«Nuestra respuesta como pastores, como dirigentes, como representantes tiene que ser siempre escuchar y responder después de haber escuchado, y hacerlo de forma profunda, atendiendo los latidos más hondos», comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo durante su homilía en la Misa por la Nación celebrada en la Iglesia Las Nazarenas. Al finalizar pidió un momento de silencio para reflexionar juntos «cómo yo puedo ser un milagro para mi pueblo».
Las lecturas de hoy nos recuerdan que el pueblo de Israel esperaba que algún día en el Valle de Josafat se juzgaran a los que maltrataron a Israel, y a su vez consolara a su pueblo protegiéndolo y auxiliándolo, es decir, bendiciéndolo.
El Evangelio nos muestra que mientras Jesús habla, y habla a una multitud inspirada por la misma Palabra de Jesús, una mujer levanta la voz, y la levanta para elogiar, alabar y bendecir a Jesús, pero lo hace en forma indirecta bendiciendo a su madre: ‘bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron’
Así, la mujer del pueblo sencillo que conoce agradecida la presencia bendita de Jesús en medio de su pueblo como muchas mujeres también en nuestro país reconocen la presencia de Jesús en nuestra historia y en nuestra ciudad. Pero Jesús la ha escuchado, y no desprecia las palabras de esta mujer, sino que las valora, y las mejora, mejora su sentido de bendición alentando a ella y a su pueblo para que profundice esas palabras.
Jesús la ayuda y nos ayuda a percibir que la bendición, la dicha, la alegría, el aliento, vienen además a partir de la forma específica en que María es madre, escuchando la Palabra de Dios y poniéndola en práctica.
Escuchar y profundizar: labor de todo pastor
Escuchar la voz del pueblo, y sobre todo de las mujeres del pueblo, y profundizar en su sentido, es la labor de todo pastor. Y aquí pastor no solamente significa aquellos que ejercemos como pastores de la Iglesia, sino la labor de todo dirigente, de todo representante, de toda autoridad, de todo profesional, de todo alcalde, de todo obispo, y de todo presidente.
Como dijo hace poco el Papa a los tres que formamos parte de nuestra comunidad de obispos que dirige la Iglesia de Lima:
“Necesitamos obispos capaces de escuchar el latir de las comunidades, de sus sacerdotes , incluso a distancia: sentir el latido. Pastores que no se contentan con presencias formales, reuniones de agendas o diálogos de circunstancias. A mí me vienen en mente pastores que se preocupan tanto de sí mismos que parecen agua destilada, que no sabe a nada. Se necesita pastores de la escucha que también sepan prestar oído inclusive a lo que no es agradable oír. Por favor, no se rodeen de lacayos y yes men… los sacerdotes “trepadores” que buscan siempre algo.. no, por favor” – Mensaje del Papa a nuevos obispos
Estas palabras en la Misa por la Nación nos ayudan a aprender a escuchar como Jesús hace a la gente, a interpretar el sentir profundo, el latido profundo que está detrás de sus palabras, porque detrás de eso está la inspiración de Dios, del pueblo que escucha a su Señor y que también desde el corazón de sus problemas quiere una respuesta, y nuestra respuesta como pastores, como dirigentes, como representantes tiene que ser siempre escuchar y responder después de haber escuchado, y hacerlo de forma profunda, atendiendo los latidos más hondos.
El milagro de ser una esperanza para nuestro pueblo
Nosotros como cristianos que acompañamos el recorrido de Jesús por nuestras calles también estamos llamados a escuchar primero la Palabra de Dios. Y es necesario reflexionarla, pensar mejor las cosas, saborear la Palabra, recapacitar y luego practicar lo que Él nos dice.
Se trata de reconocer los milagros que Dios ha hecho en nuestras vidas, pero también el milagro más grande que es Jesús, y además practicar a Jesús, sobre todo en los momentos que vivimos en que todos estamos en un proceso real de repensamiento y de cambio. Necesitamos escuchar para dejarnos inspirar y practicar lo adecuado y justo. Eso es especialmente para todos los que somos dirigentes del país, dejando de lado nuestras estrecheces y miserias, adquiriendo la apertura del ancho corazón de Jesús que no mezquina, sino que sale al encuentro del otro, que dialoga y reconoce lo que es justo y adecuado hacer. Así adquiriremos el ingenio que nos permita recrear nuestro país en un país justo y pacífico, así lo ha dicho nuestro presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Mons. Miguel Cabrejos, diciéndonos que ésta es una oportunidad única para superar la epidemia de la historia de la corrupción. Tenemos que seguir profundizando y viendo la mejor forma que todos estemos en ese camino sin que nadie falte.
No sólo hemos recibido de Jesús milagros, hemos recibido la misión de la dicha de compartir esos milagros, y por tanto, hemos elaborado este pequeño lema para todo este mes: “Peruano, peruana. Limeño, limeña. ¡Sé tú un milagro para tu pueblo!” – en la esperanza de que todos si nos entendemos como un milagro para el otro rehacemos nuestro ser para darnos enteros dando lo mejor que tenemos cada uno, eso supone reflexionar también cuántas heridas tenemos pero también cuántos valores y cuántas cosas interesantes para compartir con los demás.
Anchura de corazón para superar dificultades
Yo estoy seguro que todos los peruanos de una u otra posición, de cualquier manera de pensar, justamente por ser hijos y ser peruanos, y haber recibido los milagros del Señor, tenemos esa capacidad de salir de nosotros mismos. Cuando uno tiene diferencias es difícil que pueda reconocer al otro, pero en eso está la grandeza de nuestra fe, en que la anchura de corazón nos hace capaces de superar las situaciones, y por eso hoy día agradecemos al Señor que no se bajó de la cruz.
La última tentación de Jesús fue: si eres hijo de Dios demuéstranos que eres poderoso y bájate de la cruz y véngate de tus enemigos. Jesús no se bajó de la cruz, decidió mostrar que el rostro de Dios es el camino del amor, del perdón, del encuentro y de la apertura. Y se puso encima de la agresión de sus enemigos para traer la promesa de mostrar que Dios es un Dios noble, que es Padre de todos y nos permite caminar juntos.
Esa firmeza para mostrarse aquello que acepta inclusive al enemigo para poderlo cambiar es la que hoy día nos pide Jesús. Cuando a Jesús le pegaron una cachetada en la mejilla le dijo al guardia que le pegó: si he pecado dime en qué, y sino por qué me pegas – lo llamó a recapacitar, no le respondió con otra cachetada pero tampoco se quedó callado. La palabra, la palabra es capaz de transformarnos a todos, insistamos en la palabra, y qué grande es que todavía estemos por caminos democráticos en donde eso va ser posible.
Que Dios los ayude en este camino, pidamos justamente hoy día para que la Patria dialogue, para que las heridas que hay las superemos, para que nos miremos a la cara, para que nos comprendamos y nos apreciemos, no nos despreciemos. Por eso ahora tengamos un ratito de silencio meditando cómo yo puedo ser un milagro para mi pueblo.