que embarga su corazón?
Artículo escrito por Carmen Lora, Directora del Centro de Estudios y Publicaciones y de la revista Páginas.
Estamos viviendo un tiempo duro, muy difícil para la humanidad, que a la vez nos obliga a preguntarnos por cómo estamos viviendo como sociedades, como comunidad de creyentes, como personas y sobre cuál es el sentido de nuestras vidas en un horizonte de tanta incertidumbre.
Frente a esta situación la Iglesia universal viene acompañando a través del papa Francisco y las diversas iglesias locales, el dolor y la enorme conmoción que la pandemia está produciendo en términos planetarios. En nuestro país igualmente, de diferentes maneras, la comunidad eclesial está presente.
El Arzobispado de Lima ha puesto en marcha diversas acciones. La más inmediata, el apoyo de Cáritas Lima mediante la distribución de víveres a las familias más necesitadas en su ámbito de acción buscando paliar el problema de alimentación que golpea y puede incrementar aún más la vulnerabilidad de muchas personas.
Pero sabemos que “no sólo de pan vive el hombre”; el aislamiento, la incertidumbre, el temor requieren ser escuchados para encontrar acogida, consuelo, orientación espiritual, aliento. Es por ello que la Iglesia de Lima también ha puesto en marcha un Servicio de Acompañamiento Espiritual que permita escuchar el sufrimiento, la tristeza y desorientación que hoy sienten muchas personas. La Iglesia podrá apoyar desde una actitud de profunda acogida, orientando espiritualmente a quien acuda a este servicio.
Asimismo, está prevista una Pastoral orientada a proporcionar un acompañamiento espiritual al personal de salud, especialmente del sector público, que está trabajando arduamente en las labores de atención a las personas contagiadas por el COVD-19. Así como promover campañas de oración promovida en las familias católicas y feligreses en favor de los médicos, enfermeras, enfermeros y técnicos que trabajan en situación de riesgo atendiendo a personas infectadas.
En este artículo me detendré a reflexionar sobre la iniciativa de dar un Servicio de Acompañamiento Espiritual mediante un servicio de escucha telefónica.
Acercarse para conocer, escuchar y actuar
Desde su fundación, la Iglesia tiene como parte de su misión, escuchar. Lo aprendió del testimonio de Jesús que durante su predicación combinaba el anuncio del Mensaje con su insistencia en escuchar, aunque podía parecer que Él ya sabía de antemano la respuesta. Por el contexto del relato, era claro el pedido de quien estaba delante de Él: ver, oír, curarse. Numerosos son los pasajes donde Jesús pregunta: ¿Qué quieres que haga? Lo que Jesús nos enseña en sus preguntas es la importancia de establecer una relación entre dos personas que tienen ambas capacidad y libertad. Hecha la curación, Jesús reitera: tu fe te ha salvado, grande es tu fe. No sólo importa lo que Él ha hecho, es fundamental la actitud de quien recibe la curación.
Hoy, la Iglesia siguiendo el ejemplo de Jesús, se pone en disposición de escucha para la persona que sufre, que está temerosa y angustiada por lo que está viviendo, por lo que puede deparar un futuro absolutamente desconocido e incierto. Mediante este Servicio de Acompañamiento Espiritual, la Iglesia nos anima a dejar una actitud que se queda en el padecimiento, para más bien, buscar consuelo y orientación para fortalecernos espiritualmente.
