El arzobispo de Lima ha recordado la advocación del Señor de la Divina Misericordia que se celebra en el II domingo de Pascua para explicar que el punto central de nuestra fe «es siempre la misericordia de Dios con nosotros», revelado a través de Jesús en la Cruz, que se anonadó por amor para regenerarnos a una vida nueva.
Monseñor Castillo aseguró que la vida durable y plena que nos invita a vivir el Señor se concreta en este mundo cuando hacemos un mundo más justo y nos preocupamos por el Otro: «A veces, se piensa que la vida eterna es la del “más allá”. Hay vida eterna cuando amamos como Jesús nos amó; hay vida eterna cuando somos justos», aseveró.
Jesús en la Cruz perdona, es decir, tiene misericordia. Y lo primero que hace cuando se presenta a sus discípulos es decirles: “Paz a ustedes”. No es una paz irénica ni abstracta, es una paz fundamentada en el amor misericordioso.
Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, el Prelado sostuvo que la vida no se puede reducir a una «carrera frenética por gozar y poseer muchas cosas, acumular dinero y sentir emociones fuertes y nuevas». No es así como se tiene la vida porque, “siguiendo los caminos del placer y del poder, no se encuentra la felicidad. De hecho, quedan sin respuesta muchos aspectos de la existencia, como por ejemplo, el amor, las experiencias inevitables de dolor, las limitaciones y la muerte”. (Palabras del Papa en el Regina Cieli, 7 abril 2024).
El obispo de Lima afirmó que nuestro Dios es fecundo porque nos genera y regenera con su testimonio. Es el Dios que «se anonada para crearnos y para darnos a su Hijo, que se sacrifica por amor en la Cruz».
La única religión en donde Dios baja y se sacrifica por nosotros es la religión cristiana. Estamos llamados a seguir a Dios en ese camino, amando y compartiendo lo que somos, dejándonos llevar por el amor dado gratuitamente.
Monseñor Castillo indicó que el Dios que se anonadó y despedazó por nosotros quiere que «repensemos el modo en que vivimos» para que en nuestras iglesias y comunidades «alentemos esa capacidad de amar que hoy es urgente en el país». El Primado del Perú dijo que la indiferencia y frivolidad no son actitudes cristianas: «No importa cuántas jaculatorias, rezos y flagelaciones nos hagamos, si no nos preocupamos por el Otro, no agradamos al verdadero Dios que es amor», precisó.
El testimonio de la Comunidad de San’t Egidio
En otro momento, el arzobispo de Lima saludó al movimiento de San’t Egidio en el marco de su 56 aniversario de fundación: «la comunidad fundada por Andrea Ricardi ha contribuido a mejorar el mundo desde el servicio a los más necesitados, así como sus constantes gestos en favor de la Paz».
Es precisamente el servicio desinteresado y gratuito «el punto de partida en el Evangelio que nos invita a renovarnos». Y junto a San’t Egidio está presente toda la comunidad consistente de la Parroquia San Lázaro, con sus más de 460 años dedicados a acompañar a los más pobres de nuestra historia, a los leprosos y los indios.
La Santa Misa de este II domingo de Pascua contó con la presencia del obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas. También estuvo presente el Padre Frederic Comalat y el Padre Emerson Velaysosa.