En el marco de la 32ª Jornada Mundial del Enfermo, nuestra Catedral de Lima recibió a cientos de hermanos y hermanas que recibieron el sacramento de la Unción. En este domingo VI del Tiempo Ordinario, Monseñor Juan José Salaverry reflexionó sobre la curación del leproso como un acto de la misericordia de Jesús.
El obispo auxiliar de Lima empezó recordando que en el Antiguo Testamento existían realidades que mostraban la bendición de Dios sobre la humanidad (prosperidad, salud, larga vida, fecundidad) y, al mismo tiempo, otras realidades que eran tenidas como castigo divino (pobreza, infertilidad, enfermedades, pobreza), entre estas situaciones, la lepra era una enfermedad que marcaba el cuerpo y la dignidad de la humanidad enferma.
También se hizo presente nuestra Vicaría de la Juventud en el «Inicio de la peregrinación de la Cruz de los jóvenes de Lima», que recorrerá las vicarías territoriales de nuestra Arquidiócesis, preparando el camino hacia la Jornada Arquidiocesana de la Juventud 2024.
En su comentario del Evangelio de hoy (Mc 1, 40-45), que narra la sanación de un leproso, Monseñor Salaverry explicó que, «El leproso tenía que vivir despeinado, harapiento, apartado fuera del campamento, fuera de la ciudad. No podía encontrarse físicamente con sus familiares, y si caminaba por las calles de la ciudad, tenía que tocar una campana mientras gritaba: ¡leproso, leproso!» El leproso no solo quedaba marcado en la piel, sino dañado en el corazón y mermado en su propia dignidad humana.
Frente a esta dura realidad, Jesús llega para enseñarnos cómo tratar a todos aquellos que están sufriendo una cruel enfermedad. Él se acerca, toca al leproso y lo cura con su amor. «¿Cuántas personas necesitan ser curadas con la cercanía de los demás? ¿Cuántas personas necesitan ser tocadas en el corazón y sanar sus heridas?», preguntó el obispo auxiliar.
Monseñor Salaverry afirmó que el Señor quiere curarnos e invitarnos a «transmitir la cercanía de Dios que regenera, cambia y devuelve la vida». Todos tenemos necesidad de curación, hay enfermedades que nos afectan físicamente y otras que nos afectan moralmente. No podemos ser indiferentes ante el dolor humano, tampoco despreciar y marginar al hermano que sufre porque es señalado por lepras físicas o morales.
La traducción litúrgica del Evangelio dice que Jesús sintió compasión por el leproso, no pocos exegetas dicen que la traducción más correcta es que Jesús mostró su indignación, no a causa del leproso, sino por el sistema religioso que marginado y tratado de forma injusta, indigna e inhumana al enfermo. ¿Hoy, no tendremos en nuestro camino enfermos de distintas lepras que tratamos de la misma manera? agregó Monseñor Salaverry.
Superar los prejuicios y actuar con misericordia
Nuestro obispo auxiliar de Lima hizo un llamado a superar los prejuicios que nos impiden actuar con misericordia ante la enfermedad, la pobreza o la vejez. «A veces, cruzamos la vereda para no ponernos en el mismo camino de las personas que mendigan en nuestras calles, con las prostitutas o alguien que tiene una opción diferente. Puede ser que nosotros nos sintamos muy puros y sanos, pero Jesús ha venido por los enfermos», indicó.
En otro momento, el Monseñor remarcó que, en ocasiones, el Evangelio muestra a Jesús mismo acercándose a los enfermos, otras veces hay “agentes pastorales” que le acercan a los enfermos, pero hoy, tenemos a un leproso que va por sus propios medios donde Jesús. el gesto que tuvo el leproso de acercarse por sí mismo a pedir la curación. Ante la enfermedad, no podemos solo esperar que venga Jesús con su gracia sanadora, que sin duda estará atento a sanarnos, tampoco esperar que alguien nos lleve a Jesús. La Escritura nos muestra que, aunque estemos traspasados por la enfermedad y el dolor debemos de mantener la fe y acercarnos a Jesús, como este leproso, muerto en vida, o como la hemorroísa, que se arrastra hasta llegar a Jesús porque sabe que Él es la única fuente de la verdadera salud, destacó.
Jesús nos enseña que todas las enfermedades, el pecado, la lepra, pueden ser sanadas desde el amor. La medicina que sana es la medicina del amor.
Y dirigiéndose a los agentes pastorales, voluntarios y sacerdotes que conforman la Pastoral de Salud de nuestra Arquidiócesis, Monseñor Salaverry agradeció el servicio desinteresado que brindan para que los enfermos encuentren alivio y consuelo.
Jóvenes, sean portadores de la Cruz y el amor de Dios
Monseñor Juan José Salaverry también tuvo algunas palabras para los jóvenes de la Vicaría de la Juventud que, a partir de este domingo, inician un gran peregrinaje con la «Cruz de los jóvenes» y recorrerán las siete vicarías territoriales de la Iglesia de Lima como preparación a la Jornada Arquidiocesana de la Juventud 2024.
«La Cruz muestra el mejor signo del amor de Dios por todos nosotros, su entrega generosa. Queridos jóvenes, sean ustedes portadores de la Cruz y del amor de Dios que rehumaniza y regenera, que nos ayuda a ser nuevos y nos sana», aseveró.
Verdaderamente, sólo desde el amor de los amigos, de la familia, del amor al prójimo, del amor de los ministros de la vida consagrada, del amor entre las comunidades laicales, podemos curar al hermano enfermo.
La Santa Misa de este domingo en Catedral de Lima contó con el acompañamiento musical del Coro Juvenil Arquidiocesano. Las animaciones previas a la Eucaristía estuvieron a cargo de las comisiones de danza y animación de la Vicaría de la Juventud.
La Eucaristía fue concelebrada por Monseñor Guillermo Elías, obispo auxiliar de Lima; y el pre-vicario de la Vicaría de la Juventud, Padre Rodolfo Silva.
También se hicieron presente el Padre Miguel Angel Vasallo, el Padre Ricardo Medrano, el Padre Luis Valderrama, el Padre Florencio Joaquín y el Padre Anfroy Pacherres; todos ellos sacerdotes que participan de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima.