La mañana del miércoles 8 de diciembre, la Catedral de Lima abrió sus puertas para llenarse del espíritu y la alegría de nuestros niños que realizaron su Primera Comunión. El encargado de presidir la Celebración Eucarística fue el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo.
Comentando el Evangelio de Lucas (1, 26-38), que narra la Anunciación del Ángel Gabriel, Monseñor Castillo explicó que este relato nos recuerda la delicadeza que tiene el Señor para dirigirse a María con un piropo: ¡Llena de gracia! Dice el Ángel, es decir, la abundante de gracia, porque es amada por Dios: «Cuando nosotros somos amados, siempre nos va bien, inclusive en las malas situaciones, porque nos quiere nuestro papá, nos quiere nuestra mamá, nos quiere María y nuestro Dios, que nos ama de corazón porque somos sus hijos», indicó.
El camino de Jesús en este mundo comienza con una palabra del Ángel Gabriel: ¡Alégrate! Entonces, estamos en la religión de la alegría, no de la tristeza. Y la alegría significa maravilla, plenitud, confianza, amistad, abundancia de bienes, de amistad y de compartir.
El Arzobispo de Lima aseguró que, a pesar que algunos no podamos entenderlo, todos somos amados gratuita y generosamente para vivir alegres en Dios, y desde esa alegría profunda que recibimos, poder enfrentar toda la vida que viene.
Así como María acogió, en su seno, la sombra del Espíritu que la hizo generar en esta vida a Jesús, nosotros también estamos llamados a vivir acogiendo a Dios que nos ama abundantemente.
En otro momento, Monseñor Castillo resaltó la actitud que tuvo María al aceptar el don de Dios: «Ella no se creyó la divina pomada, ella aceptó humildemente la voluntad de Dios sin sentirse merecedora de ese amor. Y ésa es la vida que ustedes van a llevar ahora niños y niñas, ustedes van a acoger a Jesús en su seno también y en su ser».
El camino no es tanto temerle a Dios, sino comprender a Dios, tratar de colocarse en sintonía con el Señor, para poder hacer, según su voluntad, que en nuestra vida la fuerza del amor de Dios coincida con nuestras decisiones, y nuestras decisiones coincidan con la voluntad del Señor.
Monseñor Castillo reiteró que la comunión es aquella comida que nos vuelve hermanos de todos los seres humanos, porque es el Hijo del Padre el que nos hace hermanos: «El Padre nos manda a su Hijo que, a su vez, se quiso plasmar en el cuerpo y la sangre, en una presencia real que nos impulse a ser hermanos los unos de los otros», recalcó.