En el domingo XII del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo recordó que el anuncio del Evangelio no se reparte, sino que se comparte desde nuestra experiencia y con el testimonio de nuestra vida:
«Eso brota del corazón, eso no se controla, eso lo hacemos juntos todos. No teman, anuncien el Evangelio, testimonien el sentido gratuito de sus vidas. Y, en ese sentido, todos nos convertimos en testigos. El Santo Padre lo ha recordado el día de hoy al señalar que perdemos mucho el tiempo en cosas que no valen la pena, y no nos centramos en las más importante, que es ser felices, ser hermanos, ser amigos y compartir nuestra vida con los demás», dijo el arzobispo en su homilía.
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En alusión al Evangelio de Mateo (10,26-33), Monseñor Castillo afirmó que, cuando el Señor llama a sus discípulos a no tener miedo y anunciar el Evangelio, también lo está haciendo con nosotros. El problema es que, a veces, confundimos las cosas y pensamos que para anunciarlo «hay que ser muy experto y saber todo el catecismo de la Iglesia Católica, aprender de memoria la doctrina y una serie de leyes». Y, aunque todo ello sea importante, debemos recordar que, en primer lugar, estamos llamados a compartir la alegría del Evangelio con nuestro testimonio, con nuestra experiencia vital.
«Esta alegría del Evangelio es la que hemos vivido nosotros cuando nos hemos encontrado con Jesús. Él nos ha interpelado, nos ha acompañado, y cada uno tiene una experiencia distinta,porque los caminos hacia Jesús son diferentes, pero es el mismo Jesús vivido intensamente de diversas formas», ha expresado el prelado.
Nos hemos habituado a un cristianismo de doctrinas en donde la vida personal no cuenta. Hoy, el Señor nos invita, a través de los discípulos, a no tener miedo de expresar nuestra experiencia de sentir a Dios de distintas maneras. Y así, anunciar el Evangelio en distintas circunstancias.
El arzobispo remarcó que la Iglesia no puede construirse de espaldas a la realidad, por lo que es vital la presencia de las comunidades de laicos y laicas en el anuncio del Evangelio. «Solamente cuando construimos positivamente, escuchando la opinión de todos, reconociendo a las personas y creando fraternidad, es que recuperamos el sentido de las cosas», manifestó.
No tener miedo de alzar nuestra voz para recapacitar
Pero Jesús también ha querido advertirnos que pueden haber personas que se opongan al anuncio del amor de un Dios que nos ama y nos perdona siempre. «Hay quienes se organizan, persiguen, maltratan y hasta matan el cuerpo de quien anuncia, con su testimonio, la verdad de lo que pasa. Pero el Señor nos consuela diciéndonos: “No pueden matar el alma”, que no solamente es el alma espiritual que está unida al cuerpo, sino es todo lo que tiene sentido», explicó.
«Los grandes de este mundo imponen las cosas de tal manera que producen un miedo en las personas para que callen y no se sepan los problemas, las realidades, las mentiras, las asechanzas, las calumnias, las estratagemas, la sinuosidades, los actos ambiciosos que existen detrás de muchos actos en el mundo. Hay muchos problemas en los países porque cada uno va a lo suyo, y eso tiene que ser denunciado y se tiene que alzar la voz. Y esa voz tiene que ser prudente, pero certera y capaz de ayudarnos a recapacitar a todos», reflexionó Monseñor Castillo.
El cristiano, desde el inicio, es un misionero que anuncia con el corazón de su vida todo lo que pasa, sabe anunciar el amor y denunciar el odio, la injusticia, el maltrato.
Monseñor Carlos Castillo precisó que las personas que planifican destruir a los demás o manipulan las instituciones para monopolizar el poder, en realidad, están tramando el sinsentido de las cosas, la tiranía, la destrucción de la sociedad y de las personas. «Quien destruye un cuerpo o destruye una sociedad en base al monopolio, el control y la tiranía, finalmente, termina en una actitud caótica y suicida. Inclusive, por esas personas que intentan dominios absolutos y controles de todo tipo, tenemos que rezar, para que salgan de la locura, del apasionamiento y de la dictadura de su concepción del mundo, de su encerramiento», sostuvo.
Tenemos que evangelizar y anunciar el amor como fuente de todo, pero, también, como corrección del modo de comportarse. Y eso requiere que vayamos al sentido de las cosas.
El obispo de Lima reiteró que tenemos la misión de incentivar, en cada uno de nosotros, la capacidad de anunciar el Evangelio: «Todos somos evangelizadores, todos podemos comunicar la grandeza y la belleza de la experiencia de fe que tenemos».
«Es bonito cómo el anuncio del Evangelio está presente. Por ejemplo, siempre que vengo acá, veo la plaza de los Héroes Navales llena de jóvenes preparando los bailes de sus pueblos. Allí los chicos están comunicando el Evangelio por medio de la alegría, de la alegría de la fiesta», comentó emocionado.
Participar vivamente del amor gratuito de Dios
Finalmente, el arzobispo de Lima hizo énfasis en que las cosas grandes de la vida no se hacen por utilidad, se hacen por generosidad, por actitud gratuita. «Hoy estamos aquí por amor, y eso tiene mayores consecuencias para la vida que si viniéramos a rezar solo para que nos suban el sueldo o baje el costo de la vida», aseguró.
«El objetivo principal de venir a Misa y de orar, es participar vivamente del amor gratuito de Dios. Y eso tendrá muchas consecuencias gratuitas que el Señor tendrá que decir cuáles son. Sus milagros vendrán no a consecuencia de que yo “compro” los milagros. Esa ambición increíble por obtener recursos a costa de mi esfuerzo y de mis especulaciones económicas, ha llevado a pensar que todo está en nuestras manos y que ya lo gratuito, lo humano, no existe», advirtió el Monseñor.
La Eucaristía del domingo XII del Tiempo Ordinario contó con la participación de la Hermandad de Oración a Jesús de Nazareno de Ayacuchanos Residentes en Lima.