En una misa multitudinaria celebrada en exteriores del Santuario de Las Nazarenas, el pueblo sencillo de Dios acompañó en procesión al Señor de los Milagros en el día de su Solemnidad. El arzobispo de Lima presidió la Eucaristía junto al Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri.
En su homilía, Monseñor Carlos Castillo explicó que la procesión nos acerca a Dios porque «todos caminamos en forma igual», sintiendo el peso del camino y acompañándonos en nuestros sufrimientos y dolores. «La procesión es para igualarse, no para jerarquizarse y separarse de los demás. Solo organizándonos codo a codo, entre iguales, entre hermanos y autoridades serviciales, podemos transparentar al Señor en nuestra vida y ser un milagro para nuestro país», reflexionó.
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El arzobispo de Lima inició su homilía recordando que el gesto de levantar al Señor y acompañarlo multitudinariamente en procesión es «para ayudarnos a todos a mirarlo y dejar que su Espíritu venga a nosotros», para reconocer que somos hijos de Dios y Jesús es nuestro hermano mayor.
Por lo tanto, todos estamos llamados a vivir la hermandad en medio de la diversidad de nuestros pueblos y culturas. Lamentablemente, durante muchos años, el desprecio por el Otro ha predominado en la historia de nuestro país y en las relaciones humanas: «Somos el país del ‘choleo’, del ‘negreo’, del ‘gringueo’ y todos los ‘eos’, pero todos hemos venido al mundo sin grandes ropajes ni ambiciones, sino pequeños y pobres», señaló el prelado.
Comentando el Evangelio de San Juan (3, 11-16), Monseñor Castillo explicó que la palabra ‘Nicodemo’ significa ‘victorioso pueblo’. En alusión a ello, refirió que, aunque el Perú no es un pueblo muy victorioso, «nos gusta decir que tenemos victorias», de tal manera que asumimos una condición triunfalista y elitista y rechazamos cualquier posibilidad de conversión «porque somos de la ‘high’, pero nosotros somos un pueblo sencillo y pobre, como todos los que hemos venido acá», aseveró.
Todos caminamos en forma igual. La procesión nos hermana.
La procesión nos recuerda que «todos caminamos en forma igual». Si bien no todos cargamos, sí sentimos el peso del camino y nos unimos en nuestros sufrimientos y dolores. El Primado del Perú aseguró que la procesión «es para igualarse, no para jerarquizarse y separarse y despreciar al Otro. La procesión nos iguala, nos hermana».
Vivir en hermandad supone reconocer el valor del Otro, y eso requiere – adelantó el Monseñor – aprender a identificar el rostro del Señor y su Palabra sobre las cosas de la tierra, aprender a escucharlo en los hechos simples y no complicarnos las cosas.
Y ¿cuándo complicamos las cosas? Cuando colocamos la ambición por el dinero en todo lo que hacemos, incluso, nos valemos del culto religioso para crear ritos y volverlo ‘sagrado’. «Esas cosas existen en nuestra fe y tenemos que revisar eso entre todos», advirtió el arzobispo.
Ese es el fundamento de la Paz: considerar al Otro hermano mío, hermana mía, estando dispuestos a vivir según esa hermandad, renunciando a los enredos y las decoraciones.
Para des-complicarnos de tantos enredos, el Papa Francisco nos invita a vivir la sinodalidad, para que, conversando y ayudándonos juntos, se puedan abrir posibles caminos de Paz en todo el mundo. Y para hacer énfasis a este llamado, Monseñor Castillo hizo eco de las palabras del Santo Padre en la 18ª Congregación General de la asamblea sinodal:
Jesús, para su Iglesia, no asumió ninguno de los esquemas políticos de su tiempo: ni fariseos, ni saduceos, ni esenios, ni zelotes. Ninguna “corporación cerrada”, simplemente retoma la tradición de Israel: “tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios. Me gusta pensar la Iglesia como este pueblo sencillo y humilde que camina en la presencia del Señor (el pueblo fiel de Dios)”.
Una de las características de este pueblo fiel es su infalibilidad; sí, es infalible in credendo. Y lo explico así: cuando quieras saber lo que cree la Santa Madre Iglesia, andá al Magisterio, porque él es encargado de enseñártelo, pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel.
El arzobispo de Lima recordó que la Iglesia no es una «corporación cerrada», la Iglesia es abierta porque todos caben y, sobre todo, se caracteriza por la fe de las mujeres, como bien lo señala el Papa:
Los miembros de la Jerarquía venimos de ese pueblo y hemos recibido la fe de ese pueblo, generalmente de nuestras madres y abuelas (…) una fe transmitida en dialecto femenino, como la Madre de los Macabeos que les hablaba “en dialecto” a sus hijos (…) La mujer del santo pueblo fiel de Dios es reflejo de la Iglesia. La Iglesia es femenina, es esposa, es madre.
En la misma línea, Carlos Castillo explicó que no debemos olvidar que el fundamento de la Iglesia es femenino y, por lo tanto, tenemos que superar el machismo desde su jerarquía y dirección.
Es por eso que el Papa precisa que el clericalismo es un látigo y una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor; esclaviza al santo pueblo fiel de Dios. Y el pueblo de Dios, el santo pueblo fiel de Dios, sigue adelante con paciencia y humildad soportando los desprecios, maltratos, marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado.
Hacia una Iglesia sinodal y sencilla
El Monseñor Carlos reiteró que todos debemos asumir el compromiso de superar aquellas cosas que nos separan de la gente, del pueblo fiel de Dios. Y esta es una exhortación dirigida especialmente a los sacerdotes y obispos, quienes, a veces, «pensamos más en la función y en el cargo que en la misión y la vocación».
El obispo de Lima afirmó que nuestra Iglesia debe tener más apertura hacia lo novedoso y no mantener ciertos esquemas que se han repetido por mucho tiempo: «Yo creo que uno de los problemas más grandes de ser curas y obispos es que hay un esquema al cual uno se adapta: “¡ya está hecho!”, se piensa. Pasa también en la procesión: “¡siempre se hizo así!”, pero puede ser distinto, depende de que, racionalmente y con comprensión, revisemos las cosas y las cambiemos manteniendo el mismo espíritu», acotó.
El Santo Padre quiere que la Iglesia sea del pueblo sencillo de Dios, es la única alternativa para predicar el Evangelio con el corazón y pacificar el mundo.
Además de la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri, la Eucaristía por la Solemnidad del Señor de los Milagros contó con la asistencia de Monseñor Juan José Salaverry, obispo auxiliar de Lima.
También se hizo presente un grupo representativo del clero de Lima, jóvenes seminaristas y miembros de la Hermandad del Señor de los Milagros.