En el Domingo II de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo, reflexionó sobre la importancia de recogernos en la oración y en el Señor para inspirarnos con su Espíritu a ser discípulos misioneros en salida: «La oración es una experiencia gratuita para estar con el Señor y dejarnos llenar de su Espíritu. La oración nos inspira a salir a nuestras periferias, a nuestras parroquias o en los lugares donde vivimos, para anunciar el Evangelio», dijo en su homilía en la Catedral de Lima.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.
Monseñor Castillo indicó que el camino de Cuaresma es un tiempo para interiorizar y profundizar nuestra vida desde el camino del Señor: «Es un tiempo de formación para constituirnos todos y todas en ser discípulos misioneros en salida, porque el Santo Padre está propiciando que tengamos una Iglesia más auténtica, más identificada con el camino del Señor, más dinámica, más servicial, y que esté pendiente de lo que pasa en este mundo, especialmente a las periferias, a las personas que viven el drama de las dificultades humanas que estamos viviendo hoy día y ha dejado grandes secuelas».
La importancia de «recogernos» en el Señor para orar.
Comentando el Evangelio de Lucas (9, 28b-36), que narra La Transfiguración, el Arzobispo de Lima aseguró que, así como necesitamos de la Palabra del Señor, también necesitamos de la oración: «Siempre tenemos que separar los momentos de oración y no hacer una oración rápida y sin sosiego. Por eso, Jesús lleva a sus discípulos un lugar aislado, lo cual es importante que nosotros podamos hacerlo contemplando la Cruz, como dijo el Papa hoy día en el Ángelus, contemplando al Santísimo que está presente en los tabernáculos de las Iglesias. También podemos hacerlo a solas en un lugar apartado, pero es importante recogernos para orar«, resaltó.
En el monte ‘El Tabor’, explica Monseñor Carlos, dice el Evangelio que rostro de Jesús cambió, un aspecto muy importante que nos revela que Jesús muestra su rostro no solamente humano, sino también divino. En ese sentido, el Señor nos pide que aprendamos a orar, siempre disponibles a ser cambiados y transformados: «A veces sucede que, por costumbre, vamos a la oración o venimos a la misa y salimos igualitos como habíamos llegado. Venimos a la misa siempre para parecernos más al Señor, y para eso tenemos que dejarnos llevar por Él«, acotó el prelado.
La oración es una experiencia gratuita para estar con el Señor y dejarnos llenar de su Espíritu.
El Primado del Perú afirmó que un aspecto fundamental de la oración es su experiencia gratuita: «No vamos a la oración para pedir tantas cosas, para sacarle algo al Señor. Vamos a la oración para estar con Él y dejarnos llenar por Él, llenar de su Espíritu. Gratuito significa que Él nos regala, nos da gratuitamente su Espíritu».
Es Dios quien se sacrifica por el ser humano, porque nos ama sin pedir nada a cambio. Dios nos ama porque nos ama, y suscita en nosotros el ser sus amigos y sus hijos para que aprendamos también a ser gratuitos.
Por otro lado, en el Evangelio de hoy aparecen Moisés y Elías, que hablaban sobre el Éxodo, sobre “el camino” hacia Jerusalén en donde iba a morir. Los dos, Moisés y Elías, son caminantes; y Jesús es el caminante que terminará su vida entregándola generosamente por amor a todos nosotros: «Por eso, entonces, suceden estas dos cosas: Jesús se transfigura gloriosamente como un pedacito de cielo que los discípulos disfrutan y, simultáneamente, les señala el camino difícil que viene, que es un camino glorioso, pero a través del amor, y por tanto, muy exigente».
Estamos desafiados, por las dificultades tan grandes que existen en el mundo y en nuestro país, de convencer a través de la ternura, del cariño, del diálogo, porque todos somos hechos para amar.
En otro momento, el Arzobispo Castillo recordó que la Iglesia debe representar el amor de Dios en el mundo y poner su granito de arena para que el ser humano recapacite, especialmente en este tiempo de conflictos y guerra: «El Papa ha sido muy claro al decir que todos hemos de contribuir a hacer que cesen las armas, porque creemos en el Dios de la paz y no en el dios de la guerra. Y por esa razón, nuestro comportamiento pacífico es el que se pone como lugar de entrega generosa, como Dios nos ha mandado, para impedir que la violencia siga imponiéndose», reflexionó.
Estos días hemos escuchado unas palabras feísimas de una persona importante de la religión ortodoxa que dice que esta guerra es para “eliminar el pecado” e “imponer los mandamientos”. Pues los mandamientos no se imponen, se suscitan y se educan. Y por eso, necesitamos llamar a todas las religiones a que entremos en este camino de pacificación del mundo.
Escuchemos juntos al Señor en la oración.
Antes de concluir, Monseñor Castillo compartió una nueva pregunta para reflexionar en comunidad durante esta segunda semana de Cuaresma: ¿En mi oración, escucho al Señor o me escucho a mí mismo?
«Todos tenemos pecados, pero el Señor nos dice que no importa que seamos pecadores, Él nos ama, nos acompaña y nos llama a dejarnos llenar por la fuerza de su Espíritu. Por eso, hermanos y hermanas, primera cosa fundamental para orar: ¡Escuchemos juntos al Señor! Escuchemos a Jesús, leamos los evangelios siempre como parte de nuestra oración, para que nos inspiren. Dejémonos llevar por el Señor y van a ver cómo las cosas empiezan a cambiar, porque no haremos lo que a nosotros nos parece, sino lo que le parece a Dios», recalcó.
En memoria de Augusto Pérez Araníbar.
Al cumplirse 92 años del Puericultorio Pérez Araníbar, Monseñor Carlos Castillo agradeció a Dios por el testimonio de vida del médico y filántropo peruano Augusto Pérez Araníbar, quien promovió importantes obras de alcance social en favor de los más pobres: «Después de haber vivido y ayudado en la guerra con Chile, vino a Lima para hacer una obra magnífica (el puericultorio) que hasta el día de hoy perdura y debe seguir perdurando».
Augusto Pérez Araníbar donó toda su vida y su riqueza. Todo lo que él fue lo entregó para los niños. Que nosotros también hagamos grandes obras de servicio fruto de la inspiración que el Señor nos da en la sublime oración.