En la Eucaristía de este domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo reflexionó en torno al mandamiento central que nos dejó Jesús: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como uno mismo. El Prelado sostuvo que aquí radica el fundamento de nuestra vida cristiana y no tanto en el cumplimiento estricto de los ritos. «Se ama a Dios a través del amor a los hermanos», añadió.
En la Liturgia de hoy, el Evangelio de Marcos (12, 28b-34) nos recuerda que los cristianos estamos llamados a practicar el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Y, para entender su dimensión real, Monseñor Castillo explicó que, en la vida de los israelitas, hubo una confusión generada por el cumplimiento de los mandamientos. «Se calcula que eran 613 mandamientos divididos en principales, secundarios, pecados veniales, pecados mortales, todo junto. Justamente, uno de los problemas que viene a resolver Jesús es a volver a cuál es el mandamiento principal», argumentó.
Por lo tanto, la pregunta del escriba por el mandamiento más importante representa lo que puede ocurrir con nuestras vidas: nos confundimos entre las reglas y los ritos y olvidamos lo que es central, el amor. Pero no solo es el amor a Dios a expensas de lo que ocurra a mi alrededor, es también un amor comunitario, aproximarnos hacia el Otro y dejarnos interpelar por su realidad. «Jesús está diciendo que amar a Dios y amar al prójimo es inseparable», enfatizó el Primado del Perú.
La respuesta del escriba es otro aspecto a tener en cuenta: «amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Aquí se revela – indicó el Monseñor – cuál debe ser nuestra prioridad como creyentes: el amor y el servicio por el prójimo vale más que todo rito religioso.
«Cuando no podemos venir a Misa porque hay un enfermo en casa, entonces, el rito puede ser sustituido por una obra de caridad. Lo digo con toda claridad porque, a veces, viene una persona a confesarse atormentada porque no fue a Misa por cuidar a su papá enfermo. La ayuda al papá enfermo es la Misa porque es el acto de caridad más grande que Jesús ha hecho, entregando su Cuerpo y su Sangre por nosotros», precisó el arzobispo.
Monseñor Castillo reiteró que el servicio al prójimo implica una mayor apertura y anchura de amor, reconociéndonos hijos de un mismo Padre y acercándonos a todos, inclusive, a los no creyentes. Este «hacerse próximo» implica un esfuerzo consciente para superar las limitaciones y prejuicios, asumiendo el desafío de vivir una fe activa, no encerrada en ritos, sino sirviendo en el día a día.
San Martín de Porres: ejemplo de servicio y humildad
El arzobispo de Lima hizo una remembranza a la figura de Martín de Porres, santo peruano y patrono de la justicia social que «vivió plenamente el mandamiento principal», dedicando su vida por los más humildes y marginados. Su vida es una reiteración de que el amor a Dios y al prójimo son inseparables y se concretan en el servicio.
«En este país donde, a veces, nos choleamos, nos negreamos, nos gringueamos, nos blanqueamos y nos chineamos», la vida de Martín de Porres debe inspirarnos a apreciar la maravilla de nuestra diversidad porque «todo el ser de Dios ha sido dado a la humanidad».
La Santa Misa celebrada en Catedral de Lima contó con la participación de la Hermandad Caballeros de San Martín de Porres y San Juan Macías O.P; el grupo de Sahumadoras de la Hermandad de San Martin de Porres.
También se hizo presente la comunidad de Hermanas del Amor de Dios; los jóvenes de la confirmación de la Parroquia El Sagrario; y algunos sacerdotes de la Orden Trinitarios.