En este V domingo de Pascua, Monseñor Carlos Castillo recordó que, permaneciendo en fidelidad al Señor y acogiéndonos a su Palabra, es posible generar juntos una Iglesia fecunda.
Acompañado de un grupo de representantes de las comunidades campesinas de Catacaos (Piura), el Primado del Perú pidió por todas las víctimas que sufren la injusticia y el maltrato: «En unidad con el Santo Padre, oramos por nuestros hermanos campesinos para que en sus luchas y esfuerzos, se pueda llegar a la justicia de su causa», sostuvo. También rezó por los heridos y fallecidos, así como las personas de buena voluntad y periodistas que acompañaron este proceso.
Comentando el Evangelio de Juan (15, 1-8), que narra la Parábola sobre la vid y los sarmientos, el arzobispo de Lima explicó que, a través de esta imagen campesina, el Señor quiere que repensemos nuestras vidas desde la Palabra y encontremos nuevos caminos de respuesta a los problemas que tenemos.
El Señor nos pide: “Permanezcan unidos a la vid”. Él es esa vid verdadera que nos renueva con su Palabra, su Padre es el viñador y «todos estamos entroncados con Él, de tal manera que hemos de dar fruto». Por eso, la cuestión central que nos plantea Jesús es «si somos fecundos en la fe o no».
El Señor también nos dice: “Ustedes están limpios por la palabra que les he manifestado”. Aquí no está hablando de una limpieza superficial – explicó el Prelado – se trata de una limpieza en nuestra manera de actuar. El proceso de limpieza al que se refiere Jesús no es para mantener las apariencias y actuar como «muchas religiones tipo ‘ñapancha’ (detergente)», que están todo el día «lava que lava» para parecer ‘puros’. Este es un llamado profundo «a ser generadores de vida y entrar al camino de la fecundidad».
La esterilidad es la consecuencia de un cristianismo de costumbres que no se entronca con Jesús como las ramas a la vid.
El Primado del Perú reiteró que todos estamos llamados a dejarnos «limpiar por la Palabra», sobre todo, cuando tenemos alguna responsabilidad en la dirigencia del país y en la Iglesia. «La vida cristiana no es un culto aparte de la vida histórica, la vida cristiana vivifica la historia y la acompaña. Tengamos la misma dinámica del Espíritu de Jesús que nos llena de vida y nos hace crear y hacer cosas adecuadas y justas», acotó.
Generar fecundamente una respuesta a las necesidades de todos hace posible que, inspirándonos en Jesús, siempre tengamos imaginación y “una santidad inteligente”, como diría el Papa.
El arzobispo de Lima precisó que ser cristiano no significa que uno puede hacer lo que quiere. «Eso es una equivocación que necesitamos corregir», aseveró.
Defender la vida en todas sus formas
En otro momento, dirigiéndose a los representantes de la Comisión de Vida y Familia que esta semana vivieron la «Semana de la Cultura por la vida», Monseñor Carlos aseguró que la defensa de la vida no puede reducirse únicamente a la defensa del niño no nacido, sino que «debemos unirnos para defender la vida en todas sus formas, la vida de la sociedad, la defensa de una vida justa y la defensa de nuestra ecología».
«La lucha por la vida tiene tres dimensiones: personal, social y ecológica. Y esto es muy importante porque soñamos con tener una marcha por la vida en nuestra Iglesia, pero será siempre por todas las vidas: por las vidas de las mujeres que se asesinan tan fuertemente en la historia de nuestro país, por la vida de los campesinos, por la vida de las personas que sufren, por la vida de los enfermos», reflexionó.
La Eucaristía de este domingo V de Pascua fue concelebrada por el obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas.