Ordenación Episcopal de Obispos Auxiliares de Lima

La Iglesia de Lima fue testigo de la Ordenación Episcopal de los Obispos Auxiliares de Lima: Mons. Ricardo Rodríguez y Mons. Guillermo Elías, en la Basílica de la Catedral de Lima este sábado 6 de julio. La ceremonia fue presidida por el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo.

La misa de ordenación contó con la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; el presidente de la CEP y el CELAM, Mons. Miguel Cabrejos; el Arzobispo de Huancayo, Cardenal Pedro Barreto; obispos y sacerdotes de la arquidiócesis de Lima, y todo el pueblo de Dios.

Entrega del palio arzobispal

Al inicio de la celebración Eucarística, el Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli realizó el rito de imposición del palio arzobispal, tal y como está previsto en la Carta enviada por el Maestro de Ceremonias Pontificias en 2015, es decir, después que el Arzobispo Metropolitano haya recibido el palio de manos del Papa en Roma en la celebración de los Apóstoles Pedro y Pablo, el Representante Pontificio del respectivo país lo impone en la diócesis de origen, un rito que expresa la sinodalidad y comunión en la Iglesia. 

«Vamos a comenzar esta solemne celebración de la  ordenación de los dos hermanos nuevos Obispos Auxiliares de Lima con la entrega del palio a nuestro querido Arzobispo Carlos Castillo, un gesto de humildad, un símbolo de unidad, un símbolo que nos une de manera especial al Santo Padre», comentó Mons. Nicola Girasoli en el inicio de la celebración eucarística.

Inspirados en el Espíritu para servir

Durante la homilía, Monseñor Castillo recordó que «Dios nos ama gratuitamente y, por tanto, es buena noticia, sobre todo para los que sufren en una sociedad y en un mundo donde cada vez nos volvemos más vulnerables, donde las heridas aparecen fuertemente y en diversas formas, donde las formas sociales del mal se multiplican, como la corrupción, el maltrato a las personas, la destrucción de las relaciones humanas, la destrucción de la familia».

Es por eso que hay un clamor profundo por encontrar una salida que sea satisfactoria a través de «algo más profundo que la simple planificación de alternativas, las cuales deben encontrarse en el Espíritu Santo. El Espíritu es capaz de hacer que todos nosotros nos pongamos en disposición a servir y a reparar esas heridas».

Guillermo y Ricardo: dos amigos de la Iglesia

«Guillermo y Ricardo, son para nosotros los amigos del camino de tantos años de sacerdocio» – añadió el Arzobispo de Lima «los hemos visto en sus diversas parroquias con su gente, acoger, animar, alentar, acompañar, estar cerca y el Santo Padre ha decidido elegirlos a ellos».

«Yo personalmente estoy muy agradecido, porque cuando por primera vez fui nombrado párroco, ellos me enseñaron cómo hacerlo y me dieron unas líneas, unos consejos que me permitieron no solamente ya ser un vicario o un adscrito sino también un párroco. Siendo menores que yo ellos son mis maestros, y yo les agradezco hoy día de corazón por su testimonio, por su entrega y servicio, porque ellos en todo momento han querido ser auténticos», expresó.

Somos pueblo como ustedes

Monseñor Castillo recordó las palabras de Francisco durante la Solemnidad de San Pedro y San Pablo: “estamos celebrando la fiesta de dos pecadores que lo único que hicieron es ponerse a disposición del Espíritu para dejar que actúe en ellos, reconocer sus heridas, sus límites, y así servir a la Iglesia hasta hoy».

«Nosotros no somos una Iglesia de santos, no somos una iglesia de puros. Llevamos este tesoro en vasos de barro, y el Señor puede hacer muchísimo porque somos como esa vasija que va construyendo con sus manos, y nos ponemos en manos del Espíritu», acotó.

El Arzobispo de Lima recordó el camino sacerdotal recorrido junto a los Obispos Auxiliares: «Ustedes, Guillermo y Ricardo, nos enseñan eso a lo largo de todo su camino sacerdotal y de toda su vida cristiana. Desde la parroquia de Guadalupe nos juntábamos con Ricardo en el grupo juvenil, y también con Guillermo en nuestro barrio en Lince».

«Nosotros somos pueblo como ustedes hermanos y hermanas, somos pecadores como ustedes, y son nuestros hijos, son de nuestro pueblo peruano, de nuestra Lima, que parece resquebrajarse con tantos problemas, pero que es asistida por la fuerza del amor del Señor y por la fe que aquellos que el Papa llamó ‘los santos profetas del Perú’«.

Una Iglesia de nuevas experiencias

«El gran Julio Cotler, profesor de mi universidad, sociólogo, decía que en nuestro país se comparten menos experiencias, y la Iglesia puede hacer eso, puede hacer que las iglesias sean compartidas, podemos ser un espacio abierto para entendernos, comprendernos, abandonarnos al Espíritu y actuar según la voluntad del Señor»

«Por eso el Señor nos dice ya no somos ciervos, sino amigos. Necesitamos mirarnos a los ojos, necesitamos volver a comprender nuestra historia llena de cosas preciosas que nos dio Dios, porque somos una tierra fecunda y hay miles de formas de ser peruano, hay miles de situaciones diferentes, pero necesitamos contárnoslas».

Un camino sinodal

«Durante su visita a Madre de  Dios, el Papa nos dijo que la Iglesia tenía que estar allí donde se generan los nuevos relatos de la humanidad, en los jóvenes, en los mundos donde todavía no hay una comprensión clara pero se intuyen cosas interesante, como esos pueblos de la selva que se van a reunir en el gran Sínodo de la Amazonia, y que está co-organizando nuestro querido cardenal Barreto».

Monseñor Castillo recalcó que «estamos llamados a ver cómo esas personas que sufren el abatimiento de un sistema que destruye la naturaleza, están intuyendo la esperanza del mundo, de cómo debe ser y están imaginando, con sus ideas, aquello que necesitamos para ser mejores».

Una Iglesia que escucha y comprende

«Ahora que vamos a estar juntos en este tiempo, seamos una  comunidad que escucha y comprende. Hagamos un segundo pasito después de estos cuatro meses de trabajo, vamos a avanzar haciendo lo que nuestra nunciatura nos anunció: tener nuestro departamento amplio de escucha para escucharnos unos a otros como sacerdotes, escuchar a las mujeres, y hacer que los propios laicos aprendan a escucharse y a organizarse para empezar a resolver los graves problemas que tenemos».

«Mi última palabra es para el gran pastor, el pastor que nos ordenó a los tres, el Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Hemos sido ordenados de sus manos, a través de él comenzamos nuestro camino sacerdotal, y hoy día llevamos su báculo. Que su entrega a la Iglesia de Lima siga dándonos el aliento y permitan levantar, o como dice Mons. Nicola, nos haga volar, porque ustedes son algo así como mis alas».

Jesús es la luz que abre un nuevo horizonte

En otro momento, Mons. Miguel Cabrejos comentó que «toda vocación tiene su origen en la acción de Dios: ‘Ustedes no me eligieron a mí, yo los he elegido a ustedes’, y en el inicio de toda vocación está la palabra de Dios escrita o escuchada, porque Jesús habla, Jesús hace desaparecer las dudas y hace resplandecer la luz, que corta el pasado y abre un nuevo horizonte».

Mons. Ricardo: Una Iglesia que transmita vida

Mons. Ricardo Rodríguez agradeció al Papa Francisco por esta designación y reiteró su servicio por una Iglesia fiel a Jesucristo, una Iglesia que se sienta viva y transmita vida: «intentaré con mis limitaciones ser un colaborador en su propósito por una Iglesia para el hombre de hoy», añadió.

«Al escoger el lema ‘Aquí estoy Señor’ pensaba cuando empecé a recorrer este camino y cómo debo continuar ahora. Ante lo vivido y lo que tengo por vivir siempre tengo que decir ¡Aquí estoy!», indicó.

También agradeció la presencia de todo el pueblo de Dios por su compañía en la vida sacerdotal: «les pido que sigan dando vida a sus sacerdotes y sólo así surgirán sacerdotes alegres y servidores del auténtico evangelio. Gracias por venir, gracias por estar cerca, gracias por ayudar a sentir lo bello que ser cristiano. Lo bueno que siente estar entre ustedes. Quiero quedarme entre ustedes».

Mons. Guillermo: Ser un instrumento de Dios

Por su parte, Mons. Guillermo Elías se mostró emocionado por esta nueva misión en la Iglesia de Lima: «los días previos a la ordenación episcopal venían tantas situaciones y hechos a mi vida: ingresar como seminarista a esta hermosa catedral, luego como presbítero, y ahora en este nuevo tiempo como obispo. Aún tengo que asimilarlo».

«Quiero entregarme a Dios, quiero seguir siendo instrumento de él. No me arrepiento de haberle dicho ¡Sí! a su llamado. Daré todo, todo de mi ser y todo lo que se me encomiende, trabajaré en comunión con nuestro Arzobispo, junto a Ricardo, al clero, y juntos diremos ¡Lima Levántate!», comentó.

Finalmente, agradeció a todas las personas que fueron partícipes de su caminar: «a mi familia de sangre, a los amigos que a lo largo de estos años se convirtieron en hermanos, gracias a todos los que han hecho posible este momento importante para mí. Que dios los bendiga a todos».