En el inicio de una nueva Semana Santa y con la alegría de reencontrarnos con el Pueblo de Dios, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir estos días reflexionando en la entrega generosa de Jesús, que entregó su vida de forma gratuita y nos dejó su Espíritu para que aprendamos a ser el signo reparador de los males del mundo y de la historia. «Que Dios nos acompañe en este camino de la Semana Santa. Y que todos nuestros deseos, nuestras maneras de plantear las cosas críticamente, sirvan como un aporte para mejorar nuestro país y nuestra Iglesia», expresó el prelado en su mensaje.
Mensaje de Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima.
Queridos hermanos y hermanas, hemos empezado ya la Semana Santa reconociéndonos seguidores del Rey montado en el burrito, Jesucristo, que vino a esta tierra a llenarla de alegría para todo el pueblo.
En estos días santos, recordamos la culminación del camino de Jesús entre nosotros. En este camino, Jesús quiere celebrar, antes de morir. Él sabía que el momento era inminente y que su anuncio del Reino estaba completamente dedicado al amor a los hermanos, gracias al amor del Padre, de nuestro Dios.
Y, sabiendo que era una situación sumamente grave por la adversidad de sus enemigos, Jesús decidió entregar su vida para convertirnos a todos, incluso a sus enemigos. El Señor se puso del lado de los pequeños, los marginados, los que sufrieron más dolores y más desdichas. Y así, desde ese dolor tremendo es que da la vida a los pequeños para llamar al cambio de todos.
Jesús ha instituido la Eucaristía como signo del amor fraterno que Dios puede dar, que inspira la capacidad de ser hermanos. Esta experiencia de amor la quiso plasmar en su Cuerpo y en su Sangre. Por eso, el día jueves empezará nuestro Triduo Pascual con la celebración de la Eucaristía en la Cena del Señor, la última cena que marca el inicio también de todas las misas de la historia.
El día viernes celebraremos también la muerte del Señor. Es el único día en que no tenemos misa en ninguna parte del mundo, porque nada puede compararse al acontecimiento de la entrega generosa del Señor en la Cruz. Él entrega su vida al Padre y entrega su Espíritu a todos nosotros para que aprendamos, como creyentes, a ser el signo reparador de los males del mundo y de la historia, y mucho más de los males y de la historia de nuestro país.
Por eso, mantendremos la honda compañía del Señor Crucificado y lo visitaremos en las Nazarenas. El Sábado de Gloria, todo el día estaremos en meditación, y en la noche, dentro de ese camino difícil de los discípulos, celebraremos el nacimiento de la luz. De tal manera que, con nuestro lema “Desde la cruz, anunciemos la luz”, entronizaremos dentro de la Basílica Catedral y dentro de todas las iglesias, el cirio pascual como símbolo del nacimiento de la nueva vida de Jesús, que es la luz del mundo que se transmite por medio del amor en todas las circunstancias, en todos los pueblos y en todas las naciones.
Les agradezco a todos mantener siempre la serenidad y el espíritu de conversión, que es el único que nos lleva a la esperanza tanto a la solución de nuestros problemas como también a la esperanza de participar en el banquete del Reino que el Señor nos ha ofrecido encontrarnos.
Que Dios los bendiga a todos y a todas, que nos haga siempre unidos y un país sereno, capaz de desviolentarse, pero sí, también, en la paz, resolver profundamente los problemas verdaderamente y con justicia, sin componendas ni condiciones que puedan destruir corruptamente nuestro deseo de igualdad, de hermandad.
Que Dios nos bendiga y nos acompañe en este camino, y que todos nuestros deseos, nuestras maneras de plantear las cosas críticamente, sirvan como un aporte para mejorar todo lo que vivimos, y también para mejorar nuestra Iglesia que también sufre por problemas internos que todavía conservamos y que necesitamos superar.
Dios bendiga a nuestros hermanos y a toda nuestra ciudad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y bendiga también al Perú.