Monseñor Carlos Castillo explicó que el Señor no asciende para desentenderse de los problemas de la humanidad y de nuestra pobreza. Él nos acompaña y nos deja la misión de pregonar el Evangelio siguiendo los mismos signos de sencillez y esperanza que testimonió, signos que podemos rastrear desde la experiencia de amor maternal que hemos recibido.
Frente a la Virgen de la Evangelización, el Prelado ofreció la Eucaristía por todas nuestras madres que celebran su día: «Aprendamos de las actitudes tiernas, humanas y profundas que María enseñó a Jesús para hacer que toda la humanidad adquiera la capacidad de amar poco a poco», comentó en su homilía.
El aliento que recibimos de nuestras madres es la inspiración que hoy nos permite comprender el misterio de la Ascensión del Señor. El Evangelio de hoy (Marcos 6,15-20), da cuenta de tres signos importantes del Señor en su encuentro con los discípulos, y que Monseñor Castillo ha querido asociar con el testimonio de amor gratuito y fecundo que recibimos de mamá.
El primer signo es la atención del Señor a sus discípulos, que se preocupa de orientar y acompañar a sus discípulos antes de su ascensión: «Hay una huella permanente de Jesús a través de las cosas que dice y las actitudes que tiene, y que le vienen de María. Orientó su mirada para que Él siempre supiera que ser humano es ser siempre entrañable y desarrollar en forma humana aquello que el Padre tiene en forma divina un amor eterno por nosotros», expresó.
Este signo viene acompañado de unas palabras: “Quien se bautiza y crea, se salvará. Quien se resiste a creer, se condenará”. El arzobispo de Lima señaló que el Señor no ha venido a condenarnos, sino que cada quien se autoexcluye de esa invitación que nos da. «El Señor siempre nos ama, no nos quita su amor. Y eso es lo que pasa con la mamá: la condición humana de la maternidad nos llama de corazón a siempre acoger a todos. Así es el amor de Dios, así es el amor de una madre», agregó.
Cuando Jesús asciende, no se va como a las nubes, se va al futuro, está abriéndonos caminos para que todos vayamos donde Él va. Y eso pasa también con las mamás que, con su amor, siempre nos guían.
El Señor también dice: “echarán demonios en mi nombre”. Este signo nos recuerda a todos los «demonios» que las mamás «echaron» de nosotros: «La mamá tiene tal amor por nosotros que nos conoce y nos sabe decir las cosas. Y, por lo tanto, nos permite salir de nuestros enredos y entrampamientos», precisó.
Traducir el Evangelio a las situaciones concretas
El Señor adelanta a sus discípulos que “hablarán en lenguas”. El obispo de Lima explicó que uno de los problemas que tenemos en la Iglesia es que, a veces, «hablamos una lengua que los demás no conocen ni entienden». Por eso, tenemos que traducir el Evangelio a las situaciones concretas. Y añadió: «La Iglesia, hoy día, es universal y habla todos los idiomas del mundo. Pero hay otro lenguaje aquí que es muy importante: el lenguaje del corazón, que es el que tiene la mamá y, a veces, puede no decir las cosas con palabras, pero con una sola mirada, con el lenguaje de la ternura ya sabemos lo que nos quiere decir».
Finalmente, el Señor nos dice: “Cogerán serpientes en sus manos”. Monseñor Castillo recordó la especial advocación del Papa Francisco por la Virgen Desatadora de Nudos: «¡Cuántos nudos nos hacemos los humanos! Ese nudo en el que está el Perú es una de las cosas más terribles que nosotros, gracias a María, podemos aprender a desatar, porque el cristiano está para desatar nudos, para coger serpientes y sacarlas del enredo para que se pongan en su lugar y no ‘piquen’ y no den’ venenos’ a nadie», afirmó.
Este Evangelio nos está hablando directamente de Jesús e indirectamente de la mamá que lo formó, de María. Y estos signos que nos ha dejado el Señor para los discípulos tienen una actualización muy concreta en nuestras vidas.