Disponerse a escuchar significa para la comunidad eclesial en primer lugar acercarse para conocer a quien necesita compartir su dolor, su inquietud, sus miedos, sus carencias. Y así como la Arquidiócesis de Lima ha organizado esta plataforma que permite entablar la comunicación telefónica con quienes buscan ser escuchados o escuchadas, estamos nosotros mismos, como parte de esa comunidad, convocados a esa disponibilidad de escuchar acercándonos a quienes pueden necesitar de nosotros. En algunos casos podremos hacerlo físicamente con quienes hoy conviven en nuestro propio hogar en el confinamiento y aislamiento social. Es momento de preguntarnos ¿hemos sabido en estas semanas “apagar el ruido que hay en nosotros” para ir al encuentro de quien está a nuestro lado y preguntarle por aquello que embarga su corazón? y saber guardar silencio para esperar que se anime a hablar. Y más allá de las paredes de nuestras casas, ¿nos hemos “acercado” escuchando y conociendo a través de diversos medios, el sufrimiento de los que viven más indefensos frente a la pandemia por su situación de pobreza, de lejanía o carencia de los servicios del Estado, por su invisibilidad en los padrones de beneficiarios, por no estar bancarizados, por el estigma que los acompaña porque son migrantes, o porque habiendo delinquido, están presos en condiciones inhumanas?
El aislamiento social ¿no ha implicado sobre todo en una época de tanta comunicación mediática y virtual, estar aislados de la realidad circundante que de diversas formas toca a nuestras puertas?
Esta cuarentena comenzó en medio de la Cuaresma, tiempo litúrgico que nos invitaba a meditar y valorar la significación de la presencia de Jesús entre nosotros y su llamado a convertirnos. ¿Hemos sacado las consecuencias de esa conversión a la que nos invitó la Cuaresma?
Si buscamos seguir a Jesús, es fundamental hacernos estas preguntas sobre nuestra capacidad de escucha. La Iglesia de Lima se ha hecho estas preguntas y está buscando, en lo que está a su alcance, acercarse, escuchar y dar respuesta.
La Palabra que da vida
Junto a la escucha, la Iglesia anuncia en la Resurrección de Jesús, el triunfo de la vida sobre la muerte. Esta es la otra dimensión de la misión de la Iglesia que se conmueve, actúa y consuela anunciando el Mensaje de amor radical del Señor para con toda la humanidad. Jesús dio su vida por nosotros y nos convoca a participar de su misión anunciándola a todo el mundo: “enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y estén seguros que yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos” Mt.28, 20.
El acto de entrega de Jesús, de profunda coherencia entre su mensaje y su conducta, acto decidido en entera libertad y lucidez, nos interpela como comunidad eclesial a esa misma coherencia. Anunciar la palabra en esa actitud de Iglesia en salida que nos reclama Francisco, supone coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, sin ello somos sepulcros blanqueados como nos lo recuerda el Evangelio.
Hoy en medio de una situación dolorosa, especialmente para los olvidados de nuestra sociedad, el Señor nos llama como personas y como comunidad eclesial a “acercarnos” quizás no físicamente pero sí de otras maneras, para además de escuchar, conocer y actuar anunciar la Buena Nueva. En esta Semana Santa, Monseñor Castillo ha recitado una hermosa poesía de autor anónimo que parafrasea el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, recordando que Cristo está en las calles, en los que luchan contra la pandemia, en los que sufren, en lo que animan.
¡Levántate!
Recibir aliento da fuerzas. Jesús reiteradamente dice a los que estaban tullidos, dormidos y muertos. ¡Levántate! Invita a un cambio que, a su vez, implica confianza en ese cambio y confianza en que es posible seguir. Seguir caminando, seguir despiertos, seguir viviendo. Esa suerte de orden, a la vez firme y cariñosa, del Señor fortalece en nosotros la esperanza.
Esta pandemia y las secuelas que deje, es también para la Iglesia y para todos los que la integramos un tiempo privilegiado de comprender el corazón del Mensaje de Jesús. El encuentro con el Señor se da en ese gesto concreto de amor que se conmueve y responde al que pide ayuda, apoyo, aliento y esa Palabra que nos anuncia ese amor, alimenta nuestra esperanza en una sociedad fraterna.
Como lo ha sido la Semana Santa, esta Pascua tiene un significado especial para la humanidad. Contribuyamos a dar testimonio de conversión en este tiempo de Pascua. Levantarse hoy es cobrar ánimo, no rendirse ante el dolor, el sufrimiento y la muerte.La Iglesia de Lima está dando cuenta de su misión, con las iniciativas que ha puesto en marcha. Colaboremos con ellas difundiéndolas y apoyándolas.