Desde la Catedral de Lima, y en comunión con la Iglesia universal, Monseñor Carlos Castillo honró la memoria del Papa Benedicto XVI en una Eucaristía presidida por el Nuncio Apostólico, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri. En su homilía, el arzobispo de Lima recordó la grandeza de espíritu y el testimonio de vida de Joseph Ratzinger, quien tuvo la capacidad de ir a los problemas más álgidos de nuestra época, criticando hondamente el relativismo y afrontando el gravísimo problema del abuso de personas dentro de la Iglesia.
«Demos gracias a Dios por la vida de este hombre ilustre y, simultáneamente, humilde. Estamos muy agradecidos por el paso de Benedicto en nuestra historia, paso sencillo, paso discreto, pero paso que ha marcado nuestra vida eclesial», señaló.
Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.
Comentando el Evangelio de Lucas (23:33-56), Monseñor Castillo recordó que la vida del Papa Benedicto siempre fue una entrega a las manos del Espíritu de Dios (“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”), porque «supo comprender la compleja realidad del mundo» e intentó ayudar a que la humanidad «pudiera encauzar un nuevo camino».
El prelado también citó las palabras del Papa Francisco en la Misa de Exequias celebrada en la Plaza de San Pedro:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» – dice el Santo Padre – es la invitación y el programa de vida que inspira y quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta que latan en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).
«Estas palabras – explica el obispo de Lima – muestran cuánto ha considerado el Papa Francisco el ministerio movido por el don gratuito del amor que el Papa Benedicto nos supo brindar, no solamente como Papa, sino como laico, como sacerdote, como obispo y como teólogo».
Dejar que el don gratuito guíe nuestra vida y nos cambie.
El arzobispo Castillo reiteró que «el mundo moderno que Benedicto criticó tan fuertemente, viene de la auto-referencialidad de una manera de actuar y de vivir en donde todo lo pone la ambición, los propios proyectos, el individualismo, la relativización de todo en función del interés particular». Por ello, es necesario «reconocer que todo lo que tenemos ha sido dado y, por lo tanto, hemos de vivir compartiendo el regalo del amor y dejar que el don gratuito guíe nuestra vida, nos cambie».
El Papa Ratzinger reveló que la verdad de la fe es el amor, y que no hay manera de ser creyente sin experimentar el amor y compartirlo. El amor recibido se comparte.
«Si nosotros no somos la Iglesia que comparte el amor que se nos ha dado – reflexiona Monseñor Carlos – nuestra Iglesia se vuelve infecunda, es una Iglesia que se encierra en sí misma y se vuelve tan egoísta como el mundo», advirtió.
Grandeza de espíritu para ir a los problemas más álgidos.
En otro momento, el Primado del Perú afirmó que «solamente una persona que se deja llevar por el amor gratuito» y con «grandeza de espíritu», tiene la autoridad de «ir a los problemas más álgidos». Ese fue Benedicto XVI, quien no sólo criticó hondamente el relativismo, sino afrontó «el gravísimo problema de la violación de personas inocentes realizadas por el clero. Y tuvo la valentía de sacar del estado sacerdotal a más de 400 sacerdotes e, inclusive, obispos y cardenales».
«El Papa Benedicto, como presidente y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tuvo que examinar y evaluar las doctrinas en América Latina, especialmente, en la Iglesia peruana. Él tuvo la grandeza de escuchar, de separar el grano de la paja, de pedir cambios y rectificaciones y, simultáneamente, de consolidar la grandeza de una opción preferencial por el pobre que, además, en la reunión de Aparecida, logró reafirmar públicamente diciendo que la opción preferencial por los pobres está enraizada en la más antigua cristología del Nuevo Testamento», aseguró el prelado.
Aprender a renunciar a las ambiciones y reconocer los límites.
Finalmente, Monseñor Castillo destacó la capacidad del Papa Benedicto de reconocer que la complejidad de la época era incompatible con la edad que tenía. «Por esa razón, decidió hacer un acto de humildad y fue capaz de hacer una cosa totalmente novedosa. La palabra “renuncia” es una palabra cristiana, profundamente católica: el aprender a renunciar a mis ambiciones, el reconocer mis límites, el estar dispuesto, si no se es capaz, a dejar paso a otro», apuntó.
Nuncio Apostólico: «Benedicto nos enseñó una fe pensada, en diálogo con la razón».
Monseñor Paolo Rocco Gualtieri también dirigió unas palabras de gratitud por la vida del Papa emérito, Benedicto XVI:
«Estamos en comunión con el Santo Padre Francisco, con su dolor. De sus palabras de estos días se desprende la estima y la amistad que sentía por Benedicto. Estamos en un clima de fe, una fe que Benedicto XVI nos ha ayudado a fortalecer; una fe no superficial, sino una fe pensada, una fe que está siempre en diálogo con la razón, la fe en Jesucristo, Luz y Verdad, a quien, hasta su muerte, nos enseñó a conocer y amar», precisó.
Elevamos nuestra súplica para que el alma de su gran y fiel siervo, Benedicto XVI, sea acogida en las moradas eternas.