Al iniciarse el Tiempo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo explicó que la actitud esencial propia del cristiano es mantener los «ojos abiertos» y estar vigilantes a la llegada del Señor, leyendo permanentemente la realidad para rastrear a Dios en el corazón de las situaciones. «Todos estamos llamados a hospedar en nuestras vidas al Señor en distintas circunstancias», expresó en su homilía.
En el Evangelio de hoy (Marcos 13,33-37), el Señor nos invita a «estar despiertos y vigilantes» a través de la parábola de los criados que esperan a su amo sin miedo, pero sintiendo un fuerte deseo de encontrarse con él. En palabras de Francisco, esta imagen familiar nos ayuda a comprender que la venida de Jesús «no es como si un meteorito estuviera a punto de caer del cielo», sino es la venida de un padre que viene a ver a sus hijos.
En ese sentido, el arzobispo de Lima afirmó que nuestra acogida al Señor requiere la misma actitud de apertura que tenemos al recibir a un huésped en casa: «Esta imagen del hospedaje es fundamental porque todos estamos llamados a hospedar en nuestras vidas al Señor en distintas circunstancias».
El Prelado aseveró que nuestras actitudes humanas y cristianas no deben condicionarse a algún tipo de interés particular o beneficio propio. «Necesitamos aprender a renunciar a ciertas ambiciones que conducen a la corrupción y que no significan esperar al Señor, porque únicamente se hace para usarlo según nuestros intereses», reiteró.
A veces, los cristianos creemos que, para hospedar al Señor en nosotros, tenemos que cerrar los ojos y centrarnos en el interior. Si bien el interior es importante, podemos correr el riesgo de “cerramos” a la realidad.
Donarnos unos a otros porque la vida es un regalo
El Monseñor señaló que el Adviento y la Navidad son tiempos propicios para recordar que «la vida es un regalo» y, por tanto, todos debemos «regalarnos y ayudarnos unos a otros gratuitamente, solidariamente», porque ése es el «fundamento de la vida cristiana».
Y a ejemplo de María, quien supo esperar la venida del Señor y lo hospedó en su ser, el Primado del Perú exhortó a dejarnos interpelar por la fragilidad y humildad del Niño que está por nacer para «servir a nuestros pueblos en sus necesidades».
«En medio de las tragedias cotidianas de nuestra Patria, tenemos que saber esperar como peruanos, cristianos y no cristianos, creyentes o ateos… todos tenemos que prepararnos y mantener los ojos abiertos. Y eso requiere un acuerdo conjunto para que las cosas que nos dañan, especialmente, los elementos de corrupción, los elementos de violencia, los elementos de prejuicios y de odios, puedan reducirse al mínimo y permitir que crezca entre nosotros la hermandad», es la reflexión que nos deja Monseñor Castillo.
Charles de Foucauld: testimonio de amor por la gente sencilla
En otro momento, el arzobispo de Lima recordó a San Carlos de Foucauld, al cumplirse un aniversario más de su muerte en el África. «Fue capaz de mirar la realidad cara a cara como lo hizo el Señor, y se fue a vivir a Argelia para dar un signo de que había que hacer una relación de hermanamiento, no de dominación», sostuvo.
Foucauld, nuestro «hermano universal», se mezcló entre los musulmanes y dio testimonio de amor por la gente sencilla hasta su muerte, sin oponer resistencia a la injusticia que se cometía contra él. Esa humildad es también una manera de esperar al Señor, entregando la vida para dejar un legado moral y espiritual.
Que en este Tiempo de Adviento, el perdón y la ayuda de Dios nos visiten. Y que nosotros también podamos visitar a otros para regalarnos unos a los otros, practicando el valor extraordinario de la humildad, del esperar y visitar.
La Eucaristía de este I domingo de Adviento contó con la presencia del grupo de niños acólitos y coro del Colegio Santísimo Nombre de Jesús. También participaron los jóvenes de la Confirmación de la Parroquia El Sagrario