Pastoral de Salud: acompañamiento a pacientes Covid-19 mediante el voluntariado

La preocupación de la Iglesia de Lima por seguir acompañando a quienes necesitan del consuelo de la Palabra y la fortaleza de la oración ha suscitado nuevas formas de seguir evangelizando a través del servicio de los laicos, quienes se organizan en sus comunidades para compartir ayuda humanitaria con las familias más pobres, y ahora, acuden a los hospitales para orar junto a los pacientes internados.

Este es el caso de Danitza Yasmeli Arévalo García, médico de profesión que trabaja en la Villa Panamericana, y forma parte del equipo de voluntariado de Salud de la Arquidiócesis de Lima: «Me siento muy agradecida con Dios por permitirme formar parte de este voluntariado, porque antes de ello, yo me sentía con mucha angustia, con mucho temor, incluso para acercarme a los pacientes Covid-19 y después regresar a mi casa», expresa Arévalo.

«En cada gesto que hacemos se evidencia el amor de Dios».

«Me siento fortalecida al tener estas herramientas que nos han hecho llegar como el Rosario, las cartillas de oraciones y el agua bendita. Desde mi experiencia puedo apreciar la bondad de Dios hacia los pacientes de Covid-19, abriéndose al amor de Dios y queriendo ser sanados», comenta la voluntaria.

En cada gesto que hacemos se evidencia el amor de Dios y su presencia, cuando oramos con ellos y rezamos el Rosario

«Yo me siento muy bendecida, me siento protegida, porque sé que las herramientas que nos han dado, no solo es para el personal de salud, sino también para las personas que están enfermas, enfermos físicamente y enfermos espiritualmente», indicó.

«Ver a Dios en el hermano que sufre».

Roxana Pereyra es una enfermera de profesión del Hospital Dos de Mayo. Ella participa como catequista en la Parroquia San Juan Apóstol, y cuando se enteró de la convocatoria de la Pastoral de Salud, no dudó en inscribirse: «tal vez lo más difícil para mí, sea el no poder estar con mi familia, pues mi trabajo implica el contacto directo con pacientes Covid-19», explica.

«El ritmo es intenso, la atención y las emergencias constantes y creo firmemente que si algo puedo agradecer hoy es la fe que me sostiene – añade la enfermera – a medida que se ha incrementado el trabajo, he observado cómo la fe es un componente invalorable. He visto enfermeras y doctores caer en desánimo y tristeza, por el nivel de estrés que llevamos».

En medio de este ritmo, muchas veces vertiginoso, siento que Dios me ha puesto en estas circunstancias, para que ponga en práctica lo que he aprendido e intento vivir. Muchas veces me toca animar, no sólo a los hermanos enfermos, sino también al personal médico y enfermeros».

«También invito a mis compañeros de trabajo, a que se unan al rezo del Rosario en nuestros momentos de descanso, y nos conectamos también con los sacerdotes, con los cuales cantamos y oramos. Dios nos ayuda a mantener el buen ánimo, y la paz que nos da, hace que se contagie en el ambiente del hospital, el deseo de hablar con Dios en cuyas manos estamos», subrayó.