Superar la tentación de lo virtual sobre lo real, estando atentos también a la velocidad de las transformaciones y teniendo en cuenta también que el “tipo de conocimiento que ponemos en práctica “tiene implicaciones morales en sí mismo”. Fueron algunas de las indicaciones del Papa a la PAV al reflexionar sobre algunos desafíos sobre la ciencia y la técnica, al servicio de la dignidad de la persona.
La Iglesia no cesa de alentar el progreso de la ciencia y de la técnica al servicio de la dignidad de la persona y para un desarrollo humano «integral e íntegro». Por eso el Papa Francisco, al recibir a los miembros de la Pontificia Academia para la Vida que estos días reflexionan sobre la relación entre la persona, las tecnologías emergentes y el bien común se refirió a tres desafíos actuales: el cambio de las condiciones de la vida humana en el mundo tecnológico; el impacto de las nuevas tecnologías en la definición misma de «hombre» y de «relación», con particular referencia a la condición de los más vulnerables y el concepto de «conocimiento» y las consecuencias que de él se derivan.
Gran responsabilidad para con la Creación.
Sobre el primer desafío el Papa subrayó que la tecnología “ayuda a comprender mejor el valor y el potencial de la inteligencia humana”, por lo que esto nos habla “de la gran responsabilidad que tenemos para con la creación”. De hecho, hoy en día “el rápido desarrollo de los medios técnicos hace más intensa y evidente la interdependencia entre el hombre y la ‘casa común’”.
La fuerza y la aceleración de las intervenciones son tales, observó Francisco, “que producen importantes mutaciones, tanto en el medio ambiente como en las condiciones de vida del hombre, con efectos y evoluciones no siempre claros y previsibles”. Algo que queda demostrado “por las diversas crisis – de la pandemia a la crisis energética, de la crisis climática a la crisis migratoria -cuyas consecuencias se afectan y se amplifican mutuamente». Por eso, para el Papa “un desarrollo tecnológico sólido no puede dejar de tener en cuenta estos complejos entramados”.
La tentación de lo virtual sobre lo real.
En relación al segundo desafío, el impacto de las nuevas tecnologías en la definición de «hombre» y «relación», especialmente en lo que se refiere a la condición de sujetos vulnerables, el Santo Padre puso el acento en la tentación de que se sustituya lo virtual sobre lo real: “la tecnología no puede suplantar al contacto humano, lo virtual no puede sustituir a lo real y tampoco las redes sociales al ámbito social”. Poniendo como ejemplo los procesos de investigación científica constató que, en ellos, la relación entre persona y comunidad apunta a «implicaciones éticas cada vez más complejas». Por ejemplo, en el ámbito de la salud, donde la calidad de la información y la atención al individuo dependen en gran medida de la recogida y el estudio de los datos disponibles, debe abordarse el problema de combinar la confidencialidad de los datos del individuo con la puesta en común de la información sobre él en interés de todos. “Sería egoísta”, dijo el Santo Padre, “pedir que se nos trate con los mejores recursos y competencias de que dispone la sociedad sin contribuir a aumentarlos”.
Vigilar la velocidad de las transformaciones.
En términos más generales, el Papa señaló que piensa “en la urgencia de que la distribución de los recursos y el acceso a los cuidados beneficien a todos, de modo que se reduzcan las desigualdades y se garantice el apoyo necesario, especialmente a los más frágiles, como los discapacitados, los enfermos y los pobres”, motivo por el cual “hay que estar atentos a la velocidad de las transformaciones, a la interacción entre los cambios y a la posibilidad de garantizar un equilibrio general”. El compromiso debe dirigirse a «garantizar que cada persona crezca en su estilo particular, desarrollando su propia capacidad de innovar a partir de los valores de su propia cultura».
«El todo es superior a las partes».
Sobre la definición del concepto de conocimiento y sus consecuencias, el Papa destacó que el “tipo de conocimiento que ponemos en práctica ya tiene implicaciones morales en sí mismo”. A modo de ejemplo, señaló lo paradójico – cuando se habla de tecnologías para potenciar las funciones biológicas de un sujeto – de hablar de un hombre «aumentado» si “se olvida que el cuerpo humano se refiere al bien integral de la persona y, por tanto, no puede identificarse únicamente con el organismo biológico”. «El todo – recordó Francisco – es superior a las partes» y «todo en el mundo está íntimamente conectado”. En este sentido, también es bueno que la teología avance en la superación de los enfoques eminentemente apologéticos, para contribuir a la definición de un nuevo humanismo y favorecer la escucha mutua y la comprensión recíproca entre ciencia, tecnología y sociedad, dado que “la falta de diálogo constructivo entre estas realidades empobrece la confianza mutua que subyace a toda convivencia humana y a toda forma de ‘amistad social’”.
Ante estos desafíos tan complejos, el Papa finalizó su discurso animando a los miembros de la Pontificia Academia para la Vida a seguir en el compromiso para que el crecimiento científico y tecnológico se concilie cada vez más como un paralelo desarrollo del ser humano “en términos de responsabilidad, valores y conciencia”, sabiendo que el Señor “no nos abandona y que lo que logramos tiene su raíz en la confianza que ponemos en Él, ‘amante de la vida’”.