Al llegar el XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo recordó que la misión de la Iglesia es evangelizadora y se encuentra en servicio a las periferias. El prelado advirtió que una Iglesia que no es testigo vivo de Cristo corre el riesgo de convertirse en una «Iglesia estancada y encerrada». (leer transcripción de homilía).
Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.
El Arzobispo de Lima inició su homilía recordando que el amor de Jesús por Jerusalén, es el mismo que tiene por nuestro pueblo, a pesar de sus contradicciones, ambiciones, odios y celos. En ese sentido, como Iglesia y como cristianos, «nosotros estamos llamados a reparar ese daño y hacerlo con la misión que el Señor nos ha encargado: la evangelización; no salirnos de nuestro lugar, porque nosotros no estamos para hacer política o formar un partido católico de ninguna clase, estamos para inspirar, con la Palabra de Dios, las situaciones para que todo el mundo se convierta», resaltó.
Nuestra humanidad, en las situaciones de conflicto y dificultad en el mundo, está llamada, desde la fe, a transformar su humanidad en una más sensible, generosa, que cuide a la población pobre; y para eso, necesitamos que la Iglesia sea evangelizadora, anuncie el Evangelio, sea testimonio vivo de Cristo.
Comentando el Evangelio de Lucas (10, 1), que relata la misión encomendada por el Señor a los setenta y dos [discípulos]: ir de dos en dos a anunciar el Reino de Dios; Monseñor Castillo explicó que «Dios quiere que todos nos salvemos porque nos ama, porque ama a la humanidad y somos hechos para amar». ¡Pónganse en camino!, es la primera misión que le pide a sus discípulos. «Ponerse en camino es el modelo y la inspiración que el Papa Francisco tuvo cuando nos dijo que sueña con una Iglesia en que sea siempre misionera, en salida, en servicio a las periferias; una Iglesia que evangelice», recalcó el prelado.
«Nos hemos habituado a una Iglesia estancada, callada, que está siempre encerrada en el templo. Y como dice uno de los cardenales que inspiró el Papa Francisco: “Jesús sigue golpeando, pero para que lo dejemos salir, porque lo tenemos aprisionado”. Y, ¿cuándo no lo dejamos salir? Cuando salimos del templo y no somos testigos, no anunciamos, lo reducimos a nuestro pequeño grupo, a nuestra familia, pero no organizamos a los vecinos, salimos, no anunciamos juntos», indicó.
El creyente es creatura nueva, es semilla de una vida nueva.
El Primado del Perú señaló que, en el Evangelio de hoy, el Señor envía a sus discípulos como corderos en medio de los lobos, porque reconoce que en todo camino pueden haber lobos; pero el Señor nos envía para convertir a los lobos, «no para condenar a nadie – aclara el arzobispo – nos envía para ayudar a comprender las cosas. Y, a pesar de que tengamos una pequeña minoría de creyentes, esos creyentes han de ser fermento en la masa, han de ser la semilla de una vida nueva»
Para ser creatura nueva, como dice San Pablo (Gal 6, 14-18), tenemos que ayudarnos a aprender a amar juntos y a reconocer que somos receptores de que Dios nos ama sin medida, gratuitamente, sin condiciones. A veces, en la Iglesia, hemos puesto demasiadas condiciones para el perdón, pero el perdón, si no es gratuito, no es perdón. El perdón no es interesado, es un perdón que suscita, en nosotros, un amor en demasía.
Monseñor Castillo afirmó que el Señor nos convoca a cumplir nuestra misión en el mundo libres de equipaje, sin alforjas ni sandalias, ni mucha plata. Él pide nuestra concentración en la tarea que nos ha encomendado, sin distracciones: «Y el Señor también dice que visitemos las casas, pero que nos quedemos en una sola casa. A veces, quien es alojado y es misionero, busca la mejor casa. Como se suele decir y creer que para Dios es lo mejor, entonces, pensamos que también para el misionero, para el cura, lo mejor; y así, entonces, estamos endiosándonos todos. Tenemos que optar por la sencillez de vida, la pretensión sencilla, no la pretensión de lo impretendible», subrayó.
El Arzobispo de Lima hizo hincapié en el mensaje del Señor a sus discípulos: “Hay que anunciar que el reino de Dios está cerca”, porque a veces pensamos que Dios está muy lejos. Jesús ha mostrado a un Dios familiar, como ese Dios que se sentó a comer con Abraham y le prometió que tendría descendencia».
Dios come y bebe con nosotros, nuestro Dios se ha acercado con Jesucristo.Todos tenemos cercanía con Dios porque Él se ha metido con Jesús, muerto y resucitado, en cada ser humano. ¡Y vive allí! Y nosotros, como evangelizadores, lo único que hacemos es despertar al Cristo que está en cada uno. Ya todos están irradiados por la gracia de Dios, y el anuncio del Evangelio es despertar la gracia presente.
Finalmente, el Obispo de Lima reflexionó sobre la importancia de anunciar el Evangelio sin imponerlo: «Es tan fuerte este cariño que el Señor dice: «Cuando entren a un pueblo y no los reciban, váyanse a la plaza, sáquense los zapatos y sacúdanlos para devolverles el polvo de su pueblo porque no nos han querido escuchar”. En otras palabras… ¡déjenlos en libertad! No les impongan el Evangelio, que ellos mismos lo descubran, ya el Señor se encargará. A veces, cuando evangelizamos, vemos realmente cómo caen los demonios, porque cuando uno se acerca de verdad, con ternura, con amistad, con cariño, la persona se siente amada y cede».
La Celebración Eucarística contó con la participación de Congregación Salesiana, Hijas de María Auxiliadora y los hermanos del Santísimo Sacramento: «Que el Señor los haga testigos de Cristo y siempre anunciemos su Evangelio de corazón, para suscitar alegría y esperanza en todos», dijo el arzobispo.