Arzobispo en Seminario: Regenerar el mundo desde una mirada humana y cristiana

Al iniciarse el Seminario de Formación Política «Perú 2021: Desafíos y Claves para el discernimiento», Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, inauguró la primera sesión virtual con más de 1000 participantes, afirmando que la Iglesia no se desentiende de las realidades humanas, porque «todo lo humano afecta directamente a la Iglesia(…) Por eso Jesucristo se ha encarnado en la humanidad. Y desde ella clama, proclama desde la humanidad universal y específica, la de los pobres, la de los últimos y las víctimas (…) Jesús muere, en el fondo, para resucitar a la humanidad a una nueva manera de vivir que requiere una nueva forma de hacer política que no es la tiranía ni el endiosamiento».

Escribe: Juan José Dioses.

El Arzobispo de Lima dividió su ponencia sobre el discernimiento cristiano en la política en tres puntos claves: 1. El lugar político en la realidad humana, 2. La situación de la crisis sistémica y la crisis política, 3. La misión de la Iglesia sinodal que regenera los lazos en el mundo sociopolítico.

1. El lugar político en la realidad humana.

Citando la Populorum Progressio, encíclica del Papa Pablo VI, Monseñor Castillo explicó que el desarrollo humano requiere, además de técnicos y especialistas, pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo. Por ello, es necesario que las condiciones de vida menos humanas se transformen en condiciones más humanas y dignas, prevaleciendo en nosotros la capacidad de amar que los cristianos tenemos desde nuestros orígenes como fundamento de nuestra fe en Dios.

Dios nos ha creado para ser más humanos, es decir, para amar como Dios nos ama. Más humano significa también más parecidos a Dios.

Este paso de las condiciones menos humanas a más humanas, es también un llamado a considerar la realidad concreta en sus distintos niveles: económico, político, cultural y religioso. Carlos Castillo aseguró que la no consideración de estos niveles o su interpretación separada, podría conllevar a que se haga un uso de la religión para la política o la política para la religión: «las religiones las construimos los seres humanos por nuestra apertura a  Dios», reiteró.

El asunto central es que si no se distingue, se apresura uno a convertir la religión en una ideología. Y simultáneamente, también se puede reducir la religión a lo político y hacer de la política una cosa religiosa.

En ese sentido, el aporte más importante de la Populorum Progressio es que lo humano se coloca como el punto de conjunción entre la fe cristiana y lo político: «cada vez que nosotros decimos una palabra de fe, esta palabra de fe debe llegar a lo político, es decir, a las decisiones del gobierno, pero mediante una reflexión humana que permita hacer incidir aquello que sentimos y vivimos en la fe(…) Siempre es el ser humano lo que está en juego, lo que nos da lugar como fe», reflexionó el prelado.

Jesucristo se ha encarnado en la humanidad. Y desde ella clama, proclama desde la humanidad universal y específica, la de los pobres, la de los últimos, de los que son víctimas.

Monseñor Castillo precisó que es necesario ver cuánto de humano y de sentido de plenitud, de bien común para todos, está en juego en cada decisión política que se toma: «hay que saber situarnos como creyentes para acertar en una verdadera, adecuada y justa manera de tratar lo político, desde una intervención cuidadosa que respete la democracia, la voluntad general de los pueblos y de las personas».

2. La situación de la crisis sistémica y la crisis política.

Crisis política en Perú (Noviembre 2020)

En este segundo punto, el Arzobispo hizo hincapié en la crisis epocal que vivimos en el Perú y en América Latina, una crisis parecida a la que vivió Descartes con el fin de la edad media y el inicio de nuevos fundamentos: «se están creando las bases de una nueva época. Y el primer signo de esta crisis epocal y sistémica es la Pandemia, que ha reformulado todo el sistema de vida y está ‘crujiendo’, de tal manera que, lo político también se daña y también se rompe».

Por lo tanto, lo político también está llamado a re-entenderse desde un rol específico que es el bien común: «el bien común no desaparece nunca, lo que pasa es que cambia de formas, de cómo se hace el bien común juntos», recalcó el Primado del Perú.

