En este Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo hizo un importante llamado a tener un espíritu abierto para buscar los rastros de Dios en la vida de la gente, especialmente en los actos misericordiosos de las personas que muchas veces interpretan mejor la Palabra de Dios que nosotros como católicos: «No podemos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios, no podemos creernos el “grupo exclusivo” que tiene la propiedad privada del catolicismo y de la fe cristiana(…) Ser de Cristo no es pertenecer oficialmente y tener un carnet, ser de Cristo es actuar misericordiosamente y vivir en la misericordia», reflexionó. (leer homilía completa)
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.
Comentando el Evangelio de Marcos (9:38-43, 45, 47-48), Monseñor Carlos explicó que el Señor recriminó la actitud de sus discípulos al prohibir que una persona expulsara demonios por el hecho de no pertenecer a su círculo cercano: «el Señor ha tenido que hacerlo de una manera muy profunda y fuerte. Él estaba preocupado por la entrada de una actitud en los discípulos que, finalmente, los llevaba a la parálisis, a la infecundidad, a la esterilidad de la fe», añadió el obispo.
No podemos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios.
Esta reacción del Señor es una llamada de atención a la comunidad cristiana para que no se deje contagiar de la ‘levadura de los escribas y fariseos y de Herodes’, así lo manifestó el Arzobispo Castillo: «Y esa levadura siempre penetra a la Iglesia, es un peligro y es una tentación: creernos el ‘grupo exclusivo’, el grupo que tiene la propiedad privada del Señor, el grupo que cree tener el ‘reino’ y no hay otro ‘reino’ que ‘nosotros’, adueñándonos de nuestras costumbres e impidiendo que todo aquel que pueda actuar bien fuera de las fronteras de la Iglesia Católica, sea condenado», precisó.
En todo ser humano – por más malo que sea – hay una pizca de apertura y de búsqueda de la cual se puede partir, es cuestión de abrir los ojos.
Esa manera de pensar, explica Monseñor Carlos, es la que conduce a la destrucción de la Iglesia: «Si somos la Iglesia del Señor que ha venido a predicar el amor y que terminó en la Cruz, como dice el Papa, ‘no por la fuerza de los clavos, sino por su infinita misericordia’, no podemos permitirnos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios».
Si nosotros no tenemos el espíritu abierto que permanentemente busca los rastros de Dios en la vida de la gente, en los actos misericordiosos que se adelantan a nosotros – y muchas veces interpretan mejor la Palabra de Dios que nosotros – entonces vamos a terminar destruyendo el Reino que está creciendo en medio de la gente.
El Arzobispo de Lima reiteró el llamado a superar la tentación de sentirnos sustitutos de Dios, es decir, crear grupos que se arrogan a la propiedad privada del catolicismo y de la fe cristiana para combatir a aquellos que piensan diferente: «Todos somos pecadores y todos estamos en proceso de conversión, ayudemos mutuamente a reconocernos, a limpiar nuestras heridas y a enjugar nuestras lágrimas».
«Hay una frase preciosa en el libro de José María Arguedas “Todas las Sangres”, en donde habla de la “kurku”, que es una jorobadita que no conoce a Dios, pero dice que cantaba tan lindo que no conociendo a Dios, por el modo de cantar dice “de Dios es”. Ser de Cristo no es pertenecer oficialmente y tener un carnet, ser de Cristo es actuar misericordiosamente y vivir en la misericordia. Y eso se puede ir haciendo más fuerte y más grande participando de la Iglesia y aprendiendo todas las grandes cosas que hemos vivido en la historia, así como todas las cosas y las enseñanzas de la tradición, del magisterio que debemos aprender, pero se empieza y se vive siempre en la misericordia, en la merced, porque si no se vive en la merced, entonces, no se es cristiano. Se es cristiano porque se es amado, no porque uno ama, sino porque uno es amado y, reconociendo la fuerza de su amor, la anuncia, es testigo, y así puede espantar demonios», señaló el Arzobispo Carlos Castillo.
Arzobispo de Lima: «Dice el Sacristán de San Pedro de Lahuaymarca: “no conociendo a Dios, de Dios es”. Ustedes hermanos y hermanas que están en la puerta de esta Iglesia y no han podido entrar, muchos de ustedes, quizás no conocen a Dios, pero son de Dios»
Centenario de la Coronación Canónica Pontificia de la Virgen de la Merced.
Al cumplirse el Centenario de la Coronación Canónica Pontificia de la Virgen de la Merced, el Arzobispo de Lima recordó la historia detrás de su advocación y su aparición a tres ilustres personajes: San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón; y a San Raimundo de Peñafort, fraile dominico:
«La Virgen de la Merced, que nos ha acompañado y se ha repartirdo en tres personajes, entre laicos y religiosos, hizo posible que, regando la misericordia, todos pudieran encontrar al Señor, inclusive los que no conocen directamente a Dios. Por eso, hoy venimos a pedirle al Señor y a la Virgen que nos ayuden a hacer posible entre nosotros una vida distinta sobre la base de ofrecer nuestra Iglesia para que las cosas se reordenen, no para que se escondan los problemas, sino para afrontarlos con la Palabra, como nos ha enseñado el Señor, y que es posible a partir de reconocerla presente, no sólo en nosotros los católicos, sino en toda persona humana que tiene siempre un residuo de Hijo de Dios, porque todos hemos sido creados a su imagen y para ser semejantes a Él», expresó el prelado.
Antes de finalizar, Monseñor Castillo invocó una oración a la Virgen de la Merced: «Madre santa, ayúdanos a espantar todos los demonios que tenemos en nuestra patria, para que tú, por medio de tu merced, nos hagas salir de la cárcel de la violencia, del maltrato, de la injusticia y de la corrupción».