Llegado el V Domingo del Tiempo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a poner en práctica un cristianismo sabio e inteligente que sabe profundizar y vivir imitando los gestos del Señor, que no vino a condenar al pecador, sino a promover a la persona para ayudarla a cambiar, crecer y mejorar: «Con palabras simples pero profundas, el Señor nos llama a saber escucharnos en el corazón de nuestras lágrimas actuales(…) La fe tiene una capacidad de reflexionar y ahondar las cosas que permite, a través de la Palabra de Dios, esclarecer problemas y apuntar a la inspiración de soluciones adecuadas», comentó en su homilía en la Catedral de Lima.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.
Comentando el Evangelio de Juan ( 8, 1-11), que narra el pasaje de la mujer adúltera, Monseñor Castillo explicó que el Señor ha venido para enseñarnos a tener compasión por las personas pecadoras y no despreciarlas ni maltratarlas: «Con palabras simples pero profundas, el Señor nos llama a saber escucharnos en el corazón de nuestras lágrimas actuales: la difícil situación humana y económica que estamos viviendo, la situación social y política. Todos, juntos como pueblo, necesitamos tener una capacidad de entender que, en medio de los hechos, el Señor nos sigue hablando», expresó el prelado.
No condenar ni caer en la desesperación antes de tomar decisiones.
El Arzobispo de Lima destacó los gestos que tuvo el Señor para atender la demanda de los escribas y fariseos que pretendían condenar a la mujer adúltera: «Ellos quieren que Jesús resuelva esta situación y caiga en una trampa. Por eso le dicen: “Esta adúltera debe ser condenada, porque la ley de Moisés lo dice. Y si no es condenada, tú estás en contra de la ley y de nuestra tradición hebrea”. Esto es lo que puede pasar con toda religión que, en vez de ver el sentido que tiene Dios para la gente, intenta apropiarse de Dios y determinar, por medio de una interpretación, qué cosa hacer sin tener en cuenta lo que Dios manda, sino el sistema de vida que ha creado», explicó.
En ese sentido, la reacción de Jesús es interesante, porque, si bien ellos le recuerdan la ley, Él hace un gesto muy importante: inclinarse y escribir en la tierra, es decir, pensar bien lo que va a decir. Esta es una primera actitud del Señor que Monseñor Castillo resaltó en su homilía: «Antes de tomar decisiones, necesitamos no caer en la desesperación y menos en la violencia. Puede haber manifestaciones o cosas que algunos queramos hacer, pero nunca con la violencia. Y el Señor nos enseña el camino para desviolentar una situación».
Jesús está reescribiendo la ley sin destruir el sentido de la ley. Está haciendo que la ley sirva para liberar, que es para lo que realmente se hizo, para dar vida a las personas, no para matarlas. Y para eso, Jesús se toma su tiempo y lo piensa bien, para poder dar la Palabra justa y adecuada.
Carlos Castillo reiteró que nuestra tradición religiosa debe mantener un equilibrio entre la devoción y la reflexión, para discutir, debatir, ver la realidad y pensar adecuadamente en cómo solucionar las cosas de forma justa: «La fe tiene una capacidad de reflexionar y ahondar las cosas que permite, a través de la Palabra de Dios, poder esclarecer problemas y apuntar a la inspiración de soluciones adecuadas. Si bien es cierto, no nos corresponde, como Iglesia, dar todas las soluciones, pero sí inspirar, ayudar a recapacitar».
Un cristianismo inteligente que vaya a la raíz de los problemas.
Monseñor Castillo aseguró que la actitud de Jesús de escribir en silencio y luego decir: ‘Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra’, nos recuerda que el cristiano debe actuar en constante reflexión para hacer un uso sabio e inteligente de cada decisión: «Nosotros podemos entrar en una maraña de violencia si es que, primero, no aplicamos el sentido de justicia en nosotros mismos. ¿No será que yo también soy así? ¿Acaso no tengo pecado? Eso es lo que hace el Señor, ir a la raíz, no a la superficie de la ley, sino ir a la raíz», precisó.
El pueblo de Israel se consideraba, en sus orígenes, un pueblo sabio e inteligente. Y el cristianismo no puede ser menos sabio e inteligente que el pueblo del cual vino; al contrario, tiene que saber profundizar y vivir como ese Señor Crucificado que dio su vida inteligentemente para perdonarnos a todos, ayudarnos a cambiar y a mejorar.
«El Señor, con una palabra sencilla, desmonta un tinglado. Cada uno empiezan a irse, y el tumulto que podrían haber inventado para destruir la vida de esta mujer, es desbaratado por un acto de reflexión profunda que penetra en la persona y hace posible que, por lo menos, reconozcan que todos son pecadores», afirmó el Obispo de Lima en su reflexión dominical.
Por otro lado, el diálogo de Jesús con la mujer es un diálogo profundo y amigable – explica el Arzobispo de Lima – no es un diálogo en torno a su pecado, es un diálogo en torno a la condena que le quieren poner. “¿Quién te ha condenado?”, pregunta Jesús. “Nadie, Señor”, responde la mujer. Y Jesús, que no tiene pecado, le dice: “Yo tampoco te condeno”. Porque el que no tiene pecado que es Jesús, que viene de parte del Padre y nos ama entregando su vida para liberarnos del pecado, sabe perfectamente que, en el ser humano, existe una fuente para no pecar, que es la comprensión y el amor.
La fe no se impone, se suscita.
En otro momento, Monseñor Carlos señaló que como cristianos y católicos no debemos maltratar a la gente ni sentirnos poseedores de la verdad: «A veces maltratamos mucho a la gente porque, como tenemos a Jesús, que es la Verdad, entonces nos sentimos dueños del mundo y queremos imponer las cosas. La fe no se impone, se suscita», recordó.
Hay personas que creen que para ser cristianos se necesita solamente ir a misa. También se necesita, dentro de los problemas, introducir el Espíritu de Dios. Y el Espíritu de Dios es la comprensión, la reconciliación y el encuentro que permite la promoción de todas las personas.
Antes de culminar, el Arzobispo de Lima colocó dos ejemplos que nos ayudan a comprender cómo es posible actuar con hondura, entrega y, simultáneamente, con creatividad y novedad:
«Estos días tuvimos la felicidad de ganar un partido que nos encendió de alegría. Esos muchachos que juegan en la selección están muy bien educados por un gran entrenador que tiene la virtud de promover a las personas, de mirar lo que vale cada muchacho y promover su vocación; para que, desde las entrañas de su ser, puedan jugar con alegría, con lucidez y con iniciativa creadora. Estoy hablando del profesor Gareca, que posee la actitud de un evangelizador con un sentido cristiano impresionante en el modo como educa, porque hace participar al educando en su educación. No es alguien que enseña e impone, suscita la vocación por el fútbol. Esa es la tarea de educación que necesitamos en el país: suscitar las capacidades de todos para que todos podamos promovernos unos a otros, no machacarnos y destruirnos, porque todos valemos, todos somos dignos, porque el Señor nos ha creado como sus hijos, a su imagen, y necesitamos realizar esa imagen».
«El segundo ejemplo es un caso bonito que ha sucedido en medio de los conflictos sociales vividos en Huancayo. Monseñor Barreto fue llamado para mediar e intervenir en el lío tremendo en que estamos, porque nuestro pueblo está sufriendo y es justo que se atiendan las demandas ahora que el costo de vida está subiendo. Él, como arzobispo de Huancayo, le preguntó a la gente: “¿Ustedes quieren que yo sea mediador?” Y la gente dijo: “¡No!”. Entonces se retiró calladito y humilde. ¿Y qué se produjo con esas sencillas palabras? Se armó la posibilidad de una solución. Su actitud sencilla y humilde ha servido con una simple palabra: “Bueno, si ustedes dicen que me vaya, me voy”. Eso no ha sido por indiferencia, sino para permitir que se encuentren y se inicie un camino de diálogo para el bien de todos. Y a la Iglesia le corresponde inspirar, ayudar y humildemente retirarse cuando debe ser, no por desprecio, sino porque tiene que hacer su rol hasta el momento debido, y después irse a su casa y volver cuando sea necesario».
Jesús vive en nuestro país, porque se ha encarnado en personas que aprenden a actuar, educan y ven a la persona humana como lo principal y el bien común de todos.
La Celebración Eucarística de este V Domingo de Cuaresma contó con la visita de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac.