Francisco preside la misa ante un millón y medio de jóvenes y les exhorta a no desanimarse ante ningún obstáculo: la Iglesia y el mundo los necesitan como la tierra de la lluvia
«No tengan miedo», se repite una, dos, tres, cuatro veces. La amplificación reverbera la exhortación de Francisco y la transporta a lo largo del área inmensa del Parque Tejo y parece por un momento escuchar en ese apremiante llamamiento el eco de la misma invitación, hace 45 años, que hizo San Juan Pablo II, pronunciada en un contexto diverso y a un mundo diferente, pero en el fondo no demasiado distinto del actual. «No tengan miedo», queridos jóvenes, porque son como la lluvia de una tierra reseca por mil males, son un «baño de luz» de presente y de futuro en los muchos rincones oscuros de nuestro tiempo. El Papa apuntó a las fibras del alma del millón y medio de jóvenes que le escuchaban, en el último gran acto de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa.
«¿Qué nos llevamos de la JMJ?»
La llegada del papamóvil al mismo lugar de la Vigilia de la noche anterior es la señal para los chicos, que se arremolinan hacia las vallas para saludar su paso, zigzagueando entre el colorido mosaico de tiendas canadienses, sacos de dormir, mochilas, esterillas. Las banderas a medio arriar comienzan a ondear de nuevo a toda velocidad, el recordatorio de que Francisco está allí de nuevo para compartir otro momento culminante de la JMJ. Encima, y sobre todo delante del escenario, hay 700 obispos y al menos 10.000 sacerdotes listos para concelebrar la misa de clausura. En su homilía plantea enseguida la pregunta que está en el corazón de todos: «¿Qué nos llevamos con nosotros volviendo al valle de la vida cotidiana?
Luz que reconforta cuando llega la oscuridad
Francisco condensa la experiencia y el legado de Lisboa 2023 en tres verbos: «resplandecer, escuchar, no tener miedo». El Evangelio de la liturgia del día, el pasaje de la Transfiguración, orienta la reflexión y sugiere las imágenes adecuadas. Los apóstoles envueltos en el resplandor en el Tabor hacen, explica el Papa, tienen «baño de luz» que los confortará en la «noche de la Pasión».
Amigos, queridos jóvenes, también hoy nosotros necesitamos algo de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús
Atención a los egoísmos encubiertos
Después de los muchos aplausos y oleadas de entusiasmo encendidos por la Vigilia, ahora la escucha se hace en atento silencio. Francisco dice que nos convertimos en luz no «cuando mostramos una imagen perfecta» bajo los reflectores», sino que «brillamos cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él».
Amar como Jesús, eso nos hace luminosos. Eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, veas a vos mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga.
Y si los ojos pueden captar esta luz, los oídos, dice, deben aprender -segundo verbo- a «escuchar a Jesús».
“Escúchenlo. Escuchar a Jesús, todo secreto está ahí. Escuchás qué te dice Jesús. ‘Yo no sé qué me dice’. Agarrá el Evangelio y leé lo que dice Jesús y lo que dice en tu corazón”. Él nos enseña el camino del amor, escuchálo a Jesús. Porque, por ahí nosotros con buena voluntad emprendemos caminos que parecen ser del amor, pero en definitiva son egoísmos disfrazados de amor. Tené cuidado con los egoísmos disfrazados de amor”.
Ustedes que luchan por la paz, ¡no teman!
El tercer verbo, «no temer», es aquel con el que Jesús, recuerda Francisco, tranquiliza a los discípulos en el Tabor, conmocionados por el acontecimiento de la Transfiguración y la voz que oyeron venir del cielo. Después de la «gloria» de la JMJ, es el paralelo del Papa, podría invadirles el «pesimismo». Y es aquí donde Francisco hace suyas las palabras de Jesús para devolvérselas a quienes tendrán en sus manos el mañana del planeta:
A ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo, y está bien que quieran cambiar el mundo y que quieran luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra, necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: “No tengan miedo”. “No tengan miedo”.