Día de la Madre: Forjadoras de esperanza al servicio del Pueblo de Dios

En medio de los desafíos que afronta nuestro país, en el Día de las Madres, nuestra Iglesia de Lima reconoce el rol de las madres que, con ahínco, humildad y perseverancia, son piezas fundamentales en la vida humana.

En esta oportunidad, queremos compartir el testimonio de servicio de cuatro madres lideresas marcados por el anuncio del Evangelio, la solidaridad y el profundo deseo de transformar sus comunidades con fe, entrega y convicción.

Ollas comunes: «Dios nunca nos abandona, está con nosotros»

Melba Acosta Aguilar, es coordinadora de la olla común Nueva Esperanza y también presidenta de la red de ollas comunes del distrito de El Rímac que, desde la pandemia, decidió asumir esta misión en favor de su barrio. “En la pandemia mis vecinos tocaron a mi puerta y, al ver la necesidad, me puse al frente de ellos para pedir apoyo”.

Es así como, desde abril de 2020, Melva junto a las madres de su olla común no han parado ni un solo día, preparando un promedio de 90 menús diarios con mucho esfuerzo: “Nosotros, en las ollitas comunes, trabajamos luchando por nuestras familias. Nos ingeniamos a diario viendo la manera de conseguir alimentos para cocinar y lo hacemos con mucho amor”.

Melva, además de ser líder de su olla común, también es madre de familia, tiene 2 hijos y trabaja diariamente para sacarlos adelante. “Yo me convierto en mamá a los 37 años y siempre he trabajado, aunque ahora ya no solo pienso en mis hijos, sino también en mis vecinos. Felizmente, ellos han comprendido mi labor y me apoyan, incluso mi hijo mayor ayuda a su hermano con sus tareas”.

De otro lado, Melva, como líder de su olla, también nos comentó que, ante las situaciones difíciles, ha querido dejar todo, pero Dios y su comunidad la han ayudado a continuar: “Un día estuve por tirar la toalla y decidí cerrar la ollita, porque no tenía víveres y se me hacía muy difícil, entonces, un niño muy chiquito de mi barrio se me puso al frente y me dijo: “no lo hagas, yo no tengo nada qué comer”. Entonces ese recuerdo me inspira a seguir adelante, siempre hay una luz al final del túnel, porque Dios nunca nos abandona, está con nosotros”.

Martha Orozco del EAAP: «Desarrollar la escucha maternal»

Martha Orozco, secretaria de profesión, participa activamente de nuestra Iglesia de Lima como miembro del Equipo de Arquidiocesano de Animación Pastoral (EAAP), colabora con la organización y asesoría del Plan Pastoral. También es parte de la comisión que prepara la Segunda Asamblea Sinodal Arquidiocesana de Lima, y participa en la parroquia Cristo Misionero del Padre de Chorrillos, en el área de liturgia.

Con una vida activa al servicio del Señor, Martha siempre ha buscado equilibrar sus horarios entre su trabajo pastoral y el cuidado de su madre anciana. “Me organizo con mi familia, no es fácil, pero, el Señor siempre nos va poniendo en el camino lo que necesitamos. He organizado mis tiempos para el servicio pastoral y mi familia”.

En ese sentido, Martha Orosco indicó que, al convertirse en “madre de su madre” y estar a su cuidado, ha descubierto una serie de cosas nuevas que le enseñan a valorar más el cuidado y la protección de una madre: “Estoy viviendo una etapa muy bonita y enriquecedora. Mi madre es como una niña pequeña, hay que vestirla, ayudarle a comer, ya no puede caminar, hay que bañarla, mimarla; he desarrollado mucho mi paciencia, mi ternura, mi cuidado, mi compresión y escucha”.

En el Día de las Madres, Martha refirió la importancia de cuidar y velar por nuestras madres, sobre todo en su etapa de vejez: “Les diría a los hijos que quieran y cuiden mucho a sus madres, si todavía la tienen, por todo lo que ellas han hecho por nosotros. Yo le doy gracias al Señor por la oportunidad de cuidar a mi madre, de velar su sueño, de escuchar sus historias, de sus besos y abrazos, que aun los necesito, aunque sea grande”.

Servicio y testimonio con los «amigos de la calle»

René Fernández, miembro de la comunidad de Sant Egidio en Perú, lidera la iniciativa “Viva los Ancianos”, visitando semanalmente, junto a sus voluntarios, a ancianos del albergue “Sembrando Esperanza”.

“Este servicio lo realizo desde joven, cuando ya era madre, junto con mi esposo, y al ver de cerca el sufrimiento y la soledad de nuestros amigos hizo que nos mantengamos fieles en este camino con sensibilidad y fraternidad que ha nacido de la escucha del Evangelio y la oración constante”.

René actualmente tiene cuatro hijos que, junto con ella, también participan en los diferentes servicios de su comunidad. “El Señor ha sido muy generoso de darme la dicha de ser madre y pienso que es Él quien nos da la fortaleza para servir a nuestros hermanos: los pobres, los ancianos, los que están solos. Solo hay que tomar la decisión y el Señor se encargará de acomodar nuestra vida, porque no es fácil, pero la experiencia me dice que estar junto a los hermanos es posible”.

Perseverar en el trabajo del Pueblo de Dios

Gladys Orejuela Malpartida es trabajadora social de profesión y dirige la Asociación Familia Trinitaria Perú (ASFAT PERÚ), una organización que trabaja en favor de la atención de personas y familias en situación de vulnerabilidad junto a su equipo de voluntarios y colaboradores de la Parroquia Santísima Trinidad del distrito de Cercado de Lima.

“Mi labor en la Iglesia inició desde muy joven en el coro y luego haciendo mis prácticas preprofesionales en Cáritas de Lima (ubicado antes en Jr. Azángaro) acompañando a niños y niñas con alto riesgo social. Ya luego los demás años continué haciendo labor social vinculada a nuestra Iglesia”.

No obstante, además de su ardua labor social, Gladys Orejuela es madre de 3 hijos, uno de los cuales partió al cielo y se convirtió en su ángel: “Ellos son mi inspiración diaria para seguir trabajando. Les cuento que hace 3 años perdí a mi segundo hijo, murió de Leucemia, y en esos momentos me preguntaba ¿por qué a mí?, pero mi fe me dio la seguridad de que él está disfrutando de alegría y tranquilidad”.

Por ello, Gladys, en el Día de las Madres, invitó a siempre confiar en Dios, porque es el motor de nuestras vidas: “Mi fe me inspira a contribuir en el bien común de nuestros hermanos vulnerables, porque muchos de ellos necesitan ser escuchados y acompañados. Por ello, invito a todas las mamitas a no dejar de perseverar en el trabajo del Pueblo de Dios, aunque se presenten contratiempos, no decaigan siempre hay una lucecita de esperanza”.