En su reciente homilía de esta mañana, el Papa Francisco ha comentado la historia de cómo Jesús decide cambiar la vida de un perseguidor de cristianos, Pablo de Tarso, su conversión y camino de Damasco, quien llamado por la voz del Señor, logra un “cambio de página en la historia de la Salvación” y “marca la apertura a los paganos, a los gentiles, y a los que no eran israelitas”.
San Pablo, llamado Apóstol de los gentiles, ciego en Damasco por tres días con hambre y sed, hasta que Ananías, enviado por el Señor fue a devolverle la vista haciendo posible su conversión a hombre de fe y se fue predicando “lleno del Espíritu Santo”.
El Pontífice se centró en dos rasgos de la personalidad de este hombre y los describió así:
Ser coherente y celoso de la ley de Dios
“En primer lugar, era coherente porque era un hombre abierto a Dios. Si perseguía a los cristianos era porque estaba convencido de que Dios lo quería. ¿Pero por qué? Y por qué, nada: estaba convencido de ello. Era el celo que tenía por la pureza de la casa de Dios, por la gloria de Dios. Un corazón abierto a la voz del Señor. Y se arriesgaba, se arriesgaba, y seguía adelante. Y otra característica de su temperamento es que era un hombre dócil, que tenía docilidad y que no era testarudo”, Francisco explicó que Pablo era “un hombre fuerte” y “enamorado de la pureza de la ley de Dios”, “honesto” y aunque de mal humor era “coherente”.
Ser dócil y abierto a la voz de Dios
El Papa indicó que su temperamento era obstinado, pero no su alma, que Pablo estaba “abierto a las sugerencias de Dios”. Con su pasión cegada encarcelaba y mataba cristianos, sin embargo “una vez que escuchó la voz del Señor, se hizo como un niño y se dejó llevar”:
“Todas esas convicciones que tenía se quedan en silencio, esperando la voz del Señor: “¿Qué debo hacer, Señor? Y él va, y va al encuentro en Damasco, al encuentro de ese otro hombre dócil y se deja catequizar como un niño, se deja bautizar como un niño. Y luego recupera sus fuerzas y ¿qué hace? Se queda callado. Va a Arabia a rezar, cuánto tiempo, no sabemos; quizá años, no sabemos. La docilidad. Apertura a la voz de Dios y docilidad. Es un ejemplo para nuestra vida y a mí me gusta hablar de esto hoy ante estas religiosas que celebran el 50º aniversario de vida religiosa. Gracias por escuchar la voz de Dios y gracias por su docilidad”, expresó refiriéndose a un grupo de religiosas del Cottolengo que asistieron a esta Misa .
Asimismo, el Pontífice recordó la “docilidad de las mujeres del Cottolengo”, quienes acogen en el mundo a los discapacitados mentales y físicos, su recorrido entre las salas guiado por religiosas que pasan su vida “allí, entre los descartados”.
Sin su perseverancia y docilidad no podrían hacer lo que hacen, ni podrían haber hecho lo que han hecho.
Carisma cristiano
“Perseverar. Y ésta es una señal de la Iglesia. Quisiera agradecer hoy en ustedes a tantos hombres y mujeres valientes que arriesgan su vida, que van adelante, también a quienes buscan nuevos caminos en la vida de la Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos! “Pero, Padre, ¿no es eso un pecado? ¡No, no es pecado! Busquemos nuevos caminos, ¡esto nos hará bien a todos! Siempre y cuando sean los caminos del Señor. Pero ir adelante: adelante en la profundidad de la oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón abierto a la voz de Dios. Y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia, con personas que saben luchar en lo pequeño y en lo grande”.
Para finalizar, el Pontífice añadió que el cristiano debe tener “este carisma de lo pequeño y de lo grande”. La oración a San Pablo terminando su homilía fue, justamente la petición de “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y del corazón abierto al Señor; la gracia de que no tengamos miedo de hacer grandes cosas, de seguir adelante, siempre que tengamos la delicadeza de cuidar las pequeñas cosas”.