«Ahora que nos late el corazón de incertidumbre, ahora que el mundo clama por humanidad, ahora que la pobreza se acrecienta y también la indiferencia; ahora, mamita, te volvemos a cantar…», con estas palabras, nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, dedica una nueva poesía a todas las madres en su día.
Madre de la Esperanza
(Poesía por el Día de la Madre)
Ahora que nos late el corazón de incertidumbre,
ahora que duermes y despiertas en tu lecho eterno,
ahora que rezas por nosotros desde allá,
ahora que el mundo clama por humanidad,
ahora que la pobreza se acrecienta, y también la indiferencia,
ahora, mamita ,te volvemos a cantar…
En el sentir de Jesús sentimos todavía tu maternidad.
Tus “gallinas” y “pollitos” que Jesús dulcemente miró,
al ver nuestra vida dura su intención nos contó:
reunirnos como hijos para fortalecer la hermandad.
¡Cuán maternal lo formaste!, ¡cuán cariñoso lo criaste!
Sin pizca de vergüenza por esta comparación.
Tus sabios consejos a Jesús, nos inspiran hasta hoy:
“No se cose remiendo nuevo en tela vieja”,
“No se echa vino nuevo en pellejos viejos”,
“Miren los lirios del campo y las aves del cielo”
¿Serías tú aquella mujer que puso levadura
en tres medidas de harina hasta que todo fermentó?
¿Quién enseño esto a Jesús sino tú, mamacita de la luz?
Y Él nos trasmitió tu imagen amorosa, entrañable,
derivada del Padre Dios.
Pero… aún los humanos nos seguimos resistiendo
Y, todavía Jesús, por nosotros sigue llorando.
Aún a profetas seguimos matando,
y, todavía Jesús, nos sigue convocando.
Tu maternidad, Madre, todavía nos sigue latiendo.
Mamá,
aquí estamos, en desolación, zarandeados por mafias y ladrones,
economías criminales e informales, y tristes pillos copadores.
Caos y corrupción nos siguen acechando.
Como hijos en el Hijo, a tu Hijo seguimos con devoción,
y avanzamos poco a poco
en testimonio de su muerte y Resurrección.
Fatigosa y difícil misión, pero seguro camino de salvación.
Lo sabemos, Madre, continúas amando a todos
a pesar de sus títulos falsos,
de su maquillada decencia,
de sus tráficos y golpes a tus hijos,
de sus tratas y muertes a tus hijas
Y ese amor,
que estremece, interpela y llama,
con oído “sordo” se escucha,
con ceguera pecuniaria que obnubila,
con poder que embelesa,
con ínfulas de autoridad que manda,
leyes injustas, negocios turbios
y arreglos bajo la mesa.
Golpean la fe de tu pueblo,
organizan conciliábulos secretos.
Siendo, incluso, religiosos, en grupos maquinan,
“dueños” de la verdad se declaran,
y en inhumanidad se cierran.
Madre, tú eres la esperanza de que no se pierdan.
Te ayudaremos en esta tarea,
rastrearemos tu presencia escondida,
misteriosa, tu aparente “ausencia”.
Ya no haremos sacrificios ni holocaustos,
ni nos ceñiremos a listas de fácil piedad.
En cambio, dejaremos que el Padre nos abra el oído
a su Palabra y al clamor, al grito de los excluidos.
Acogeremos su inspiración para afinar nuestras miradas,
atisbando los signos que envía
a la vida chica y grande de nuestra querida nación.
Y como tú, fiel al Padre, que por Gabriel te habló,
nos dispondremos a su voluntad
con la alegría que te dio;
hurgaremos en hacer lo oportuno y justo,
como cuando tu meditabas “esas cosas en tu corazón”,
Y actuabas sin miedo, decidida y con reflexión.
Aprenderemos a hacer lo adecuado
en la paz y en el amor.
Apuntaremos a hermanarnos
en justicia y en derecho, insistiendo con tesón,
llamando a la puerta cerrada
una y otra vez, como nos dijo Jesús,
con la Palabra y la acción, que acompaña a cada uno
aun siendo pecador.
Aprenderemos a salir del horror.
Madre, tú disuelves la dureza y humanizas desde el don,
nos recreas misioneros inspirados por tu amor
Mami, sentimos aun tu latido,
sentimos también tu hermosura ,
tu canto que ordena los ruidos
e inspira nuestra esperanza,
que a nuestras vidas encanta
y a todos levanta en esta vida tan dura.
Madre,
engendrados prenatales en ti,
desde el vientre, nos diste tu fluidez sin parar,
nueve meses gratuitos respiraste para nuestro bien,
nos regalaste el aire fecundo, y el Espíritu para intuir.
Y de ti salimos a nacer y vivir en el mundo,
nos arropaste y alegre, acogiste nuestro ser
para marchar no al morir, sino al renacer.
Así, nos ayudaste con tu sexto sentido,
salvándonos del miedo devastador,
del obtuso, frío, mezquino y puro cálculo;
y pudimos olernos las cosas, razonar mucho mejor.
Nos diste esa fineza de la palpitación.
Hoy te pedimos, Madre,
concentrarnos en lo sustancial con tu cariño y coraje,
con la fuerza inagotable de tu visión,
para no producir, sino pa’ generar.
Mamá,
ayuda a nuestra capacidad de crear,
de inventar alguna solución
misericordiosa y justa, pacífica, pero firme,
contundente y sin traición.
Mami, hoy, por tu aliento
sumergidos en el útero maternal de nuestro Dios,
ahora nos envuelve, como a ti envolvió su calor,
con nuestros vivos y difuntos,
y caminando hacia la Resurrección.
Mamita, María, por tu “sí”,
ahora, agradecidos,
nos sabemos rodeados por Él.
Y como tú, respiramos y olemos su amor.
Él, que a su pueblo no olvida y a ti no abandonó;
Él, que nunca abandona;
porque a Jesús nos los diste y el Padre lo dio,
y Jesús se dio y su Espíritu nos entregó.
Él, que siempre está con nosotros
de generación en generación.
Feliz Día, Mamá.