«Salgamos de la ceguera ambiciosa de la guerra, miremos al rostro de los que sufren, trabajemos solidarios por la paz». Con estas palabras, y en compañía de las madres de las ollas comunes de Lima, Monseñor Carlos Castillo presidió la misa dominical por el VIII Domingo del Tiempo Ordinario:
«Todas las ollas comunes son los signos de que la Eucaristía que celebramos aquí, se irradia en la vida cotidiana, en el compartir. Y eso es lo que le falta ahora a nuestro mundo, en donde nos hemos llenado de una actitud de desgracia, es decir, de no vivir en gracia, en generosidad, en hermandad; y los intereses, las ambiciones, las maniobras, las malas intenciones, gobiernan la vida de los seres humanos y del mundo», expresó el prelado en su homilía.
Leer homilía de Monseñor Carlos Castillo.
Comentando el Evangelio de Lucas (6, 39-45), Monseñor Castillo reflexionó sobre el riesgo que corremos de concentrarnos en mirar la brizna de paja en el ojo del hermano sin darnos cuenta de la viga que hay en el nuestro: » Las actitudes que tenemos que cultivar desde la raíz, son aquellas que fortalecen nuestra humanidad como hombres y mujeres nuevas, porque Jesús ha venido a traernos el reconocimiento de nuestro origen. Él que es la imagen directa del Padre, ha dado su vida por nosotros, Él es la semilla que se ha sembrado en nosotros para fortalecer todo lo bueno que tenemos. Y, entonces, Jesús dinamiza en nosotros nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de servir, de ser solidarios», indicó.
El Arzobispo de Lima recordó que todos nosotros, inclusive nuestros hermanos no creyentes, somos imagen de Dios, y por lo tanto, somos constitutivamente hechos para amar: «Nuestros brazos están hechos para abrazar, para ayudar; nuestros ojos están para mirar al otro; nuestra boca para decir cosas agradables, interesantes y también para corregir. No estamos hechos egocéntricamente, estamos hechos para el otro», reiteró.
Salir de la «ceguera» que nos impide ver el rostro de quien sufre.
En otro momento, el Arzobispo Castillo explicó que el Señor nos llama a salir de la «ceguera» que no nos permite ver más allá de nosotros mismos y de acuerdo a nuestras ambiciones personales: «Una “ceguera” que consiste en mirarse a sí mismo y mirar a los demás de acuerdo con lo que cada uno considera según su capricho. No vivir según lo que Dios nos ha dado ¿Y qué nos ha dado? La existencia abierta, servicial, y a su Hijo, para recordar esa existencia servicial», precisó.
En ese sentido, a través de esta Parábola, el Señor quiere que desarrollemos nuestra capacidad de ver el rostro del otro que sufre, especialmente de los niños, los ancianos desolados y sin atención, las personas que trabajan en las calles, los enfermos y las mujeres maltratadas:
«Ciego no es el que no ve o no quiere ver, ciego es el que “cree que ve”; el que se cree la “divina pomada”, se cree superior a los demás, cree que sus ambiciones son lo único, y está completamente “encerrado” en sus intereses, No se abre, se convierte casi en una especie de poste de luz, frío, helado, sin ninguna capacidad de comunicación y ausente de alegría».
Jesús nos invita a salir de la “ceguera”, a mirar el rostro del otro y también a saber decir las cosas; a reconsiderar nuestra manera de vivir, de pensar y de sentir; a reconocer nuestros límites, nuestros pecados, porque todos somos pecadores y por algún lado cojeamos.
Solidaridad con el pueblo hermano de Ucrania.
El Primado de la Iglesia católica en el Perú, también se refirió a la dura situación que viene afrotando el pueblo hermano de Ucrania: «Esta dura realidad introduce la tristeza, el dolor, la miseria, la tensión permanente, la violencia. Pacífica es la persona que entiende el problema del otro, no lo juzga, no lo maltrata, sino que reconoce, inclusive, los errores que puede tener, pero le da la oportunidad de seguir adelante, de cambiar. Sin embargo, si esa persona se encierra en sí misma y no entiende, es otro problema», reflexionó.
Hoy la Palabra está sumamente mal usada y tenemos que rescatarla. Si nuestro corazón y nuestras intenciones están llenas de ambición, de prejuicios y de mentiras, entonces, la palabra, por más elegante que sea, siempre va a dejar transparentar las ambiciones.
Monseñor Carlos aseguró que debemos construir la paz desde la hermandad y la solidaridad, desactivando la violencia y la guerra con las «armas de la paz», que son las armas de Dios, como la jornada de ayuno y de oración a la que ha convocado el Papa Francisco para este inicio del Tiempo de Cuaresma: «Vamos a pedir al Señor que nos dé palabras de vida, que sean palabras para cuestionar, ayudar a mejorar, pensar y repensar la vida y, sobre todo, llamar a abrir el corazón, las manos, los oídos y la vista a las necesidades de los demás».