Al llegar el III Domingo de Adviento, Domenica Gaudete (Domingo de la Alegría), el arzobispo de Lima hizo una exhortación a «dejarnos inspirar en el Espíritu del Señor» y «ser renacidos del amor de Dios» para proponer las soluciones que necesitamos en nuestro país y nuestra Iglesia.
«Es el año del hermanamiento nacional. Si no hay soluciones inspiradas, el ser humano tiende a construir construcciones desesperadas, y la única manera de salir de la desesperación es calmarnos en la Paz del Señor que, entregado en la Cruz y desde Niño, nació siempre en la pobreza y no temió a asumir la pobreza, el despojo, el horror, las dificultades, porque viene de parte de Dios a decirnos que Dios está con nosotros y no nos abandona», comentó en la homilía dominical.
Leer transcricpción de homilía del arzobispo de Lima.
Monseñor Carlos Castillo inició su homilía recordando que se acerca el día en que el Señor se hizo carne en María y nace para todos nosotros para llenarnos de alegría y de esperanza. «Toda la humanidad está llamada a ser salvada en el Señor porque Dios nos creó a su imagen, nos creó para ser semejantes a Él, y nos creó, entonces, para gozar de la alegría de su Reino a toda la humanidad: creyentes y no creyentes, extraños de otras religiones, personas que no conocen al Señor e, inclusive, todos los que cometen delitos y males. Todos somos llamados a ser renacidos del amor de Dios», afirmó.
El Primado del Perú explicó que, en este Tiempo de Adviento, debemos adorar al Señor y recibirlo a través de cada acontecimiento de nuestra sociedad, porque «el Señor está escondido dentro de nuestra historia, nace pequeño e insignificante. Hay signos que se realizan en donde el Señor está adelantando su Reino, haciendo posible que, en los gestos de solidaridad, de apertura de las personas, en la atención a los problemas fundamentales de su vida, esté ya presente Dios… ¡Y es por dónde hay que comenzar!», resaltó.
El arzobispo Castillo hizo un llamado a centrar nuestra vida en los momentos difíciles, en la solidaridad, en la unidad, en el servicio a las personas que más sufren. «El Señor ha venido para dinamizar nuestro catolicismo, para salir a servir en todas las circunstancias en que vivimos y vivir la alegría por anticipado», señaló.
Dejarnos penetrar por el Espíritu del Señor.
Monseñor Carlos meditó sobre el Evangelio de Mateo (11, 2-11), que nos habla de Juan Bautista y la situación convulsionada que se vivía. Mientras estaba en la cárcel, Juan envió a sus discípulos a preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?».
¿Por qué dudaba Juan? «Porque todo ser humano que es trejo, que es sincero y que es a carta cabal, es decir, una persona ética, siempre corre el riesgo de construir todo sobre la base de su propia decisión. Esto es importante, pero no es suficiente. Tenemos que dejarnos penetrar por el Espíritu del Señor que permite ir saliendo adelante en las situaciones difíciles, y que es el que necesitamos para inspirarnos en diversidad de soluciones», reflexionó.
Reconocer nuestros límites y purificarnos de todos los males que tenemos.
El arzobispo reiteró que Dios suscita en Juan al precursor de su Hijo, al precursor del Mesías. «Juan el Bautista se dedica a decir que, en medio de la situación difícil, primero, es necesario que todo el mundo reconozca el límite que tiene. Y esto es lo que todos tratamos de hacer en la situación difícil que vivimos hoy: reconocer la culpa que tenemos de los problemas que hay, empezar a purificarnos de todas las cosas y males que tenemos. Esto necesita hacerse porque es una condición importante para, verdaderamente, recibir al verdadero Mesías», indicó.
Personas trejas en la Iglesia para evitar un «catolicismo flojito».
El obispo de Lima destacó la actitud responsable de Juan Bautista, «un ser humano trejo capaz de enfrentar las cosas con lucidez». De igual manera, «necesitamos esas personas trejas en la Iglesia para sacarnos de encima un catolicismo flojito, un catolicismo permanentemente miedoso de afrontar los problemas. Ese catolicismo que nos dice: “Sí, yo soy católico, pero mejor no confieso mis pecados porque no quiero que se enteren”. Y tapa, tapa, tapa… tú me tapas, yo te tapo. También los católicos somos así. Y eso, ¿qué cosas genera cuando yo me tapo y tú me tapas? Corrupción, esconder las cosas y no enfrentarlas, no mirar cara a cara nuestros problemas», precisó.
Como católicos, tenemos la primera tarea de invitar a reconocer los límites que tiene nuestra vida humana para aprender a ser sinceros. Nos hemos habituado, enormemente, a un catolicismo de encubrimiento porque nos hemos acostumbrado a un catolicismo en que falta la reflexión, en que falta la sabiduría.
El prelado aseguró que «el verdadero catolicismo se vive a rostro abierto, a corazón abierto. Por eso, Juan Bautista fue muy importante para la Iglesia, y la Iglesia lo hizo santo católico, santo cristiano».
A los Misioneros Identes y la Hermandad de la Virgen de Guadalupe (Rímac).
En la Apertura del Centenario del Nacimiento de Fernando Rielo Pardal, Monseñor Castillo se dirigió a los Misioneros Identes para agradecerles por su testimonio de servicio. «Ustedes son testigos de Cristo. Que Dios los bendiga, los acompañe y los haga también “misioneros vayantes”, para que vayan por el mundo y por el país anunciando el Evangelio», dijo.
Dirigiéndose a la Hermandad de la Virgen de Guadalupe, formada en la Iglesia San Lázaro, el arzobispo remarcó la importancia de practicar una hermandad comunitaria. «En eso hay que avanzar, porque no basta ser cargador una vez al año. Es necesario ser comunidad para acoger al Señor, testimoniarlo y vivirlo intensamente», declaró.