En el primer domingo de Cuaresma, Monseñor Juan José Salaverry reflexionó sobre la importancia de ser fieles a Jesús para resistir a las tentaciones que enfrentamos en la vida. El obispo recordó que, muchas veces, las tentaciones surgen de nuestras propias necesidades humanas. Por eso, el camino cuaresmal es un constante llamado a renovar nuestras vidas para superar las ambiciones personales y actuar en favor de los que más sufren.
Al inicio de su homilía, Monseñor Salaverry recordó que la Cuaresma es un «tiempo de gracia donde el Señor nos da la posibilidad de recrear nuestra vida para que caminemos según su voluntad». Este caminar, sin embargo, no está exento de dificultades porque podemos «encontrarnos en situaciones que nos ponen en la disyuntiva de dos caminos: el bien y el mal».
En ese sentido, el Evangelio de Lucas (4,1-13) nos recuerda que las tentaciones están presentes en la vida de todos, «desde las autoridades hasta los fieles, y pueden apartarnos del camino de Dios». Pero, si nos mantenemos fieles y unidos al proyecto de Cristo, «nos encontraremos fortalecidos para no caer en las tentaciones».

El Señor debió afrontar esta situación en el desierto. La primera tentación, «motivada por la misma necesidad humana», surge cuando el tentador invita a Jesús a convertir las piedras en pan. «El hambre de nuestro pueblo, a veces, es causa de tentaciones», recordó Monseñor Juan José. El Señor ha venido para recordarnos que «debemos tener más hambre de Dios» y confiar en su amor gratuito para resolver las adversidades inspirados en Él, no en nuestras ambiciones personales.
Jesús fue firme para responder al tentador, pero el tentador continuamente va a estar buscando la oportunidad de que, en esa disyuntiva de los dos caminos, nosotros nos inclinemos al mal y demos la espalda a Dios
La segunda tentación está ligada al poder y la ambición: «¡Cuántas veces los valores cristianos, los valores morales, nuestro comportamiento ético, claudican frente a las tentaciones del poder y las ambiciones muy humanas!», cuestionó el obispo auxiliar de Lima. Y explicó que la idolatría del poder puede llevarnos a pisotear los derechos de los demás, olvidando que el verdadero cristiano tiene a Dios como «norma de su vida».
Finalmente, la tercera tentación sucede cuando el tentador lleva a Jesús al pináculo del templo y le invita a arrojarse al vacío, esperando la intervención divina. «También el templo, el culto, puede ser motivo de tentación», apuntó. Esto ocurre cuando buscamos el reconocimiento público y no la verdadera fe; por eso, debemos «hacer las cosas silenciosamente porque Dios ve en los escondido, entre los últimos».
Exhortación a la conversión y la acción solidaria
En otro momento, Monseñor Salaverry reiteró que el camino cuaresmal es un tiempo de misericordia y renovación para fortalecer nuestra fe a través de acciones concretas. Nuestro compromiso con Cristo – precisó – debe verificarse en el compromiso con la humanidad, con nuestra acción solidaria.
Que el Señor nos ayude a crecer en fe y fidelidad para conseguir juntos, al final de la Cuaresma, al final de la vida, el encuentro con el Dios de la vida y de la esperanza.
La Eucaristía de este primer domingo de Cuaresma se ofreció en especial intención por el 60 aniversario de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS). También estuvieron presentes los obispos de las diócesis hermanas de Chota, Chosica, Jaén, Huancavelica, Cajamarca y Chulucanas.