Monseñor Carlos Castillo: Cuatro años como Pastor de Lima

Se cumplen cuatro años de la ordenación episcopal de Monseñor Carlos Castillo, 33° Arzobispo de Lima y Primado del Perú, que un 2 de marzo de 2019 le dijo a nuestra Iglesia peruana: «A ti te digo ¡Levántate!».

Con ocasión de esta fecha especial, nuestro arzobispo de Lima ha enviado un sentido mensaje a toda nuestra Arquidiócesis, comunidades parroquiales, sacerdotes, religiosas, jóvenes, seminaristas, laicos y laicas. Estas son sus palabras desde Roma:

Queridos hermanos y hermanas:

Por medio de este mensaje, quiero agradecer a todos y todas por sus innumerables muestras de afecto y amistad, tanto por mis 73 años como por los cuatro años que llevo como Pastor de nuestro pueblo en la Arquidiócesis de Lima.

La vocación de Pastores nos la da Dios a todos los bautizados, y a algunos nos propone un servicio o ministerio por medio de la ordenación decidida por el Santo Padre (en mi caso, por el Papa Francisco). 

Hace cuatro años empezamos este camino y comenzamos ahora el quinto año. Quiero no solo agradecer al Santo Padre por su confianza, sino también a ustedes que, como Pueblo de Dios, me transmiten permanentemente el Espíritu de Jesús. Quizás no lo notan, pero, a través de sus vidas, sus historias; a través de sus sufrimientos y esperanzas, penas y alegrías; a través de sus iniciativas, palabras, gestos, reflexiones, críticas y consejos, fortalecen nuestra misión. En esas experiencias vive el Espíritu del Señor, conduciéndonos misteriosamente y sin medida, a vivir en comunidad de Iglesia viva que acompaña cada paso del camino de nuestro pedacito de humanidad llamado Lima y llamado Perú. 

El próximo domingo vamos a celebrar la Transfiguración del Señor, aquel momento sublime en que Jesús decide mostrarles su rostro a sus discípulos y, para eso, les anticipa la meta del camino que los invito a seguir. Y lo hizo porque veía en ellos muchas confusiones, confusiones que llevaron a los discípulos a litigar con Jesús y a rechazar su actitud solidaria con los sufrimientos de su pueblo. 

Esos pensamientos que Jesús dice que no son los de Dios sino los de los hombres, hoy, también, nos azotan como humanos y como peruanos, debilitados por la dura situación que vivimos. Son tentaciones similares a las que Jesús tuvo como humano y como hebreo, las que pretenden separarnos de nuestra condición de hijos del mismo Padre y de hermanos entre nosotros: a) La tentación del pan conseguido por magia o a cualquier precio, incluso la violencia y la ambición b) La tentación del fanatismo religioso que se cree todopoderoso y que se impone a los demás en forma desmedida como una especie de superpoder c) La del poder político absoluto que, fruto de un ego enfermo, quiere ser adorado para dominar sin límites.

En este camino sinodal de la Cuaresma, el Papa Francisco nos ha invitado a que subamos por un momento al monte alto para ver a Jesus y escucharlo a lo largo del camino y, especialmente, a través de la voz de los hermanos y hermanas que sufren. Y con la luz del Señor ver lejos, sin estrechez, sin ceguera, dejándonos cautivar por la luz de su amor entrañable y gratuito, único modo de vencer toda tentación. 

Su luz no ciega, ilumina el horizonte y abre los ojos para ver el panorama más grande. No encierra, sino abre. Su Palabra nos acompaña siempre, y su invitación a bajar del monte para seguir su camino, es también una invitación a pisar tierra y seguir con realismo, sin locas ilusiones, para levantarnos a actuar sin temer al servicio de todos y del bien común.

Hermanos y hermanas, somos un país mayoritariamente creyente y cristiano, pero en muchos aspectos no parece notarse nuestra fe. Vivimos, a veces, como si Dios no existiera ni actuara. Llamo por eso a todos ustedes. a seguir esta Cuaresma con un sentido de conversión personal y social, volviendo a nuestra condición de hijos y de hermanos. Por ello, ayudémonos a superar los males que nos aquejan, especialmente, en nuestro rol de autoridades y todo tipo de liderazgo.