«La economía mundial pasó de ser una pelea de varios bloques a una unidad de todos los bloques en el desarrollo tecnológico,(…) de tal manera que, para poder vivir en este sistema y tener un lugar, necesitamos conocer y ser educados. Y la mayor parte del mundo no está en condiciones de educación, no puede acceder al conocimiento (…) Y las primeras consecuencias de este sistema – que empezó en los años 90 – lo estamos viendo en países como Chile, Colombia y Brasil», declaró el Arzobispo.

Hay, por lo tanto, una enorme población que no accede a los beneficios de este sistema debido a un ‘elitismo estructural’, en donde un grupo de personas concentra el conocimiento: «es verdad que lo comparte, pero muy lentamente. Y siempre los que entran el final, entrarán con mucho menos condiciones(…) Y aunque los jóvenes son más hábiles para acceder e integrarse como grandes estudiosos, siempre son pocos», apuntó el Monseñor.

El gran problema no es solamente que hay que repartir más conocimiento, sino que hay que hacer un sistema que pueda ponerse en la condición de los que están en el margen y no solo en la condición de la tecnología. La vida humana real es mucho más compleja e interesante que la destilación que hacemos por medio de la técnica y la ciencia.

El sistema desestructura la sociedad de base, manifiesta Carlos Castillo, provocando que se rompan los vínculos, «todos somos individualistas», al punto que competimos entre nosotros y no nos asociamos. «Y si nos asociamos, no lo hacemos como hermanos, sino como socios para ganar plata, no hay cuidado por la educación social (…) Nosotros somos una gran Iglesia que puede convocar a la conversación y poner acuerdos, a tener ideas e imaginación. Por eso es que en las iglesias la gente viene a las parroquias, porque encuentra un lugar para reunirse y conversar, no solamente rezar. Y es porque también somos un espacio social al servicio de la sociedad».

Es necesario volver a renovar la capacidad de construir un proyecto común en donde todos contribuyamos y se tenga en cuenta el equilibrio de todas las fuerzas. A eso le llamamos el bien común.

La crisis social, ecológica y económica es tan grave que inevitablemente se desencadena en una crisis política con ausencia de visión total: «la política está atravesada y dominada hoy día por la economía. Si la política atiende el interés particular y se encierra en sus intereses privados sin mirar el conjunto, se convierte en un instrumento de la economía», puntualizó Castillo.

3. La misión de la Iglesia sinodal que regenera los lazos en el mundo sociopolítico.

Misa en memoria por las 16 víctimas de la Masacre en San Miguel del Ene (Mayo 2021).

Como último punto de discernimiento está el papel de la Iglesia para hacer resurgir lo político como horizonte común. Y para ello, Monseñor Carlos Castillo hizo referencia a la propia crisis epocal que Jesucristo vivió, sentenciado políticamente a una muerte injusta. Pese a ello, Cristo decide mostrar el rostro amoroso de Dios que perdona a los seres humanos, los comprende y los acompaña, más aún en las injusticias: «Es un modo de introducir el factor de la fe como amor, para que haya una reconstrucción de la forma de dirigir el mundo. Jesús muere, en el fondo, para resucitar a la humanidad a una nueva manera de vivir que requiere una nueva forma de hacer política que no es la tiranía ni el endiosamiento», subrayó el prelado.

Haciéndose eco al llamado del Papa Francisco a construir una Iglesia en la sinodalidad, el Arzobispo de Lima reiteró la importancia de anunciar el Evangelio a los pueblos compartiendo en comunidad y desde todos los niveles, pero sobre todo, sin imponerse: «la Iglesia está para educar y suscitar con su corazón, con su amor», manifestó.

«La Iglesia promueve un laicado inserto en lo político, pero a su vez, tiene un papel profético propositivo, tanto a nivel personal como en conjunto de la Iglesia, suscitando las capacidades de la sociedad para organizarse por el bien común. Todo lo bueno y valioso que hay en el mundo es, entonces, motivo de nuestra relación con lo político», dijo el prelado.

La clave para discernir lo político es cuánto estamos orientados hacia el bien común. Y cuánto, como cristiano, puedo contribuir a que ese bien común se forje, se fortalezca y crezca (…) Las autoridades eclesiales, los sacerdotes, están para resucitar lo político desde el bien común, no para partidizar a la Iglesia.