Sermón de las Siete Palabras: frases más destacadas

Este Viernes Santo, día de la Pasión del Señor, nos unimos en oración para participar, desde casa y en familia, del Sermón de las Siete Palabras. Entre los predicadores destacaron los nuevos obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Lima, sacerdotes, religiosos, un diácono y un joven seminarista.

Primera Palabra:
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Mons. Juan José Salaverry Villareal OP, Obispo Auxiliar de Lima.

La noche de la pasión ha debilitado la humanidad de Jesús al extremo de sangrar en la intimidad de la oración del Huerto, El Padre ha podido ver en ese momento cómo el Verbo asumió la naturaleza humana incluso hasta temblar ante el episodio de la muerte, pero también el Padre ha podido contemplar la fuerza de la divinidad que quiere entregarse para dar vida. ¡La humanidad desnudada ante el sufrimiento y el dolor!

Hoy, como en aquel momento, la humanidad está anegada de dolor y sufrimiento. Se repite el drama del Viernes Santo. Todo parece ennegrecido por los contagios, la enfermedad, las muertes, nos sentimos inseguros ante el visitante invisible. Estas tinieblas se hacen más densas porque hay traiciones como las que sufrió Jesús, porque hemos visto algunas autoridades que se han enmohecido por sus propios intereses y su pasmosa y complice despreocupación.

Necesitamos que se repita esta escena, expresión pletórica del amor de Dios, porque, marcados por los sufrimientos desencadenados por la Pandemia, nos urge sentir la palabra de esperanza que nos rescata del profundo dolor, y que con las manos marcadas por las heridas de la Pasión, Jesús toque a la humanidad yacente, sufriente, crucificada, para levantarla y devolverle la lozanía y la dignidad de la creación.

Hemos aprendido de Dios a darnos totalmente a los demás, pero nuestro egoísmo, superficialidad e individualismo, nos ha afianzado en el actuar en contra del hermano (el arte del mal hacer), hablar mal del prójimo (mal decirlo) cuando nos sentimos heridos por el otro.

Segunda Palabra:
«Hoy estarás conmigo en el Paraíso»
Jesús Choy, jovenseminarista del Seminario de Santo Toribio.

Hoy, bajando la cabeza y auscultando lo profundo de mi corazón, descubro, ahí en lo secreto, este mismo reclamo: ¿Señor porque no haces nada? ¿Por qué permaneces impávido ante la pandemia? ¿Por qué no terminas con este virus? ¿Por qué tanto sufrir?”

Es el grito que tengo hundido en el pecho, es el reclamo que tantas veces he ocultado entre los labios, pero que sigue ahí: irreverente, resentido, dolido por lo “injusto” de la vida.

Y Cristo calla. Siente, pero calla. Va más de dos horas, desnudo y clavado, tiene el cuerpo destrozado, lleno de heridas, la sangre y el sudor se mezclan en su piel desgarrada. Aun así, imagino cómo con esos ojos cansados, pero ardientes de amor, miró al ladrón con paciente ternura; y le mostró que también tenía clavos, que también estaba colgado en esa cruz, que también estaba solo y abandonado, que iba a morir por falta de aire, que estaba pasando por lo mismo.

Después del reclamo viene el arrepentimiento.

Aceptar y reconocer esa es la actitud que cambia todo. Abrazar mi vida entera, con todo lo que implica una vida, con esas espinas que mezclan mi sangre con el rojo de la Rosa. Saber amar la vida, con sus cruces y crucifixiones, con sus humillaciones inacabables, con su pasado doloroso, con sus rupturas y resurgimientos.

Aquel ladrón, el del grito desesperado, se quedó solamente en el reclamo, este ladrón en cambio, reconoce su falta, se arrepiente, y suplica un sentido a su vida. Y ya no tiene más peros, ni excusas, ya no tiene dudas, simplemente abraza la cruz porque sabe que es lo mejor para él. Lo más justo. Lo más adecuado.

Solo cuando un corazón ha reconocido su debilidad y se deja a abrazar por la misericordia de Dios, brota como una flor la súplica viva que llega a los oídos de nuestro Dios: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”.

Tercera Palabra:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo», y al discípulo: «ahí tienes a tu madre»
Luis Alberto Mora, Diácono de la Arquidiócesis de lima.

Qué importante es el papel de nuestras madres en medio de la vida. Para comenzar, es precisamente ella, nuestra madre, la que nos ha dado vida, la que nos ha dado a luz, después de habernos cuidado durante largos 9 meses dentro de su vientre. Ella ha cargado todo ese tiempo con nosotros aguantando todo tipo de dolores. Ya al darnos vida, ha dado también su vida por nosotros, ha entregado su propia vida en favor de nosotros. Es por eso que el dolor de perder un hijo, el dolor de verlo padecer, el dolor de verlo sufrir, es mucho más fuerte para una madre.

Es al pie la Cruz donde empieza a dar frutos el amor, es al pie de la Cruz donde empieza la vida, es al pie de la Cruz donde podemos realmente encontrarnos con María, porque es ahí, en la Cruz, en donde nos diste el más precioso regalo después de la salvación: nos has dado a tu propia madre como madre nuestra.

