Desafortunadamente tenemos ante nuestros ojos situaciones en las que algunos Estados nacionales implementan sus relaciones en un espíritu más de contraposición que de cooperación”, fueron las primeras palabras del Papa Francisco a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.
Añadió que “se constata que las fronteras de los Estados no siempre coinciden con demarcaciones de poblaciones homogéneas y que muchas tensiones se deben a una excesiva reivindicación de soberanía por parte de los Estados, a menudo precisamente en ámbitos en los que ya no son capaces de actuar eficazmente para proteger el bien común”.
La humanidad y sus desafíos globales
Bergoglio recordó que, al igual que en su Encíclica Laudati si’ como en su Discurso a los Miembros del Cuerpo Diplomático de este año, llama la atención los desafíos que la humanidad enfrenta, desafíos de carácter global como desarrollo integral, la paz, el cuidado de la casa común, el cambio climático, la pobreza, las guerras, las migraciones, la trata de personas, el tráfico de órganos, la protección del bien común y las nuevas formas de esclavitud.
“La Iglesia siempre ha exhortado al amor de su propio pueblo, de la patria, a respetar el tesoro de las diversas expresiones culturales, de las costumbres y hábitos y de los modos justos de vivir enraizados en los pueblos”.
Señaló también que “la Iglesia ha advertido siempre a las personas, a los pueblos y a los gobiernos acerca de las desviaciones de este apego cuando se dirige a la exclusión y al odio de los demás, cuando se convierte en un nacionalismo conflictivo que levanta muros, es más, incluso en racismo o antisemitismo”.
Asimismo, el Pontífice recordó que “la Iglesia observa con preocupación el resurgimiento, en casi todas partes del mundo, de corrientes agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes, así como ese nacionalismo creciente que descuida el bien común”.
Evitar las diferencias culturales
«El modo en que una nación acoge a los migrantes revela su misión de la dignidad humana y su relación con la humanidad” – prosiguió Francisco –“toda persona humana es miembro de la humanidad y tiene la misma dignidad, y cuando una persona o una familia se ve obligada a abandonar su propia tierra, debe ser acogida con humanidad”
Para el Papa, “integrarse no significa asimilar, sino compartir el tipo de vida de su nueva patria, aunque siga siendo él mismo como persona, portador de su propia historia biográfica”. Es una oportunidad para enriquecer con su cultura al pueblo que integra y “que la autoridad tiene como misión protegerlo, regular los flujos migratorios prudentemente, así como promover su recepción cultural en las poblaciones y alentarlo a ser parte consciente del proceso de integración”.
Finalmente hizo un llamado a “evitar recurrir a los conflictos armados, a marcar diferencias sociales y culturales”, y pidió una “globalización polifacética que apoye la sana competencia por el reconocimiento mutuo entre la identidad colectiva de los pueblos y naciones”.