Este domingo 27 de diciembre, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística por la Fiesta de la Sagrada Familia. Por estos días, la Basílica Catedral de Lima permanece revestida y transformada en un «gran pesebre» que alberga las intenciones, oraciones y deseos de miles de familias:
«Unidos a todas las familias del Perú en este Día de la Sagrada Familia, el Señor viene a nuestra ayuda para acompañarnos en nuestro camino», expresó el Arzobispo al inicio de su homilía.
Refiriéndose al Evangelio de Lucas (2,22-40), que narra la Presentación de Jesús en el Templo, Monseñor Castillo explicó que, en medio de las costumbres y el cumplimiento de las leyes de la época, ocurre algo novedoso: «José y María conocen a dos ancianos: Simeón y Ana. Esto es muy importante, porque esas dos personas venían esperando el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham, la de tener una descendencia infinita más grande que las estrellas del mar, las estrellas del cielo y los peces del mar. En Jesús se cumplía la esperanza de Israel de liberarse del yugo del maltrato», resaltó.
Hoy el Señor nos trae un mensaje personal y familiar, pero también un mensaje social de gran importancia basado en el mismo fundamento, en el amor gratuito de Dios que cumple sus promesas.
«La situación de Jesús es muy parecida a la nuestra – prosiguió el Arzobispo de Lima – nosotros también venimos de familias que ansían la liberación del Perú, tanto dentro de las familias como en el conjunto de la sociedad».
Simeón: saber esperar desde una fe madura.
La fe de Simeón hizo posible que sepa esperar la llegada de Jesús con un sentido de responsabilidad y madurez que va más allá de la repetición o el cumplimiento de las leyes: «él espera más allá de la ley, no solamente cumplía los ritos, sino que siente y vive la Palabra del Señor con esperanza. Por eso, Simeón supo detectar y reconocer que en el Niño Jesús hay un germen de solución de la gran esperanza de Israel», precisó el Obispo de Lima.
Al igual que Simeón, estamos llamados a saber esperar y reconocer que Jesús está naciendo entre nosotros, especialmente en los hombres de buena voluntad que son una esperanza para nuestro país: «le vamos a pedir al Señor que nos ayude a crecer, a madurar, a desarrollar una nueva generación inspirada en valores hondos, dignos, para que todos podamos vivir como lo hizo Jesús», comentó Carlos Castillo.
Ana: sentir la inspiración del Señor para anunciar el Evangelio.
Por otro lado tenemos el caso de Ana, una profetiza de avanzada edad que se dejó inspirar y anunció a todos que había un niño que podía ser la respuesta a lo que esperaba Israel, la liberación de Jerusalén.
«Simeón y Ana nos muestran la unión que hay entre las generaciones para suscitar, entre nosotros, una verdadera armonía; a estar dispuestos a seguir la inspiración de las profecías y de los sueños de los mayores, de los más nobles que hemos tenido en esta historia», acotó el Monseñor Carlos.
Como bien anuncia Simeón: ‘Jesús ha venido para que muchos en Israel caigan y se levanten’, es decir, el Señor nos hace caer en la cuenta de nuestros errores y equivocaciones, pero además, nos da la mano para levantarnos: «eso es Jesús, es entrega generosa, nos hace ver poco a poco nuestros males, y simultáneamente, nos da la fuerza para seguir adelante», expresó el Arzobispo.
«Que en este Domingo de la Familia, nos dejemos atravesar por la Palabra del Señor que nos interpela, que nos invita a retornar al diálogo para retomar la esperanza desde nuestras calles, nuestros barrios, desde nuestra pobreza y sencillez, para que algún día no tengamos más pobreza, sino bienestar y amistad para todos y para todas. Que Dios haga de nuestras familias fuentes inagotables del Espíritu que nos anima, recrea nuestra vida y la vida de nuestro pueblo», concluyó.