En el Monasterio del Carmen, ubicado en Barrios Altos, Monseñor Juan José Salaverry, obispo auxiliar de Lima, presidió la Eucaristía en homenaje a una de las festividades más tradicionales de nuestra Arquidiócesis: la fiesta de Nuestra Señora del Carmen.
Después de un novenario que contó con la participación de diferentes sacerdotes y obispos de nuestra Arquidiócesis, la comunidad de Barrios Altos vivió la Fiesta de la Virgen del Carmen Alto en un clima de fe y devoción.
Durante la Eucaristía celebrada en la mañana del sábado 16 de julio, Juan José Salaverry recordó que la devoción a la Virgen del Carmen es una fiesta de esperanza y fecundidad, de confianza en la protección de María y, de compromiso y fidelidad. Estos elementos de reflexión fueron matizados con las letras de algunos valses criollos.
“De la noche a la mañana, cada 16 de julio, hay de jolgorio un diluvio frente a la Carmelitana”. Frase que nos evoca la alegría de los fieles, quienes después de dos años de dura Pandemia, con mucha fe, han esperado este día para tributar un homenaje a Nuestra Señora del Carmen, la Dulzura del Carmelo que nos trasmite la bondad de Dios y se nos presenta como ejemplo de escucha de la Palabra y práctica de la misma.
En ese sentido, la salida de la Virgen ha estado marcada por la incertidumbre que trajo la llegada de una cuarta ola. Monseñor Salaverry aludió que esta situación se representa con fidelidad en la letra de otro vals criollo: “La angustia de no verte me atormenta, me hiere con el dardo de la duda…”
Madre de la esperanza y la fecundidad.
Durante la homilía, nuestro obispo auxiliar mencionó que, en el primer Libro de los Reyes, se hace mención a la sequía que arreciaba la tierra y que el profeta divisó en el horizonte la nubecilla que se acercaba cargada de rocío para regar la tierra y convertirla en un vergel.
«También ahora necesitamos el rocío de la gracia que fecunde nuestras vidas, porque hay mucha sequedad ocasionada por los duelos, las enfermedades, el odio, la violencia y la corrupción. Necesitamos la mediación de María, que sea portada del rocío que nos haga fecundar en signos de vida y nos ayude a renovar nuestra existencia», expresó Salaverry.
El carisma carmelitano es un llamado a la oración.
Juan José Salaverry explicó que el uso del escapulario carmelita es un signo externo de nuestra fe, pero este signo debe estar marcado por el compromiso con Cristo y unirnos más a Él, a través de la oración y la experiencia de Dios. «Si somos devotos de la Virgen del Carmen, nuestra vida debe estar marcada por la oración», acotó.
«Estamos acostumbrados a poner delante de la Virgen nuestras necesidades y los golpes que recibimos, esperando que ella nos consuele, como diciéndonos: “Corazón, ya bastante hemos sufrido; ya la vida nos ha dado muchos golpes, corazón”…pero, este corazón debe sanarse por la acción de Dios que nos transforma, para no solo llevar las cicatrices de los golpes y los sufrimientos, sino, sobre todo, ser portadores de la alegría y la esperanza, con corazones renovados ante Dios y ante la humanidad, siguiendo el ejemplo de María que guardaba todo en su corazón», reflexionó el obispo auxiliar.
María, al pie de la Cruz, es ejemplo de fidelidad y entereza.
Finalmente, evocando el Evangelio de San Juan, que narra la presencia de María al pie de la cruz, Monseñor Juan José agregó que Jesús nos ha dejado a María como herencia muy preciada. «Es el testimonio de fidelidad en el momento del profundo sufrimiento, pero también nos llena de gozo sentir que María está de pie, al lado de la humanidad sufriente y crucificada. Ella, como buena madre, siempre nos acompaña y está a nuestro lado; y aunque estemos con el corazón desgarrado, debemos mantenernos de pie, al lado de quien sufre», precisó.
Al final de la misa, después de cantar la Salve Carmelitana y el Himno a la Virgen, se dio la campanada inicial para el inicio de la procesión.
Vamos a la fiesta del Carmen bendita, vamos que se inicia ya la procesión. Vamos a bañarnos en agua bendita, a ver si podemos lograr el perdón.