Mons. Castillo: Encontrar al Señor en el sentido vivo de las personas pequeñas y sencillas

Basado en la Liturgia de hoy, Monseñor Carlos Castillo recordó que estamos llamados a encontrar al Señor en lo más hondo del sentido vivo de las personas pequeñas y sencillas, porque son quienes viven y sienten las necesidades más grandes de nuestra humanidad. «Todo lo que vivimos en la Iglesia, toda la fe, toda la esperanza, toda la caridad, es la de Dios, que viene especialmente a los que son humildes y mansos», dijo en su homilía (leer transcripción).

Al inicio de la Eucaristía, el arzobispo de Lima envío un fraterno saludo a Monseñor Robert Francis Prevost, O.S.A., quien ha sido considerado por el Papa Francisco en el próximo Consistorio para la creación de 21 nuevos cardenales. Desde Roma, el Cardenal Prevost, quien también desempeña el cargo de Prefecto del Dicasterio para los Obispos, agradeció las felicitaciones de Monseñor Castillo y dirigió unas breves palabras a nuestra Iglesia peruana (de la que formó parte varios años como obispo de Chiclayo): «A servir donde la Iglesia nos llama. Cuento con sus oraciones», expresó.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

Comentando el Evangelio de Mateo (11,25-30), el obispo de Lima afirmó que las palabras de acción de gracias al Padre dichas por Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla», son palabras profundas de emoción que nos revelan la importancia de compartir el don de la fe y traducirlo con nuestro comportamiento.

El Señor había notado, contó el Monseñor, que no había un gesto de conversión en las tres ciudades más religiosas de Galilea (Corozaín, Betsaida y Cafarnaún). Pese a haber predicado la Palabra, no había un propósito de conversión en estos pueblos «porque no había un cambio de la vida en algo fundamental: compartir el don de Dios con los hermanos».

Compartir el don de la fe y no encerrarnos en nuestras costumbres

«Si recibimos el don de la fe, de la alegría, hay que compartirlo. Si somos sanados, tenemos que ayudar a sanar al otro. Eso es lo que no veía Jesús en esas tres ciudades muy religiosas, y este es el riesgo de los países y las sociedades en donde se piensa que, por ser muy religioso, ya se posee a Dios y se posee la verdad, como si no hubiera nada más por comprender», advirtió el prelado.

El Primado del Perú sostuvo que los extremos de sectarismo y el encerramiento en las costumbres, endurecen el corazón, nos parapeta y nos enreda, olvidando por completo que “el centro de la fe es amar, comprender y abrirse al Otro”. Por eso, este orgullo, esta vanidad religiosa, es muy criticada por Jesús, «porque esas tres ciudades tenían mucha influencia del grupo fariseo. Y el grupo fariseo había establecido un sistema de control de tal manera que todo el mundo repitiera lo mismo y no se cambiara nada. Y como la influencia de los fariseos era fuerte, Jesús empieza a darse cuenta de que los únicos que han entendido y se convierten son los pequeños, los sencillos, la gente simple y humilde».

«A veces, pensamos que la religión es repetir las cosas de siempre – reflexionó el arzobispo – y cuando hay algo nuevo que tiene que mejorar, algún error que hay que corregir, nos resistimos a corregirlo porque decimos que ‘siempre se hizo así, ya no se puede cambiar'».

Carlos Castillo reiteró que nuestra religión siempre debe estar atenta por dónde aparece el Señor, porque «Él ha resucitado, sigue apareciendo en la historia y, por medio de su Espíritu, sigue ayudándonos. Por eso, tenemos que identificar de qué maneras podemos construir la hermandad, construir formas de anticipar el Reino de Dios en esta historia».

Todo cristiano es un misionero y un testigo. Es aquel que, permanentemente, está atento a su Señor en la historia. Él nos orienta a un cristianismo de “ojos abiertos”, no de ojos cerrados y obtusos, sin sabiduría. El Señor nos vuelve sabios, nos hace discurrir, madurar y crecer como personas, porque nos hace ser libres.

El arzobispo de Lima recalcó que, si en la fe no hay libertad, entonces, no podemos hablar de fe, porque la verdadera fe cristiana nos inspira a confiar unos en otros, y nos moviliza a buscar juntos soluciones a los problemas. «Estamos llamados por el Santo Padre, que ha descubierto esa maravillosa fórmula que la propone a todos, esa forma sinodal de caminar juntos e ir conversando sobre cómo vamos a hacer nuestra Iglesia».

El Papa recordó esta mañana que Dios quiere revelarse a nosotros por medio de hechos liberadores y re-conformadores de la vida. Él nos libera para que hagamos una vida nueva que sea siempre un seguimiento de la revelación del Señor en nuestra historia. 

Nuestro arzobispo indicó que la humanidad de los pequeños es prioridad en la Iglesia, porque son los que comprenden y sienten más hondamente los problemas. Por eso, el Señor anuncia “Vengan a Mí todos los que están cansados y agobiados porque yo los aliviaré”, para decirnos que «todo lo que vivimos en la Iglesia, toda la fe, toda la esperanza, toda la caridad, es la de Dios que viene especialmente a los que son humildes y mansos, porque van a encontrar descanso para sus vidas y esperanza».

Antes de finalizar, Monseñor Castillo, unido a las intenciones de nuestra Iglesia peruana, pidió por el Cardenal Robert Prevost, quien desde el 30 de septiembre formará parte del Colegio Cardenalicio: «Que Monseñor Prevost, a quien el Señor lo ha colocado en un puesto alto de la dirección de la Iglesia, humildemente, pueda servir al Señor desde ahí y hacer que haya buenos obispos para nuestros pueblos».