En el domingo en que celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, el Cardenal Carlos Castillo afirmó que el camino de la fe cristiana está marcado hondamente por el servicio. Por eso, todo aquel que quiera ascender, debe recordar que el Señor se encarnó en este mundo para servir y anunciar que Dios es amor. Su ascenso no lo aleja de nosotros, sino que nos acompaña a través de su Espíritu para suscitar la fuerza de su amor y el hermanamiento de los pueblos.
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El arzobispo de Lima inició su homilía explicando que, a lo largo de su vida, Jesús ha tenido varios ascensos: “subió al monte para orar, subió a Jerusalén, subió a la cruz”. El mayor ascenso del Señor, por tanto, es una constante entrega por amor. Sin embargo, los seres humanos estamos habituados a entender el ascenso desde la ambición personal y, muchas veces, nos envolvemos en disputas de poder y olvidamos que el propósito verdadero de un ascenso radica en el servicio a los demás.
De cara a los comicios electorales del próximo año en nuestro país, el Cardenal Castillo hizo un llamado al discernimiento: “Dentro de poco también tendremos algunos que buscarán el ascenso en los poderes del Estado y en los puestos principales de dirección del país. Y no pueden olvidar que el ascenso es para servir y no para ser servidos”.

Nuestro ascenso debe ser para irradiar, desde lo más alto, aquello que el Señor nos dio. Y el camino del ascenso implica el anonadamiento, el servicio, la entrega generosa.
El obispo de Lima hizo eco de las palabras del Papa León XIV, que nos invita a hermanarnos por medio del Espíritu del Señor. Y subrayó: “El Santo Padre ha recordado esta mañana que, en la unidad de Dios, entramos todos para unirnos. No somos una masa amorfa de gente, somos una unidad interpersonal en donde todos reconocemos el valor y la diferencia de cada uno”.
Hay que ser verdaderamente humanos para ser cristianos. Sin amor, sin solidaridad, sin fraternidad, no existe verdadero cristianismo ni verdadera fe
Luigi Bolla: servidor fiel del Evangelio en el corazón de los pueblos indígenas
A propósito de la Clausura de la Fase Diocesana del Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Luigi Bolla, Monseñor Castillo dirigió unas sentidas palabras a la comunidad salesiana, recordando el paso del sacerdote misionero entre los pueblos achuar de la Amazonía:
“Llegó humildemente para mezclarse con la cultura Achuar y aprender el idioma de los indígenas Shuar. Él quiso hacerse uno más de ellos. No les impuso la misa, sino que observó cómo resolvían los problemas en comunidad y adaptó esa experiencia para hablarles en su lengua y suscitar el Evangelio», manifestó el Prelado.
Hay que valorar nuestra historia, conocer nuestras costumbres, ver las cosas buenas que tenemos, y empezar a organizarnos mejor y cambiar la fisionomía de nuestra sociedad. Haciendo nuestra sociedad más humana, la vamos a hacer más cristiana.
El testimonio del Padre Bolla llega en un momento de grave crisis mundial, ambición desmedida y violencia. Por eso, el Cardenal Castillo señaló que tenemos la misión de recordarle a la humanidad que «primero, antes de ser cristianos, somos humanos. Eso lo ha dicho también el Papa León XIV».
Antes de concluir, el arzobispo de Lima explicó que, en la Ascensión, el Señor nos deja su Espíritu para suscitar en nosotros la alegría del Evangelio, compartir el amor gratuito con que fuimos engendrados y suscite en nosotros nuevos caminos de hermanamiento.
Al cristianismo no se accede directamente, se accede a través de la humanidad. Sin la humanidad, sin el amor, sin la solidaridad, sin la fraternidad, no existe verdadero cristianismo, ni verdadera fe.
La Eucaristía de este domingo VII de Pascua contó con la presencia del obispo de la diócesis de Pucallpa, Monseñor Augusto Martín Quijano Rodríguez. También participaron: la Hermandad del Santísimo Madero del Cementerio El Angel, los Miembros de la Sociedad San Francisco de Sales (Salesianos), y la Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Basílica Catedral de Lima y Convento de Santo Domingo.