María nos enseña el camino de la meditación honda y el amor gratuito

El Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, presidió la Celebración Eucarística con motivo de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la Basílica Catedral de Lima: «María, que humildemente se mostró disponible a la Palabra del Señor y se dejó llenar de su gracia, nos muestra el camino de cómo en la vida hemos nosotros de caminar en ese amor infinito, gratuito y generoso de este Dios que se humilla en ella», expresó.

Concelebraron Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y Mons. Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar de Lima.

«La Santa Madre Iglesia ha querido en el primer día del año celebremos la Solemnidad de Santa María Madre de Dios», comentó al inicio de su homilía. Monseñor Castillo destacó el acto de humildad que tuvo Dios al «tomar uno de nosotros» y acompañar a la humanidad desde una persona sencilla y humilde como María. A través de ella estamos llamados a «entrar en la paciencia del ancho corazón de Dios».

A diferencia de otras religiones, en nuestra experiencia de fe mostrada por la revelación de Dios a lo largo de la historia, «Dios quiere tener madre – explicó el Arzobispo de Lima – Dios quiere dignificar, reconocer y embellecer más profundamente a nuestra humanidad, recogiendo la propia humanidad nuestra para que todos sepamos que estamos destinados a la gloria».

María, que humildemente se mostró disponible a la Palabra del Señor y se dejó llenar de su gracia, nos muestra el camino de cómo en la vida hemos nosotros de caminar en ese amor infinito, gratuito y generoso de este Dios que se humilla en ella.

La actitud de María nos llama también a «dejarnos abandonar a la voluntad de Dios» y «dejarnos conducir por la fuerza de su amor» para ser guiados por la mano del Padre. En ese sentido, Monseñor Castillo recordó que María ha sido una mujer reflexiva, sabia y profunda: «María se toma en serio la hondura de lo que está ocurriendo y, por eso, está atenta a todo lo que ocurre para ir guardándolo e ir conociendo bien el sentido de su misión. Guardar no es esconder al Señor, es ahondarlo para vivirlo dinámicamente en un servicio a los demás.» – acotó.

Para que María sea Madre de Dios ha tenido que meditar y comprender a Dios, un Dios diferente, un Dios que se hizo humanidad, que se hizo una persona humilde.

El camino de la meditación honda para transparentar a Dios en la vida

¿Cómo vamos a hacer para transparentar a Dios en la vida? – preguntó el Obispo de Lima – «estamos llamados a anunciar, a ser responsables de que el mundo se llene de la fuerza amorosa de Dios y no podemos serlo simplemente por apresuramiento. Tenemos que hacer las cosas con la profundidad de quien medita las cosas», resaltó.

«María como Madre de Dios nos enseña el camino de la meditación honda – prosiguió – nos enseña el camino de la delicadeza para entrar en lo profundo de nuestro ser, nos enseña el camino de la sabiduría para obrar y no detenernos en cosas banales, ir al fondo de las cosas».

María va de prisa a acompañar a Isabel, pero no se apura en la reflexión para entender las cosas, se apura en ayudar porque medita hondamente en su corazón las cosas.

Ser una bendición para nuestro pueblo

Al comenzar este año, Monseñor Castillo quiso recordar el saludo del Señor a Moisés que nos recuerda la lectura del libro de los Números (6,22-27): “Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor, que el Señor se fije en ti y te conceda la paz»:

«Estas palabras son de bendición – agregó – y nosotros no sólo somos receptores de bendición, sino somos también recreadores de bendición. En todo este tiempo, hemos querido recordar que los cristianos estamos para bendecir, no para maldecir».

«La Iglesia de Lima necesita hoy bendecir a todo nuestro pueblo, es decir, rescatar las mejores cosas que tiene para llevarlo adelante y alentarlo. De esta manera estamos reconociendo la presencia de Dios, que es nuestra tarea», precisó.

«Damos gracias a María que nos precede en este camino, que es la que ha sabido donar a su hijo porque, meditando las cosas en su corazón, ha reconocido la sed de Dios que tiene la humanidad, y esa sed debe darse a través de gestos reales de entrega generosa y de amor. Que todos los que conformamos este pueblo fiel, nos toque el Señor con la misma actitud de María y así podamos también comunicar al Señor con toda bondad, con todo servicio y con toda claridad», concluyó.