Jesús es signo de esperanza para la humanidad

Acompañado del pueblo de Dios, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Santa Misa de Domingo de Ramos que da inicio con las actividades religiosas de Semana Santa.

A diferencia de otros años, el rito de la Bendición de Ramos tuvo lugar en la Plaza Mayor. Hasta aquí se congregaron decenas de ancianos, jóvenes y niños.

Jesús gobierna nuestro ser

“Sólo el que ama puede gobernar, y Jesús gobierna nuestro ser, nuestros corazones, sentimientos y decisiones. Aprendamos a ser un pueblo fiel y solidario que reconoce el valor del otro y sigue adelante”, comentó Monseñor Castillo.

Evidentemente emocionado ante la multitudinaria asistencia de fieles, el Arzobispo de Lima exhortó a la población que “acompañemos al Señor en su camino” para “identificarnos con él y a comprender toda la tragedia humana del mal y de la injusticia, pero también la esperanza humana de la verdad y del amor que nos trae consigo Jesús”.

Servir a los que sufren

Durante la homilía agregó que en “este Domingo de Ramos recordamos la vida de Jesús que caminó haciendo bien y predicando que el reino de Dios está cerca y no lejos. Un reino que es amor y no abandona a su pueblo, especialmente a los desvalidos“.

Monseñor Castillo señaló que “recordar el acontecimiento que nos dio la salvación, significa introducir en el corazón aquello que es el fundamento y origen de nuestra fe. Tenemos un Dios que es amor y que no abandona a su pueblo, un Dios que tiene compasión de la gente y no se ríe de la gente ni la maltrata”

Debemos ser signo de esperanza para la humanidad. Servir a todos los que sufren, a los que viven en situaciones difíciles. Entren en la dinámica del servicio, compórtense como el menor, como el que sirve, no sigan comportándose como los que quieren ser servidos en las mesas“, añadió.

Contra la violencia y el machismo

En otro momento, Castillo aseguró que “la violencia ocurrida hace tantos años en nuestro país” fue trasladada “a las mujeres víctimas que sufren las consecuencias de una cultura machista que destruye nuestro ser y destruye la fuente inagotable de la belleza femenina que tiene para darnos siempre vida y esperanza”.

“Basta ya de pederastia, de grupos que en la Iglesia destruyen la dignidad de la personas. Dedíquense a reparar las heridas, no a acentuarlas”, exhortó.