– Intentemos evitar decisiones y dictámenes que rompan el equilibrio necesario a toda democracia, y que, más bien la debilitan porque desaparece el control y surgen intereses exclusivistas y privilegiados, originándose pésima calidad educativa y daños al erario público. Ninguna institución del Estado que está llamada a velar por el bien de todos, debe erigirse en protectora solo de algunos.

– Evitemos ocultar información verídica sobre hechos delictuosos que han conducido a la muerte de muchos compatriotas. Intentemos llegar al fondo de las investigaciones, sin intentar blindar a las personas causantes pertenecientes a instituciones que están para servir, controlar inteligentemente, pero no para agredir violando elementales derechos. No es posible que se permita ataques inmisericordes, ni de infiltrados, ni agitadores, ni de permisos para matar sin ton ni son.

– No hay que olvidar que el Estado está llamado siempre a tener superioridad moral sobre cualquier enemigo, sin perderla con agresiones indiscriminadas. Por ello, es preciso que se separe la violación de los derechos humanos elementales, evitando leyes que, más bien, la alienten.

– Ante una demanda fuerte venida de la población que muestra desaprobación por una parte y deseos clamorosos por otra, es preciso prestar atención y, por lo menos, responder con atención a la demanda más profunda que está detrás de estos deseos clamorosos. Permanecer indiferentes como autoridades a estas demandas, es contribuir al caos, de modo que cualquier ataque a la reconciliación es cristianamente un grave pecado de indiferencia y una burla que Dios rechaza. Como dice en los Proverbios: “El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta” (Prov. 21, 13), y “El que oprime al pobre insulta a su Creador, el que tiene piedad de los indigentes le rinde homenaje” (Prov. 14,31) 

– Necesitamos, por eso, superar los enfrentamientos entre peruanos y, para ello, escucharnos con respeto, sobre todo, escuchar el clamor de las víctimas, especialmente, de sectores periféricos respecto a los lugares centrales. No prolonguemos una situación de oídos sordos, creyendo que todo se resuelve imponiéndose unos sobre otros.

– Hay mucho que resolver y, por tanto, hay mucho que conversar. Desistamos de la arrogancia, del desprecio del otro, y sustituyamoslo por el aprecio y la comprensión del que siente y piensa diferente y hasta opuesto. Abramonos todos a lo justo y razonable, especialmente, a quien lleva la parte peor. No hay vuelta de la tranquilidad si hay aún injusticias y heridas sangrando. No idealicemos ni evaporemos la dura realidad, más bien, afrontemosla.

Finalmente, cuidemos y fortalezcamos las instituciones que velan por el bien común, sin corroerlas ni usarlas, ni desnaturalizarlas fuera del bien ciudadano. Y, sobre todo, generemos nuevas asociaciones de ciudadanía solidaria que nos hermanen como peruanos y permitan la paz entre nosotros.

Hermanos y hermanas, en esta Cuaresma, queremos la paz. Escucha, Padre, a tu pueblo, queremos la paz, la paz organizada y dinámica, con la participación de todos y todas. Hagamos de este momento difícil, un paso para organizarnos mejor por la paz.

Preparemos todos, especialmente, las autoridades de todo el país (culturales, políticas, sociales, económicas y religiosas), para llegar resucitados como hermanos que se aman en la noche santa de Pascua, reconociendo a Jesús Crucificado en todos los vulnerables que claman, rechazando toda violencia, y todo autoritarismo inmisericordes.

Y que llegados al domingo de la vida resucitada que nos dio Jesús, recibamos la dicha de vivir haciendo en nuestras acciones e intenciones, la voluntad amorosa y justa de nuestro Dios.

Oremos y actuemos de acuerdo con Jesús. Y en este día de este aniversario de mi ordenación, mi bendición a todos ustedes en el Señor Jesús que nos protege de toda injusticia y de todo mal. Y que en esta Cuaresma lleguemos todos resucitados al día de Pascua, el domingo de Resurrección.

Amén