En el Primer Domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a afrontar nuestras tentaciones personales, familiares e históricas en el «desierto de nuestra vida humana». Y para ello contamos con el Espíritu Santo y la Palabra de Dios que nos llena, nos inspira y nos impulsa a actuar de forma solidaria, dejando de lado nuestros egoísmos y ambiciones: «Este tiempo de Cuaresma, en este Bicentenario, significa un tiempo para que, desde la fe, podamos afrontar las tentaciones históricas y realizar un proyecto nuevo de Perú», expresó en su homilía dominical en la Catedral de Lima.
Leer transcripción de homilía del Arzobispo de Lima.
Monseñor Castillo explicó que el Tiempo de Cuaresma es una oportunidad para escapar de las grandes tentaciones que tenemos como pueblo, como nación, como comunidad y mundo. Este ha sido el camino que Jesús ha querido mostrarnos al confiar en la Palabra de Dios y enfrentar la tentación, como señala el Evangelio de hoy (Lc 4, 1-13).
«El Señor está lleno del Espíritu para enfrentar y afrontar las tentaciones, y por eso, el Espíritu de Dios impulsa a Jesús, porque sabe que la humanidad está sometida a la tentación. Y así como se bautiza sin tener pecado, así también pasa la tentación por solidaridad con la humanidad para ayudarla a caminar», acotó el prelado.
El Arzobispo de Lima aseguró que en todos los rincones de un mundo desértico por la diversidad de problemas que afrontamos, siempre hay la posibilidad que decidamos en favor del mal: «En el Evangelio se emplea la palabra ‘diábolos’, que significa “el divisor”, el que nos divide de Dios para no hacerle caso; y para hacer caso solamente a la unidad de cada uno que es el egoísmo», reflexionó.
Jesús, asumiendo la tentación, nos ayuda diciéndonos que el Espíritu está con nosotros, porque también nosotros somos Hijos de Dios en Él. Pero hay que saber ser Hijo de Dios, responsable del don de amor recibido, para que nuestras decisiones sean inspiradas, adecuadas y justas.
Carlos Castillo señaló que, cuando los intereses se imponen, en el ser humano prima una actitud desesperada en donde las ambiciones se manifiestan y los imperios invaden: «¡Hemos de vencer la tentación en estas circunstancias!», recalcó
Compartir el pan y aprender a vivir el sentido de la amistad.
La primera tentación, la tentación del pan, también ocurre en el corazón de nuestra más común y diaria necesidad, argumentó Monseñor Castillo: «El pan nos da la vida, nos permite existir y crecer, pero sin el pan no es posible vivir. Sin embargo, Jesús nos plantea claramente que el fundamento de nuestro alimento se basa en el alimento de Dios, en su Palabra, y por lo tanto, no es sólo de pan que todos vivimos, sino de Dios, que es el dador de la vida. El Señor nos dice que es posible obtener el pan de otra manera: compartiéndolo, aprendiendo a vivir intensamente el sentido de amistad y, sobre todo, haciendo posible que aquel que no tiene pan, lo tenga».
Tanto en el modo de obtenerlo como en el modo de consumirlo, podemos compartir, vivir y comer el pan, si es que lo hacemos con un sentido de solidaridad y de hermandad.
Recurrir a Dios para superar la tentación del poder absoluto.
La segunda tentación, la tentación del poder, nos recuerda que debemos alejarnos de todo sentido de posesión y abuso de poder: «Ante la tentación del poder absoluto, estamos llamados a recurrir otra vez a Dios. No podemos doblegar nuestra fe y nuestra confianza en un Dios que nos ama para “vendernos” a personas, a líderes, a orientaciones, a personas que tienen dinero o poder, y nosotros ser sumisos, humillados y serviles. Por eso, esta tentación también está llamada a ser superada», comentó el Arzobispo.
Superar la tentación de la soberbia. No juguemos con Dios.
Por último, está la tentación de la ambición y la soberbia. Esta tentación es muy seria, explica Monseñor Carlos, porque el diablo recurre a la Palabra de Dios para fundamentar su artimaña:
«Esta confianza que a veces tenemos en Dios, ha llevado en muchos casos, en diferentes religiones y en nosotros mismos, en la historia de la fe católica y cristiana, a actitudes de soberbia que permiten decir: “Nosotros tenemos a Dios, no nos va a pasar nada”. Y jugamos a veces con Dios creyendo que “si yo soy católico, no me va a pasar nada, puedo golpear a cualquiera y yo tengo razón”. “Puedo corregir a cualquiera en forma mala y agresiva, y no pasa nada”. También todos los que somos de una fe cristiana, especialmente todos los que tenemos alguna parte de dirección, estamos llamados a respetar siempre a Dios. La última tentación es la de jugar con Dios, de intentar tentar a Dios, de hacer de nuestra religión un juego y una burla por el hecho de que tenemos la fe», sostuvo el Primado del Perú.
Identificar las tentaciones nacionales que compartimos todos.
Antes de concluir su homilía, el Arzobispo de Lima hizo un llamado a que hagamos memoria de las etapas de nuestra historia patria y veamos cuáles son las tentaciones nacionales que compartimos todos: «No solamente son tentaciones individuales, sino también colectivas; tentaciones en donde se ha metido el demonio y quiere tentarnos para que repitamos ciertas historias trágicas que nos persiguen desde el inicio de la República, cuando los caudillos se peleaban entre sí para agarrarse el poder. Y eso ha ido evolucionando terriblemente cuando las mafias se apoderan inclusive dentro de la Iglesia para hacer lo que quieran en nombre de Dios».
El desierto es distinto al Jardín del Edén, el jardín de las delicias y de la felicidad al que todos queremos volver. Llegaremos a él con este hermoso país que tenemos cuando rechacemos las tentaciones que nos han acicateado durante siglos, y sepamos, con coraje, con alegría, con esperanza y con la fuerza de Dios, que estamos para hacer un país de hermanos y no de odio, de agresión, de maltrato, de aprovechamiento egoísta y mafioso.