Como Simeón y Ana, identifiquemos la realización de la promesa de Dios

En la Fiesta de la Presentación del Señor, el Cardenal Carlos Castillo recordó la importancia de desarrollar un cristianismo que discierne y sabe distinguir la presencia del Señor en el corazón de la realidad.

Frente a las imágenes sagradas de la Virgen de la Candelaria y el Señor Resucitado del Rímac, el arzobispo de Lima aseguró que estamos llamados a encontrar al Dios de la esperanza que no defrauda, incluso en las situaciones contradictorias. También exhortó a la conversión de los «grandes Herodes» en el mundo que usan la religión para hacer política y persiguen a los pobres expulsándolos «del centro donde podían progresar».

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Comentando el evangelio de Lucas (Lucas 2,22-40), Monseñor Castillo explicó que la Fiesta de la Presentación es también conocida como la «fiesta de la luz» porque en el Señor se irradia la luz que viene de María. Coincidentemente, hoy también celebramos la Fiesta de la Virgen de la Candelaria, patrona de Puno y portadora de la luz que necesita la humanidad para recordar que Jesús entregó su vida como «principio de la gratuidad del amor del Padre hacia nosotros, sus hijos». Todo ello nos recuerda que la fe cristiana no es impositiva ni arrogante, sino que suscita la esperanza en las personas.

La llegada de Jesús representa para Israel esa esperanza del pueblo pobre y humilde que vivía oprimido bajo un estricto sistema de ritos y leyes establecidas por los sacerdotes de la época y un rey sanguinario como Herodes. Pese a ello – explicó el Monseñor – la gente sencilla mantenía intacta su esperanza en la promesa de Abraham y acudía fielmente al templo.

«La fe del pueblo sencillo es más grande que todos los pecados de los templos y de las iglesias, pero estamos llamados no solamente a irnos a purificar al templo, sino también a purificar el templo, que es lo que hizo Jesús», comentó el Prelado.

El Primado del Perú afirmó que, en la actualidad, también hay «grandes Herodes» que se posesionan del mundo con armas y usando la religión para hacer política. «Algunos de estos Herodes agregó – vienen echando a nuestros hermanos peruanos del centro donde podían progresar. Eso es una cosa serísima porque, a los migrantes, se les está queriendo quitar la esperanza con mandatos arbitrarios que impiden que las personas trabajen y progresen», advirtió.

La religión no se usa para la política, la religión está en el fondo de todo ser humano para practicar nuestra humanidad y encontrar la mejor política posible.

En otro momento, el arzobispo de Lima sostuvo que el paso de Jesús por el mundo reafirma la promesa de Dios a Abraham de ser una bendición para todos los pueblos de la tierra. Y lo hace sin ningún «ánimo guerrero, sino que asume la muerte y perdona, inclusive, a los que son victimarios para llamarlos a la conversión».

Pero hay otro aspecto importante: los testimonios de los ancianos en el templo. Simeón y Ana han ido meditando hondamente la historia y los acontecimientos. Ellos, después de vivir en el corazón de la vida de los pobres, pudieron percibir que hay una esperanza mayor que todas las apariencias y triunfalismos de los «Herodes». Esa esperanza está puesta en Jesús que, al ser presentado, es reconocido como la esperanza que no defrauda. «Ambos ven, en lo escondido de ese niño, la esperanza de la liberación de Jerusalén», acotó.

De igual forma, todos estamos llamados a «percibir a Jesús en la situación actual del mundo» y asumir la tarea la de «ver cómo está surgiendo el Señor en el corazón de la persecución, el maltrato y la soledad de tantos hermanos migrantes».

La liberación de Jerusalén, así como la liberación de todos los males que hay en nuestro país, no se consigue con agresiones ni laberintos. La liberación verdadera se da en el amor y la solidaridad, creando relaciones de hermandad entre todos para buscar soluciones justas según las necesidades de los pobres.

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La Eucaristía de este domingo IV del Tiempo Ordinario, contó con la presencia de la Asociación Central Folklórica Puno y la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac.