Antes de la oración del Ángelus, Francisco reflexiona sobre el Evangelio de Lucas que tiene como protagonista a Zaqueo, publicano recaudador de impuestos de Jericó, a quien la mirada misericordiosa de Jesús lo transformó en una personas capaz de amar gratuitamente.
“Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador, va a buscarlo para traerlo de vuelta al camino correcto”: lo afirmó el Santo Padre Francisco a la hora del Ángelus dominical de este XXXI domingo del tiempo ordinario.
Deteniéndose en el pasaje del Evangelio de Lucas que relata el encuentro de Jesús con Zaqueo, Francisco evidencia que el Señor nos busca siempre con su mirada, como lo hizo con este publicano, para salvarnos.
En efecto, Zaqueo era un hombre rico que recaudaba impuestos por cuenta del Imperio Romano y lo hacía no de manera honesta sino pidiendo “soborno” y “esto aumentaba el desprecio por él”. Francisco relata que al saber de la llegada de Jesús, que en su camino a Jerusalén hace una parada en Jericó, el “jefe de los publicanos” trata de ver a Jesús entre la multitud presente para acogerlo “porque era curioso” pero siendo de baja estatura, se sube a un árbol para poder verlo. Pero cuando Jesús llega cerca de él, levanta su mirada y lo ve. Y “esto – señala el Obispo de Roma – es importante” porque “la primera mirada no es la de Zaqueo, sino la de Jesús” que busca entre tanta gente el rostro del pecador:
La mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de que nosotros mismos nos demos cuenta de que necesitamos que ser salvados
Y es a partir de esa mirada del divino Maestro que “comienza el milagro de la conversión del pecador de Jericó”. Jesús – continúa el Papa – llama a Zaqueo por su nombre, invitándolo a bajar del árbol porque tiene “que parar en su casa”. Y sin reproches le dice que debe ir a su casa porque ésta “es la voluntad del Padre”.
A pesar de los murmullos de la gente, Jesús eligió quedarse en la casa de ese pecador público
También nosotros nos hubiéramos escandalizado por el comportamiento de Jesús – señala el Papa. Pero, al contrario, Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador para llevarlo nuevamente al recto camino.
Quien jamás se ha sentido buscado por la misericordia de Dios tiene dificultades para comprender la extraordinaria grandeza de los gestos y de las palabras con las que Jesús se acerca a Zaqueo
Esta atención de Jesús llevan a Zaqueo a cambiar de manera neta su mentalidad – continúa explicando el Pontífice – y a darse cuenta “de lo mezquina que es una vida totalmente apegada al dinero, a costa de robarle a los demás y de recibir su desprecio”. Y el hecho de tener a Jesús en su casa le hace ver todo con “un poco de la ternura con la que Jesús lo ha mirado” y “el gesto de agarrar es reemplazado por el de dar”.
Gracias a Jesús, asegura el Santo Padre, Zaqueo descubre “que es posible amar gratuitamente: hasta ese momento era avaro, ahora se vuelve generoso”:
Al encontrar el Amor, descubriendo que es amado a pesar de sus pecados, se vuelve capaz de amar a los demás, haciendo del dinero un signo de solidaridad y de comunión
En la conclusión, el Obispo de Roma invoca a la Virgen María para que ella “nos obtenga la gracia de sentir siempre sobre nosotros la mirada misericordiosa de Jesús”, y de “salir al encuentro con misericordia de los que se han equivocado”.