Ahí podemos ver la imagen de muchas mujeres que, en medio de las adversidades, de las circunstancias difíciles o no tan favorables, han luchado para salir adelante, han luchado para para poder mantener a sus hijos. Y es ahí, al pie de la Cruz, de las luchas, al pie de la Cruz de las dificultades, al pie de la Cruz de las contrariedades, donde han podido dar más vida a sus hijos. 

Tener a María como Madre, es tener a Jesús, porque una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos. Ella sabe, perfectamente, que lo mejor para nosotros, sus hijos, es tener a Jesús. María siempre, en todo momento, busca que nosotros estemos en presencia de su  Hijo Jesús.

Cuarta Palabra:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
Padre Alejandro Adolfo Wiesse León, Ministro provincial OFM

Para atreverte a ser un ser humano hasta el final, mira la Cruz; para no ahogar tu deseo de vida hasta el infinito, mira la Cruz; para defender la verdadera libertad sin rendirte a ídolos que te esclavizan ,mira la Cruz; para permanecer abierto ante el amor y la verdad, mira la Cruz; para seguir trabajando por tu propia conversión, mira la Cruz.

Vive con Dios los momentos oscuros de tu vida, también los momentos en que sientes que todos te abandonan y que hay un silencio, usa tu voz para gritar a Dios las situaciones de noche que vive hoy nuestro mundo y nuestro país. Pero termina tu gran incertidumbre con una alabanza de quien espera y sabe que Dios va con el que sufre, que Dios nos acompaña a pesar de que existe el mal.

Dios está con nosotros en estos estas noches oscuras, no le ocultemos nuestra fragilidad, pero es importante que dejemos entrever que, en medio de la noche, la luz de la fe, esa luz que es Cristo no conoce el ocaso.

Quinta Palabra:
«Tengo sed»
Carmen Toledano Sánchez, Priora del Monasterio de las Agustinas en Lima

 ¿A quién se dirige Jesús con estas palabras? ¿Está pidiendo que alguno de los que están allí, en el calvario, que tenga compasión de Él y le ofrezca agua? ¿O se dirige también a nosotros? ¿Qué nos quiere decir?

Si escuchamos con atención, podemos descubrir que Jesús al pronunciar estas palabras está haciendo suyo el grito del hombre, el grito del hombre sediento, agostado, sin agua, es decir, nuestro grito. Porque Él ha venido a asumir todo lo humano y ha querido también saciar nuestra sed.

Lo realmente paradójico, es que en la cruz Jesús se manifiesta como el Sediento que nos da de beber. El mismo que dice “tengo sed” es el que nos dice: “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba”. Y, ¿cómo lo hace? Nos dice la Escritura que, ya muerto Jesús, “uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y, en seguida, brotó del costado sangre y agua” (Jn 19, 34). Del Corazón traspasado de Jesús, el Sediento, brota el agua que sacia nuestra sed; el agua que nos da vida y que se convierte dentro de nosotros en un manantial que salta hasta la vida eterna.

Sexta Palabra:
«Todo está consumado»
Padre Jan Lozano, Párroco de la Parroquia Natividad de María

Quisiera dirigir esta reflexión a todas las personas que se encuentran en los hospitales. A todas las personas que están en el último momento de su vida, a todas las personas que en estos momentos pierden a un ser querido, todos hemos perdido un ser querido.

“Todo está cumplido”. Esas palabras quieren decir, en el fondo, dos cosas: que tú no mueres solo, que Cristo muere contigo y que en ese momento de la muerte, todo adquiere un sentido.

Nos duele que la persona que amamos se vaya de nuestro lado. Es por eso que sentimos la muerte como una soledad. Que esa persona muera significa que estamos solos, que estamos sin ella, y hoy el dolor más grande puede ser pensar que nuestros familiares mueran solos en los hospitales. Por eso, Cristo pronuncia estas palabras: “Todo está cumplido», es decir, «yo muero contigo».

Séptima Palabra:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»
Mons. Guillermo Antonio Cornejo Monzón, Obispo Auxiliar de Lima.

Aquí estamos con las Siete palabras del Señor en la Cruz. Es la última frase que se le atribuye a Jesucristo y se interpreta como un ejemplo de la confianza que debe tener un cristiano ante la entrada en el mundo espiritual.

En estos momentos difíciles que atravesamos crisis, Pandemia necesitamos un equilibrio espiritual en conversión total, todos, una reingeniería, decirnos las cosas, consejos, no cerrarnos, cuando nos dañamos, cuando nos damos duro, bajezas, no nos ayudamos: pidamos perdón. Todos cometemos errores seamos humildes y sencillos, estamos en momentos difíciles, enfermos, muertos, si todo esto no nos hace cambiar. Hagamos un mundo mejor, cambiemos como personas, en lo personal, familiar, sociedad, como vecinos y como peruanos.

«Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu», nos invita a ser coherentes, a ser claros, a ser firmes, porque el proceso de conversión debe ser libre, salir de la mediocridad. Tiene que haber una conversión colectiva, porque cuando hay amor, nos dejamos amar por el Señor. El Evangelio se escribía con las manos, con el corazón y también con los pies, porque se caminaba mucho por las comunidades.