En el IV domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo recordó que el Señor nos ama gratuitamente y quiere transformar nuestras vidas. «Intentemos mirar a Jesús, que se ha elevado para compartirse en Pan y vida. Él nos ama y nos transforma para salir a compartir el pan con los demás». (leer homilía completa)
Escuchando el clamor de nuestras madres de las ollas comunes, el arzobispo de Lima anunció que el camino restante de la Cuaresma y toda la Semana Santa estará dedicada a «compartir el pan y enfrentar la hambruna» que hay en las poblaciones marginales. El Prelado adelantó que todas las Parroquias de la Arquidiócesis se convertirán en centros de acopio para recibir donaciones de víveres y menestras.
En su meditación sobre el Evangelio de Juan (3, 14-21), que narra el diálogo entre Jesús y Nicodemo, Monseñor Castillo hizo énfasis en las palabras del Señor: “Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”.
Esta imagen – explicó el obispo de Lima – representa el camino de conversión que estamos viviendo en este tiempo de Cuaresma: contemplar al Señor en la Eucaristía, alimentarnos de Él, que es el Pan vivo bajado del cielo, y dejarnos transformar para salir a compartir el pan con los demás.
Para ello, es necesario el reconocimiento de nuestros límites y pecados, especialmente, cuando somos indiferentes ante el sufrimiento del Otro: «A veces, pensamos que tenemos la salvación asegurada porque vamos mucho a Misa. La vida cristiana no es individual, sino que se manifiesta en la historia de nuestros pueblos, en el corazón de sus problemas».
Buscar soluciones democráticas a los urgentes problemas que nos agobian
Haciendo eco al pronunciamiento de los Obispos del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana sobre la grave crisis política, el Prelado exhortó a que nuestras autoridades «dejen intereses particulares» y encuentren, a través del diálogo, una salida constitucional y democrática. «No se puede prescindir de un órgano constitucional tan importante como, en este caso, es la Junta Nacional de Justicia», refirió.
En nuestra condición de pastores y de ciudadanos, invocamos a nuestras autoridades a buscar soluciones eficaces a los urgentes problemas que agobian a nuestro pueblo: en su salud, en la educación, en las economías ilegales, en la destrucción de nuestra Amazonía, en la delincuencia, en el sicariato. Son problemas que nos tienen en permanente zozobra y afectan nuestra sociedad.
El Primado del Perú sostuvo que uno de los peores males que podemos vivir es incentivar el individualismo. Esta «tendencia a ver lo propio» y «no el interés de todo» se agrava más por la situación económica en que nos encontramos, donde el costo de vida crece y el hambre se multiplica.
«No es posible que, como Estado, se pretenda hacer un ‘metraje’ de la ayuda que se brinda a las ollas comunes por cada 500 m2. Tenemos cerros de cerros de nuevas poblaciones migrantes que necesitan ayuda y que se organizan para hacer su olla común. El Estado está llamado a solucionar y a responder al problema grande», manifestó.
La Iglesia, desde la fundación de la República, puso en la Constitución, a través de los sacerdotes que participaron en el primer congreso, que esta es una sociedad formada en una nación, formada por todos los pueblos y no pertenece a ninguna familia ni a ningún privilegiado. Todos nos debemos al bien común de la Patria.
Hambre de Dios, sí; hambre de pan, no
En otro momento, Monseñor Carlos adelantó que, «escuchando el clamor de nuestras hermanas de las ollas comunes», la Iglesia de Lima dedicará toda la Semana Santa a responder el problema de la hambruna en las poblaciones más marginales. Para ello, se ha dispuesto que todas las Parroquias de nuestra Arquidiócesis se conviertan en centros de acopio y reciban las donaciones de víveres y menestras que nuestro pueblo comparta. Todo lo reunido será distribuido por Cáritas Lima a las zonas de mayor necesidad de nuestra ciudad.
Hemos puesto como lema de la próxima Semana Santa: “Compartiendo, como Jesús, el pan y la vida, saciemos el hambre de nuestro pueblo”.
Esta iniciativa de la sociedad civil y de la Iglesia es una invocación a «movilizarnos para solucionar el hambre del pan» y no quedarnos quietos. Como dijo el Papa San Juan Pablo II: “Hambre de Dios, sí; hambre del pan, no”. Y como Iglesia de Lima tenemos que «dar un testimonio evangelizador» con el servicio y la entrega de nuestras vidas.