En el III Domingo de Pascua, Monseñor Carlos Castillo afirmó que todos estamos llamados a reconocer a Jesús Resucitado, presente en nuestra historia de manera sutil y servicial: «Tenemos que ir captando cómo el Señor está presente y dejarnos guiar por su mano. Esto es muy importante porque, solamente cuando se tiene esa actitud, no triunfalista, no alharaca, la Iglesia puede crecer, porque el Señor puede ir llenándonos con su Espíritu e inspirarnos a hacer sus obras, sus acciones», reflexionó en su homilía en la Catedral de Lima.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.
Al comentar el Evangelio de hoy (Juan 21,1-19), el Arzobispo de Lima explicó que el Señor quiere la madurez de sus discípulos, por eso, aparece de manera sutil y servicial para acompañarlos en este nuevo proceso: «Si este acontecimiento no se hubiera vivido, los pescadores se hubieran dedicado únicamente a la pesca y no hubieran ido a pescar hombres», subrayó.
Más allá de la normalidad. La actitud de los discípulos después de la tragedia.
Jesús Resucitado ha querido aparecerse ante sus discípulos de manera incógnita, pero ellos aún se encuentran en la ambigüedad, intentando trabajar con normalidad después de la crisis que experimentaron por la muerte del Señor: «Ellos quieren volver a la antigua normalidad, y el Señor les va a hacer pensar y entender que esto no es posible, porque es necesario emprender algo nuevo. Y para ello, tiene que convencerlos de que su resurrección tiene un fruto», señaló el prelado.
Un eco de la resurrección en los discípulos ocurre cuando el Señor les pide echar las redes a pescar. Aunque no logran reconocer a Jesús, ellos se muestran más obedientes: «Hay signos de resurrección en los propios apóstoles que les han quedado del camino seguido con Jesús, pero ellos no lo saben. El Señor se aparece para hacer consciente lo que está ocurriendo, porque resucitado no es que se ha ido solamente al cielo, sino que está presente en la vida diaria de nosotros, viviendo permanentemente en el corazón de nuestros trabajos, de nuestros esfuerzos, de nuestros dolores, de nuestras crisis y de nuestros pesimismos por tanta tragedia que tenemos todavía hoy», argumentó Monseñor Carlos.
La compañía sutil y servicial de Jesús Resucitado.
La sorpresa de la compañía sutil del Señor contrasta con el lenguaje triunfante y glorioso que presenta el texto del Apocalipsis (5,11-14): “Sentado en el trono, tiene la gloria y el poder”. Es verdad que el Resucitado ha triunfado, pero no ha dejado la forma sutil y sencilla con la que caminó con sus discípulos. Por eso, el Señor aparece desconocido, como un servidor que invita, prepara el desayuno y acompaña.
Jesús está escondido en la historia y nosotros estamos escondidos con Cristo en Dios. Él aparece sutilmente si nosotros nos disponemos a dejarnos llevar por Él.
Pedro reconoce los límites de su amor y Jesús lo alienta.
En otro momento, el Arzobispo Castillo profundizó sobre la actitud de Pedro, que antes de la muerte del Señor, creyó que Jesús era una especie de líder político que iba a resolver todos los problemas. “Te seguiré hasta la cárcel y la muerte”, incluso proclamó.
«Ahora, los discípulos se encuentran golpeados por la situación y están algo cambiados, reconociendo sus debilidades y errores, aceptando la realidad para dejarse guiar por la mano del Señor y por su Espíritu», explicó el Obispo de Lima en su homilía.
En ese sentido, Monseñor Carlos indicó que hay un diálogo que revela el aprendizaje de Pedro y el reconocimiento de sus límites:
En la primera pregunta, Jesús emplea la palabra ágape: “¿Me amas más que estos?”. Y Pedro responde con otra palabra: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. No es un te quiero con un amor total, sino que, la vida le ha mostrado que su amor es muy pobre. Pedro está queriendo decirle a Jesús que su amor existe, pero que tiene sus límites.
En la segunda vez sucede lo mismo, “Simón de Juan, ¿me amas?”, y él responde: “Tú sabes que te quiero”. La tercera vez es distinta, porque es una nueva pregunta: “Simón de Juan, ¿me quieres?”, es decir, me “fileo”, “¿solamente me quieres?”. Al oír esto, Pedro se entristeció y respondió: “Sí, Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que solamente te quiero”, o sea, que mi amor es todavía muy poco.
La verdadera actitud del cristiano resucitado es reconocer, con realismo, lo poco que somos, lo pecadores que somos. Solamente se puede ser vicario del Cristo en la tierra, responsable de la Iglesia, obispo o clero, si lo hacemos como un servicio humilde y sencillo. Y para eso tenemos que reconocer nuestro límite.
Somos cristianos pecadores, no cristianos triunfalistas.
Finalmente, Monseñor Castillo exhortó a reafirmar nuestra actitud como creyentes y cristianos resucitados, recordando que el Señor está escondido en nuestra historia presente: «no somos supermanes, somos personas que tenemos que ir captando cómo el Señor está presente, y obedeciéndolo poco a poco, dejándonos guiar por su mano», enfatizó.
El Arzobispo de Lima reiteró el llamado del Papa Francisco a vivir un tiempo de la misericordia para llamar a las personas a recapacitar e insistir que la Palabra de Dios puede remover montañas, entrar en la entraña de cada persona y convertirnos en seres que capaces de amar y actuar solidariamente.
Se necesita que todos los sectores del país, desde los más sencillos hasta los más grandes, desde los que tienen una función de ciudadano y los que tienen una función de dirigente del país, todos tenemos que ir cediendo, poco a poco, pero no ceder ante las componendas, tenemos que ceder ante el bien común, y eso supone un crecer y un madurar.
La Celebración Eucarística de este III Domingo de Pascua contó con la participación de Monseñor Alfredo Vizcarra, Obispo de Jaén, quien agradeció los gestos de solidaridad durante la campaña de ayuda humanitaria por el terremoto ocurrido en la región norte de la Amazonía.