Papa: "La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien"

Comentando el Evangelio del día, Papa Francisco recordó que Dios es paciente con nosotros y “espera ansiosamente nuestro «sí», para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos y colmarnos de su misericordia sin límites”.

Ciudad del Vaticano.

“Con su predicación sobre el Reino de Dios, Jesús se opone a una religiosidad que no involucra la vida humana, que no interpela la conciencia y su responsabilidad frente al bien y al mal”: explicó Papa Francisco bajo una intensa lluvia, en su comentario al Evangelio de este Domingo XXVI del tiempo ordinario (Mateo 21, 28-32) durante la oración mariana del Ángelus. El Santo Padre comentó que con este sencillo ejemplo “Jesús quiere superar una religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las personas”.

A la invitación del padre de ir a trabajar a la viña, el primer hijo responde impulsivamente «no», pero después se arrepiente y va; sin embargo el segundo hijo, que enseguida responde «sí», en realidad no lo hace. La obediencia no consiste en el decir «sí» o «no», sino en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de Dios.

Imágen del Ángelus de hoy bajo la lluvia
Imagen del Ángelus de hoy bajo la lluvia

Privilegiados de la gracia.

“Los exponentes de esta religiosidad “de fachada” –continuó el Pontífice-, que Jesús desaprueba, son «los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo», los cuales, según la admonición del Señor, en el Reino de Dios serán superados por los publicanos y las prostitutas”. Sin embargo, Jesús no señala a estos últimos como modelos de vida, sino como “privilegiados de la gracia”, que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él, y recordó que, de hecho, escuchando la predicación de Jesús, se arrepintieron y cambiaron de vida.

Los dos hermanos.

El Santo Padre continuó reconociendo que “en el Evangelio de hoy, quien queda mejor es el primer hermano, no porque ha dicho «no» a su padre, sino porque después el «no» se ha convertido en un «sí»”.

Dios es paciente con nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro «no»; nos deja libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. Pero pensar en la paciencia de Dios… ¡es maravilloso! Como el Señor siempre nos espera; siempre a nuestro lado para ayudarnos, pero respetando nuestra libertad. Y espera ansiosamente nuestro «sí», para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos y colmarnos de su misericordia sin límites.

La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo. Papa Francisco recuerda que quien se convierte a esta elección de amor, después de haber experimentado el pecado, encontrará los primeros lugares en el Reino de los cielos, “donde hay más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos”.

Monumento a los migrantes bendecido por Papa Francisco una año atrás
Monumento a los migrantes bendecido por Papa Francisco una año atrás.

Conversión.

El Santo Padre recuerda que la conversión, cambiar el corazón, es un proceso «que nos purifica de las incrustaciones morales y a veces es un proceso doloroso, porque no hay camino a la santidad sin alguna renuncia y sin combate espiritual». El Papa invitó a luchar por el bien, «luchando para no caer en la tentación, haciendo de nuestra parte lo que podemos para vivir en la paz y la alegría de las Bienaventuranzas».

“El Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la vida cristiana –subrayó Francisco-, que no está hecha de sueños y de bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos”.

Incluso el más pequeño compromiso concreto, no puede hacerse sin gracia. La conversión es una gracia que siempre debemos pedir: «Señor, dame la gracia de mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano».

Dóciles a la acción del Espíritu Santo.

Finalmente, el Santo Padre invitó a rogar a María Santísima para que “nos ayude a ser dóciles en la acción del Espíritu Santo”, quien derrite la dureza de los corazones y los dispone al arrepentimiento, para obtener la vida y la salvación prometidas por Jesús.