Miles de fieles acudieron masivamente a los exteriores del Santuario Las Nazarenas para acompañar al Señor de los Milagros en su último gran peregrinaje por las calles de Lima. Inspirado en la Liturgia de hoy, el cardenal electo Carlos Castillo recordó que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino camino de todos los que buscan vivir con humildad, misericordia y justicia, siguiendo las bienaventuranzas del Evangelio.
«No se trata de creerse santo, sino de cultivar las mismas actitudes que Jesús», que «se donó gratuitamente a nosotros» y nos inspira a acoger con humildad el don de su amor «como un niño frente a Dios».

Al reflexionar sobre el Evangelio de Mateo (5, 1-12), el arzobispo de Lima explicó que «Jesús emplea el nombre de ‘benditos’ porque bendecir significa ‘decir bien’. Y Dios habla bien de nosotros a pesar de todo nuestro pecado».
También sostuvo que la santidad no es una etiqueta de superioridad sobre los demás, sino una actitud de conversión constante: «A veces, tenemos esa pretensión de pensar que, como ya somos católicos, apostólicos y romanos, entonces, los otros no son santos. No es así», advirtió.
Se piensa que ser el santo es una persona que “está quieta” y “muda”. La santidad no es pasiva, sino activa, se vive en comunión con los demás.
Reflexionando sobre la primera bienaventuranza: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos», el Cardenal Castillo indicó que el pobre de espíritu no es un «devaluado espiritual», es una persona que se dispone, con humildad, a recibir el don de Dios.
Al profundizar en cada una de las bienaventuranzas, el obispo de Lima afirmó que, en una sociedad en donde todo apunta a la desesperación, es importante «pensar juntos y con discernimiento lo que hemos de solucionar».
Hambre y sed de justicia en el Perú
«Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados», dice el Señor. Esta bienaventuranza que nos llama a confiar en la misericordia de Dios, que no abandona al «pueblo que sufre de hambre y sed de justicia en el Perú». El Prelado reiteró que la violencia nunca es camino para alcanzar la paz: «No es necesario, para solucionar los problemas de la paz y de la injusticia que vivimos, proceder con más injusticia, con desesperación y con violencia.» Y recordó el llamado del Papa Francisco y del Papa León XIV a vivir una Iglesia Sinodal, donde «nos escuchemos todos y tengamos muchas opiniones interesantes».
Una Iglesia que consuela y tiene corazón
La homilía también destacó el valor de la compasión: «Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia.» Explicó que «misericordia significa tener ‘cordes’, es decir, tener corazón para con quien sufre la miseria».
«Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios». Esta bienaventuranza – argumentó el arzobispo – hace hincapié en la rectitud del corazón. Es un llamado a superar la doblez, porque no se pueden servir a Dios y al dinero.
Trabajar por la paz y perseverar en la justicia
El Cardenal Castillo insistió en que el trabajo por la paz tampoco es una actitud pasiva: «Trabajar por la paz significa tener la grandeza de construirla», inventando «formas de pacificar el mundo y desviolentarlo».
Dios está con nosotros, no contra nosotros. Todos podemos dar testimonio de Jesús para que el mundo mejore y nuestro país llegue a ser una partecita del cielo, como decía Santa Rosa de Lima
Dirigiéndose a los miles de fieles congregados en los exteriores del Santuario de Las Nazarenas, el arzobispo de Lima animó a vivir la santidad como una «experiencia de alegría y hermandad». Finalmente, agradeció «al querido pueblo peruano y de Lima» por estos días de fe y unidad junto al Señor de los Milagros.







