El Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, presidió la Santa Misa del tercer domingo de Pascua en la Catedral de Lima. También estuvo presente la Hermandad de Cargadores de la Santísima Cruz del Malecón del Rímac.
«La alegría de la resurrección del Señor es fruto del paso de Jesús por nuestra historia llena de sufrimiento y problemas» – comentó – «No es una alegría que brotó instantáneamente. Costó mucho tiempo encontrar la hondura de lo que había acontecido, porque la muerte de Jesús fue trágica y estremeció a los discípulos».
Los efectos de la resurrección
El texto de hoy nos dice que después de la resurrección los discípulos temieron: Pedro fue a pescar y ese día no hubo pesca. Sin embargo, la diferencia respecto al texto de Lucas sobre la pesca milagrosa «es que aquí Pedro no se queja».
¿Qué ocurrió con Pedro antes y después de la muerte de Jesús? «Antes trataba de sacar una cierta ventaja a la situación, buscaba su prestigio, como todos nosotros que no seguimos al Señor desde el primer momento con gratuidad. Si bien estamos inspirados en el Señor, llevamos atrás todo nuestro costalillo de intereses: conseguir un trabajo, ganar un mejor sueldo, obtener prestigio».
«¿Cuál es el efecto de la resurrección?» – pregunta el Arzobispo de Lima – «La obediencia sincera al Señor sin pedir algo más, sin estar buscándose a sí mismo. Pedro ya tiene una pizca de renovación después de todo lo que ha pasado»
La valentía de Pedro
El Pedro que antes prometía seguir a Cristo hasta la cárcel y la muerte ha «sufrido un remezón». Con la experiencia de la muerte del Señor pudo entender la profundidad de las cosas. «Pedro se vuelve servidor».
"Señor, tú lo sabes todo;
tú bien sabes que te quiero"
Juan 21, 1-19
En las respuestas de Pedro también tenemos un signo de cambio. Pedro «ya no es el triunfalista que le dice: ‘te seguiré hasta la muerte’. Ahora admite los límites de su amor y no se hace locas ilusiones».
Solamente cuando reconocemos el límite de lo que somos y partimos de lo poco que somos, el Señor podrá conducirnos hasta el amor total.
¿Y cómo llegamos a ese amor total? Reconociendo nuestros límites. «Estamos en el país de las evasiones» – comenta Mons. Castillo «nos creemos más de lo que podemos y no reconocemos realmente los límites de lo que hacemos».
Por eso, ser cristiano resucitado es «distinguir en el corazón de nuestra vida la presencia del Señor que nos hace actuar según lo que él manda, encontrar los milagros diarios que recibimos y compartir entre nosotros lo que tenemos».
Signos de la vida cotidiana
En otro momento, Mons. Castillo habló sobre la importancia de atender los signos de la vida cotidiana que nos manda el Señor:
«Los hermanos de la Santísima Cruz del Malecón se reúnen hoy para compartir la fe que han tenido durante años. Esos son los signos que nos manda el Señor, no son extraordinarios, son signos cotidianos. Debemos habituarnos a un catolicismo de la vida cotidiana, fundada en el pueblo de Dios, un pueblo laico que es signo de esperanza para los demás».
«Que el Señor nos ayude en este camino y que todos podamos ayudarnos unos a otros a reconocer nuestros males», concluyó.