Mons. Castillo en Encuentro de Familias: "Vivir la sinodalidad en comunidad"

El «Encuentro de Familias 2022» acogió a cientos de parejas, matrimonios y familias que participaron de la Eucaristía presidida por Monseñor Carlos Castillo. En su homilía dominical, el prelado señaló que las familias son fuente inagotable de la belleza del amor de Dios; por eso, «todos estamos llamados a vivir la sinodalidad en comunión…¡y en comunión de comunidad! La Iglesia está para comprender, no para juzgar», ha dicho el arzobispo.

La misa con las familias, celebrada en la Villa Deportiva Nacional, contó con la participación de los agentes pastorales de la Comisión de Vida y Familia de nuestra Arquidiócesis, así como su principal asesor, Monseñor Guillermo Elías.

Leer la transcripción de la homilía de este domingo XXVI del Tiempo Ordinario.

El arzobispo de Lima meditó sobre el texto del Evangelio de Lucas (16, 19-31), que narra la parábola que presenta, por un lado, al rico que hace alarde de opulencia y festeja profusamente; y por otro lado, al pobre, Lázaro, que cubierto de llagas yace a la puerta esperando que caigan algunas migajas de la mesa para alimentarse.

El relato del Evangelio, explica Monseñor Carlos, muestra un aspecto relevante: El señor rico, al ver su sufrimiento en el infierno, le pide a Abraham que Lázaro, resucitado, advierta de su situación a su familia para que no cometan el mismo error. «Esto quiere decir que no era solamente el “rico epulón”, sino era la “familia epulona”. Y, ¿cuántas familias epulonas hay, hoy día, en el mundo? Pensemos en todas las familias de todas las señoras que trabajan en las ollas comunes, en nuestros barrios más populares del Rímac, de El Agustino, en todos los barrios populares del sur y del norte, en la gente y las partes más altas de Lima, en donde la pobreza es terrible», reflexionó.

Este señor epulón piensa solo en sí mismo, no comparte, no habla, no acompaña, no conversa. Él decide no acoger y se cierra a la posibilidad del otro.

Pese a la indiferencia de nuestra sociedad y sus gobernantes (y muchas veces la propia Iglesia) en dar solución a las necesidades más apremiantes, el arzobispo de Lima recordó que todavía hay «chispazos de solidaridad» y desprendimiento, como el que muchas familias tuvieron durante la Pandemia. «¡Ha brotado una solidaridad impresionante!», exclamó.

Esta actitud desinteresada y solidaria con los que más sufren, nos acerca al «cielo y la eternidad donde está Lázaro, resucitado», pero, para ello, tenemos que «hacer un poco de ese cielo en la tierra». Solo así, «podremos ir, en la eternidad, a la vida y a la resurrección del Reino de Dios», afirmó el Primado del Perú.

La Iglesia está para comprender a las familias, no para juzgarlas.

En relación al Encuentro de Familias y todas las actividades dedicadas en septiembre a las familias, Monseñor Castillo indicó que hay situaciones complejas que impiden el desarrollo de la vocación en la familia (tensiones, separaciones, crisis económica), pero, a pesar de ello, es necesario «construir familia» acercando la Iglesia a estas realidades. «Todos necesitamos ser acogidos, nadie debe ser despreciado. La Iglesia está para comprender, no para juzgar. La Iglesia está para acompañar como el Señor acompañó a su pueblo», recalcó.

El obispo de Lima habló sobre la importancia del trabajo pastoral en la vida de la Iglesia, una misión permanente que debe consolidarse con el paso del tiempo: «La Iglesia tiene que ir cultivando su acompañamiento y reflexión sobre nuestras vidas, a partir de situaciones concretas en que cada uno vive. La Iglesia no solo es la unidad de todos, es también unidad en relación a los problemas y necesidades que vivimos».

Las familias católicas no son un grupo exclusivo, son familias misioneras.

Monseñor Castillo reiteró que, aquellos principios de vida que se suscistan en el corazón de nuestras familias, deben desarrollarse en las familias católicas cristianas, «no para ser un grupo exclusivo, sino una vocación, un grupo que, inspirado en el Señor, se compromete a un camino misionero. Ese es el verdadero camino de santidad».

El arzobispo Carlos hizo hincapié en que la santidad no significa «estar petrificado» como las imágenes hechas de yeso; la santidad «es la misión, porque Jesús se hizo santo entregándose a la gente, ayudando, caminando… Por eso, el Evangelio de Lucas subraya que Jesús caminaba, y camina hacia Jerusalén donde, también, va a entregar su vida. Nada lo detiene, eso es ser santo», precisó.

Vivir la sinodalidad en comunión… ¡y en comunión de comunidad!

Finalmente, Carlos Castillo advirtió sobre el peligro de «cerrarnos» y pelear los unos con los otros, dejándonos llevar por ideologías totalitarias que nos impiden ver al Otro. «Empezamos a creer que el Otro no es persona y no lo llamamos, nos sectarizamos y acusamos. Pero el Otro es persona humana como yo», puntualizó.

Para evitar que el egoísmo y la indiferencia nos invadan, es necesario aprender a resolver las cosas juntos, en comunión… ¡y en comunión de comunidad! «La mejor manera de resolver una tensión mundial es acordando, discutiendo y decidiendo juntos cómo hacer las cosas. El Papa quiere que la Iglesia sea ejemplo de eso a través de la sinodalidad, es decir, el caminar juntos conversando y decidiendo con las autoridades de la Iglesia, pero con la opinión de todos, con la escucha de todos», acotó.