La preocupación de la Iglesia de Lima por seguir acompañando a quienes necesitan del consuelo de la Palabra y la fortaleza de la oración, ha suscitado nuevas formas de seguir evangelizando a través del servicio y el voluntariado.
En esta oportunidad, compartimos los testimonios de tres laicas que respondieron al llamado de la Pastoral de Salud, para acudir a los hospitales y acompañar a los pacientes internados en el Hospital Edgardo Rebagliati.
Un servicio generoso que nos enseña a valorar la salud.
Pilar es una joven que participa del voluntariado de Pastoral de Salud y visita a los enfermos en el área ‘no Covid’ del Hospital Rebagliati: «Me animé por el voluntariado por un tema de servicio, básicamente converso con ellos, les doy ánimos, y les digo que Dios está con ellos», comentó.
«En esta experiencia, he aprendido a valorar todo lo que tenemos, la salud, sobre todo – indica Pilar – la experiencia de compartir un momento con los enfermos me aporta mucho en mi día a día, porque es una manera de afrontar toda la realidad que estamos viviendo».
Acompañar, escuchar y orar con los enfermos.
Roxana es otra de las jóvenes que participa en el voluntariado de Salud de la Arquidiócesis. Ella apoya acompañando, escuchando y orando con los enfermos internados en el hospital por diferentes complicaciones: «en caso que requieran algún sacramento, apunto los datos de su cama, apellido, pabellón y piso para que el padre pueda llevar los sacramentos», indicó.
El servicio de voluntariado me motiva a ayudar al prójimo, también me ha ayudado a crecer como profesional y como persona, a compartir lo poco que sé o tengo, a servir más a la comunidad.
Un servicio voluntario desde lo profundo del corazón humano.
Finalmente compartimos el testimonio de Judith, quien expresa que ser voluntaria «va más allá de querer ayudar desde lo humano, es hacerlo con plena libertad desde lo profundo del corazón humano, donde solo puede entrar Dios y poder así llenarnos de Él».
En medio de las limitaciones por el confinamiento y el peligro al contagio, Judith nos recuerda que la Iglesia debe identificarse con los que más sufren, los enfermos y los pecadores: «aquí es donde el trabajo de un voluntario es llenarse del Espíritu de Dios en cada visita al enfermo. No es necesario ser un especialista o un teólogo para servir, como laicos podemos entregarnos al Señor, nuestro Dios, para que Él obre a través de nosotros, en cada paciente o enfermo que visitamos».