En la Fiesta del Qoyllur Riti, celebrada en Catedral de Lima con más de 30 imágenes sagradas de hermandades cusqueñas, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir nuestra fe con inteligencia y actitud de apertura, reconociendo la belleza de nuestra diversidad cultural y sin «satanizar» lo bueno que puede haber en el mundo con etiquetas o palabras de desprecio que bloquean toda posibilidad de un futuro mejor.
Dirigiéndose a las comunidades quechuahablantes presentes en la Eucaristía de este domingo X del Tiempo Ordinario, el arzobispo de Lima sostuvo que la celebración del Qoyllur Riti renueva la manera en que sentimos y pensamos nuestro país porque «estamos coloreando de otro modo nuestro ser nacional».
Es esa diversidad cultural, representada en las diferentes imágenes que visitan la Catedral de Lima, el mejor ejemplo de cómo podemos construir relaciones fraternas.
En alusión al Evangelio de hoy (Mc 3, 20-35), Monseñor Castillo explicó que el Señor nos invoca a fortalecer nuestros lazos de amistad y cercanía con los demás, aprendiendo a reconocer el valor de cada persona y su aporte a la sociedad. «El Espíritu Santo, el amor de Dios, está en las personas, en los pueblos, en la belleza de nuestras culturas», reiteró.
El problema se presenta cuando tenemos actitudes de desprecio que pretenden «satanizar» o tachar todo lo bueno que hay en el mundo. Cuando eso ocurre, nos «endiablamos» y nos destruimos unos a otros. Eso fue lo que sucedió con los escribas, que acusaban a Jesús de tener dentro a Belzebú (demonio). Pero el Señor nos deja un mensaje muy importante: nunca caigamos en la tentación de llamar “supay” (diablo) a quien es bueno.
Jesús viene para botar de nuestros corazones y de nuestras relaciones todos los “demonios”, todos los “supays” que podamos tener.
Una fe cristiana capaz de percibir dónde están los problemas
Cuando los escribas insisten en que Jesús está fuera de sí y su familia lo busca, el Señor responde: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre». Detrás de estas palabras aparentemente contradictorias, hay un serio cuestionamiento al modo en que vivimos nuestra fe, apartada de toda capacidad de reflexión.
Cuando nos dejamos llevar por lo inmediato o los chismes, cuando no profundizamos las cosas y nos «ahorramos el discernimiento», estamos repitiendo el pecado de nuestros primeros padres: comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. «Este es un problema de falta de sabiduría, en donde nos destruimos, hacemos chismes, y decimos que quien hace el bien es ‘malo’ y quien hace el mal es ‘bueno'», insistió el Prelado.
Necesitamos tener la sabiduría para no caer en el juego de enfrentarnos tontamente, sino para ver cómo solucionamos el problema juntos. Y esa inteligencia es constructiva, no es destructiva.
En otro momento, el Primado del Perú pidió mantener una actitud vigilante ante los «planes engañosos» que se presentan en «papel de lujo» y esconden intenciones terribles. «Hay quienes quieren sustituir los bienes universales que tenemos todos por inversiones privadas y hacer lo que sea para sacar plata. Por ejemplo, necesitamos que nadie privatice el aire, que nadie tercerice el aire porque es propiedad de todos», indicó.
Y dirigiéndose a los representantes de las hermandades cusqueñas, el arzobispo de Lima agregó: «Ustedes han construido, inteligentemente, pueblos prósperos que saben cultivar la tierra y el ganado. Ése es el gran aporte que vuestras culturas, vuestro camino y vuestras comunidades nos enseñan en Lima. Y su fe también nos enseña».
Que el Señor que nos cura, nos sana y nos saca todos los “supays”, nos inspire a la gran unidad de nuestro país.