«Que esta Navidad sea motivo de una transformación en donde formemos esta comunidad llamada Iglesia, que sea siempre una comunidad participativa, solidaria, capaz de comprometerse con todos y de seguir ayudando a nuestro pueblo a encontrar el camino y la esperanza», son las palabras del Cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima y Primado del Perú, en su mensaje de Nochebuena.
Queridos hermanos y hermanas:
Esta Navidad comienza con la inauguración, en Roma, del Año Jubilar, el Año de Jesucristo 2025.
¿Qué nos recuerda esta Navidad? Nos recuerda la importancia de volver al fundamento de nuestra existencia cristiana. Y, también, podríamos decirlo, el fundamento revelado de la existencia humana; porque Jesús, siendo de condición divina, se bajó a la humanidad para donarse y llegar a cada uno de nosotros, y así poder caminar con Él, tratando de serle fieles, poquito a poco, comprendiendo su misterio y teniendo siempre una luz para nuestras vidas.
Esto es muy importante porque, en todas las experiencias religiosas del mundo, siempre hay ideas de Dios, pero ninguna presentó la del Dios que se “abaja” y se coloque en nuestro lugar, en nuestra condición humana y, especialmente, en la condición humana más difícil y tremenda que es la de la pobreza, la de la soledad, la de la pequeñez, la de la pequeña criatura, el pequeño niño que viene, justamente, a rehacer nuestros modos de vivir para hacerle espacio, acogerlo y caminar con Él.
Hermanos y hermanas, Dios camina con nosotros, y nosotros aprendemos a caminar con Él. Eso se llama “Sinodalidad”, que, gracias a Dios, nos ha regalado el Santo Padre este tiempo para pensar cuál es nuestra misión como Iglesia en los distintos países del mundo y, en especial, en el nuestro; marcados por una época sumamente difícil, que se está agravando cada vez más, como lo está haciendo también la situación del mundo.
Si Jesús viene hoy día, es para llenarnos de ánimo, de esperanza, de una esperanza que no defrauda, de que, “abajándose” Él, se coloca en nuestros problemas y podamos, gracias a su amor, a su amor gratuito y generoso, iniciar caminos distintos.
Y tenemos muchas cosas graves en el país: las extorsiones, las matanzas seguidas. Cuando estuve saliendo del país, eran ocho muertos al día. Tenemos una gran proporción de crecimiento del hambre y la miseria en el país; tenemos una situación sumamente difícil en la ecología. Estamos viviendo momentos trágicos también para la economía, a pesar de que hay una cierta aparente estabilidad económica, pero que los pobres sienten menos.
Hermanos y hermanas, hay demasiada violencia en la sociedad y tenemos que neutralizarla. Y tenemos que hacerlo a través de la inspiración que tuvo Jesús para todo el mundo: hacernos pueblo, Pueblo de Dios.
La Iglesia es el Pueblo de Dios, más que una jerarquía, más que una monarquía; la Iglesia es una comunidad, como Pueblo de Dios, en donde todos somos importantes y todos valemos. El Papa no se cansa de decir: “la Iglesia convoca a todos, a todos, a todos”. Y, por lo tanto, tenemos la posibilidad, en esta Navidad, acogiendo al Señor, aprender a sentir su fuerza, su ánimo, su aliento, su consolación. Y así, salir del desamparo y entrar en comunicación todos para ir resolviendo problemas conversando y acordando.
Es verdad que hay personas que acuerdan el mal, pero son muchos más los que están aprendiendo a acordar el bien. Desde los lugares más recónditos, desde las situaciones más difíciles, allí está surgiendo un pequeño, una pequeña semillita de un movimiento de los pobres que va esperando de otra manera y actúa de diferente manera.
Este proceso de conversión personal y social requiere de nuestra apertura en esta Navidad a lo más profundo que tiene el Señor: su identificación con los que sufren.
Que así también sea nuestra fe cristiana y no estemos pensando que solamente podemos hacer muchos sacrificios para ganarnos el cielo. Basta con acoger al Señor y seguirlo, hacer que su Espíritu nos inspire y caminemos siempre con su inspiración, con su fuerza y su aliento.
Y que esta Navidad sea para nosotros motivo de una transformación, poco a poco, en donde en distintos lugares formemos esta comunidad llamada Iglesia, que sea siempre una comunidad participativa, solidaria, capaz de comprometerse con todos y de seguir ayudando a nuestro pueblo a encontrar el camino y la esperanza.
La bendición y feliz Navidad para todos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos y todas y permanezca para siempre. Amén.
¡Feliz Navidad para todos!